El corazón del primer pub de Barcelona deja de latir

Cierra el Black Lion, una lección de vida para sus clientes y una advertencia sobre la muerte de esta ciudad

Black Lion

Black Lion / periodico

CARLES COLS / BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

En Londres hay un pub Red Lion. Desde hace 244 años. No es el decano de la capital británica. Tal vez ese título pertenezca a The George Inn, cuyo umbral dicen que cruzó Shakespeare en persona y mojó sus bigotes en espuma de lúpulo. El dueño presume de ello. En realidad, cada pub inglés alardea de algo. El The Lamb and Flag, de haber dado de beber a Dickens. El golfo Coach and Horses, de lo mismo, pero con el pintor Francis Bacon, lo cual a lo mejor es una pista sobre su inquietante obra. En Barcelona también había un Red Lion, que hace menos de 10 años pasó a ser el Black Lion por miserables avatares que después se explicarán, pero ya no está. Bajó la persiana por última vez el 11 de marzo. Los alquileres amargan en esta ciudad más que una Alpha Fornication, que presume de ser la más lupulada de las cervezas de todo el mundo. Este era el pub inglés más antiguo de Barcelona, medio siglo, lo cual tiene su mérito en una urbe que galopa desbocada hacia el precipicio de la banalización comercial. Barcelona, y perdón por el fácil juego de palabras, tiene muy mala pinta.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"En Londres hay pubs\u00a0","text":"de los tiempos de Shakespeare. En Barcelona no pasan de los 50 a\u00f1os. El chiste f\u00e1cil es decir que esta ciudad tiene muy mala pinta"}}

Una de las películas más encomiables de Anthony Mann es 'Winchester 73'. El protagonista real del filme es el rifle, que va de mano en mano y es así el centro de gravedad narrativo, una solución genial, y un poco eso mismo podría hacerse con el Black Lion, que en 1967 inauguró Anthony Batey y desde entonces ha pasado por cinco dueños hasta llegar al último, Jofre Pruna, que este viernes entregará las llaves al dueño de la finca. Lo dicho, podría hacerse. Pero ya se ha hecho. Jofre, por ejemplo, está especialmente emocionado por la elegía que le ha dedicado Francesc CanosaFrancesc Canosa, periodista y cliente fiel, que utiliza la barra del pub como balcón de 50 años de historia. Su obituario despunta entre otros publicados.

COPAS Y COPITOS

Total, que una alternativa interesante es ir un paso más allá y seguir el rastro del despiece del león, porque en esta ciudad hay interesantes antecedentes, como el de Copito, que aunque no era una tienda tenía un tirón comercial que ya querrían muchos negocios. La versión oficial es que su cuerpo inerte, como si fuera el de un jefe vikingo, se incineró y las cenizas se emplearon para sembrar un árbol en el zoo. La verdad es que algo se plantó, pero alguien lo confundió con un hierbajo cuando asomó el primer brote y lo arrancó, así que de Copito lo que se conserva, repartidos por aquí y por allá, son lonchas del cerebro y de los testículos, retales de piel y toda la osamenta. La Casita Blanca es otro buen ejemplo del clásico despiece barcelonés. Las mismas manos que escriben este relato sostuvieron días atrás, en el tintinesco almacén del anticuario Víctor Gómez, uno de los espejos que tanto fornicio reflejaron en aquel ‘meublé’ y que conserva aún, ¡oh!, besos de carmín. La aventura de las letras del Urgel Cinema es tan reciente que no necesita ser subrayada.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"La ciudad cabalga al galope","text":"\u00a0a\u00a0la banalizaci\u00f3n comercial, pero al menos no es bajo la mirada del todo mansa de los barceloneses"}}

Ese ha sido el destino del Black Lion. El troceado. Por fortuna. La cabina londinense se la ha llevado a su caso el hijo de Ramon Vilaró, tercer dueño del pub, porque pasó ‘nosecuántas’ horas jugando en su interior. Los tiradores de cerveza están en un local de la calle de las Navas de Tolosa. La mesa más buscada, en Sabadell. Un juego de taburetes ofrecerán descanso en la calle de Provença. La campana de las propinas se ha quedado en el barrio, en Les Corts. Jofre tiene en casa una caja de caudales de Jack Daniels. Solo hay tres iguales.

{"zeta-legacy-image-100":{"imageSrc":"https:\/\/estaticos.elperiodico.com\/resources\/jpg\/8\/5\/1490877514458.jpg","author":"ELENA GARC\u00cdA-GAL\u00c1N","footer":"El Black Lion, en sus a\u00f1os de l\u00edder de la manada."}}

El troceado es una fortuna porque confirma que los barceloneses no aceptan tan mansamente como podría deducirse la banalización del espacio público, y ello incluye, por supuesto, bares como el Black Lion, pues lo de pub no es más que una abreviatura de ‘public house’. Les apena lo que ocurre, que no es poco, porque las leyes del mercado son más bestias que las de la selva, y como botón de ello, el propio cambio de nombre del establecimiento, de león rojo a negro. Le llegó a Jofre en forma de burofax, porque un pillo con estudios (más que nada por no recurrir a una malsonante expresión tabernaria) registró el nombre de Red Lion en Madrid y de inmediato se puso en busca de cándidos a los que desplumar. Jofre no permitió que su león pasara por el aro. Pasó a ser negro, que también tiene su qué. También las letras de los automóviles Rolls Royce eran rojas hasta que en 1920 Charles Rolls falleció en un accidente de aviación y una de la letras pasó a ser negra. Muerto Henry Royce en 1933, las dos.

En resumen, que Barcelona se ha quedado sin su pub inglés más veterano porque el perfil de sus calles hace tiempo que no lo deciden las necesidades reales de los vecinos ni el entusiasmo de quien se decide a abrir un negocio cara al público, donde las facilidades municipales son más bien escasas. Barcelona es lo que sus rentistas quieren. Que cada cual ponga aquí el adjetivo que desee. R. I. P.