¿Contra los hoteles?
No se trata de estar contra los hoteles. Se trata de ordenar el garn flujo turístico que recibe Barcelona
Joan Subirats
Teniente de alcaldía de Cultura, Educación, Ciencia y Comunidad del Ayuntamiento de Barcelona.
JOAN SUBIRATS
La noticia del cambio de destino de la Torre Agbar, pasando de hotel a edificio de oficinas, ha generado una cierta confusión. Hay quien considera que ello se debe exclusivamente a la animadversión que desde el equipo de gobierno de Barcelona En Comú se tiene en relación al turismo. Confundiendo preocupación por los efectos que el éxito turístico está generando en muchos aspectos de la vida de la ciudad con una posición genérica contra un sector económico que es y seguirá siendo importantísimo para Barcelona. Tanto como sector generador de empleo como muestra de la buena imagen de la ciudad a nivel internacional.
No se trata de estar en contra de los hoteles. Eso sería absurdo y mostraría una visión reactiva y poco estratégica sobre el futuro de la ciudad. De lo que se trata es de ordenar y gestionar adecuadamente el gran flujo turístico que recibe la ciudad, logrando compatibilizar puestos de trabajo, generación de ingresos para los diversos sectores que se benefician de la popularidad internacional de la ciudad, y evitar en lo posible los efectos indeseados que ello genera. Es decir, aumento de precios de las viviendas en alquiler, compras especulativas de solares y edificios, precarización abusiva de los puestos de trabajo vinculados al sector, ocupación abusiva de espacio público, parque-tematización de zonas de uso turístico intensivo.
El Plan Especial Urbanístico de Alojamientos Turísticos (PEUAT) que está en discusión en el Ayuntamiento y que tras la aprobación de hoy en Comisión, con el apoyo no solo de Barcelona en Comú y del PSC, sino también de ERC y la abstención de la CUP, deberá aprobarse en un Pleno, trata de convertirse en un instrumento para que esa ordenación del negocio turístico no se convierta en un cáncer para la ciudad. Barcelona no tiene el peligro de ser una ciudad provinciana como dicen algunos si osa regular el turismo. Lo que ocurriría, si no se aborda inteligentemente el tema, es que acabaríamos todos abominando de una ciudad que queremos y que ya no sentiríamos como nuestra.
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