EL ENCAJE DE LA MOVILIDAD SOSTENIBLE EN BARCELONA

Convivencia o conveniencia

Un carril ciclista sobre una acera de la ciudad sueca de Estocolmo.

Un carril ciclista sobre una acera de la ciudad sueca de Estocolmo.

CARLOS MÁRQUEZ DANIEL
BARCELONA

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Si Xavier Trias llegó a la conclusión de que el carril bus-taxi debe ser solo para el transporte público y no para las motos como tenía pensado en un principio, tiene su lógica que ahora defienda con vehemencia que las aceras sean de uso exclusivo para el peatón y no para la bici. Un sitio para cada cosa y cada cosa en su sitio, predican los mayores. El problema de ser de ideas fijas es que a veces la tozudez no deja ver el bosque. O el jardín, si se tiene en cuenta que se avecina un buen follón. El alcalde dijo la semana pasada que tiene la intención de echar a los ciclistas de la acera. Lo dijo así, sin matices.«Tendremos una ordenanza que lo impedirá antes de acabar el año. ¿Estará prohibido que la bici vaya por la acera? Sí».

Se impone una reflexión sobre las causas que han llevado a semejante decisión que tanto malestar ha generado entre la comunidad pedaleante de Barcelona. Lo primero es ver más allá del argumento municipal: la seguridad, ese concepto difícil de refutar que tanto sirve para la bicicleta como para desalojar un edificio ocupado o prohibir una manifestación. Se quejó Trias de la mala convivencia en los espacios peatonales y de que hay una«grave competencia».No se puede discutir, pero quizás se puede puntualizar o, mejor dicho, contextualizar. Albert Garcia, portavoz de Amics de la Bici, siempre ha sostenido que los carriles ciclistas de la capital catalana «son provisionales»,que basta con quitar la pintura para que desaparezcan y que la ciudad ha hecho muy poca infraestructura sólida, definitiva. Sobre estas líneas tienen un pasillo sobre la acera en Estocolmo. El asfalto es distinto, incluso un mínimo escalón separa los terrenos. La barrera visual es evidente, al margen de que los nórdicos sean más cívicos. A nadie se le ocurriría andar por el carril central de Aragó porque todo el mundo sabe que por ahí van los coches. No sucede lo mismo en las aceras de la Diagonal, donde solo la línea blanca, a veces desgastada, indica la presencia de un vial ciclista, amén de las paradas de bus puestas a traición, los quioscos o los centenares de motos aparcadas en batería. ¿No será que la mala convivencia nace de un diseño deficiente de esos viales en las aceras?

Sucedió algo similar con la eliminación de los pivotes que cerraban áreas peatonales en la zona alta, en la zona de Major de Sarrià y el entorno de Santjoanistes y Vallirana, cerca de la plaza de Molina. El ayuntamiento rompió el modelo de barrio peatonal para pasmo de los vecinos y los padres de niños en edad escolar. Resultó que esas barreras nunca habían funcionado bien, así que en vez de buscar una alternativa eficaz, decidieron abrir el tráfico y problema resuelto.

Pocos percances

Durante el año pasado, 523 bicicletas se vieron implicadas en un accidente. Fue un 26% más que en el 2010, pero solo supusieron el 3,11% del total de vehículos siniestrados. Cada día se producen casi 120.000 desplazamientos en bicicleta en Barcelona, y solo 1,4 bicis sufren un percance con atestado.

Así las cosas, y volviendo a la seguridad, ¿cómo explicar el fin de las aceras a los padres que llevan a los niños en bici a los coles de la zona alta, donde no hay un solo corredor ciclistas? ¿Y el paseo marítimo? ¿Vetado? ¿Quitarán de la acera las paradas de Bicing como la de Arc de Triomf? Cuando la conveniencia supera a la convivencia.