RECUPERACIÓN DE UNA COMPETICIÓN PINTORESCA

La contienda elegante

El ganador 8 Carlos Gonzaléz, de la Bodega Sepúlveda, en plena acción, ayer en Barcelona.

El ganador 8 Carlos Gonzaléz, de la Bodega Sepúlveda, en plena acción, ayer en Barcelona.

MAURICIO BERNAL / BARCELONA

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Hechos que rodean esta tradición insólita que es una carrera de camareros. De entrada hay que subrayar que los participantes comparecen con pajarita, que el uniforme es negro y blanco y que en términos generales hay una calculada voluntad de elegancia, lo cual es algo que se puede decir de muy pocas prácticas deportivas. La historia de esta competición es larga y ciertamente se han perpetrado aberraciones, como correr en camiseta, pero la ortodoxia exige distinción y este sábado están todos impolutos, dando a la Rambla un aire que alguien probablemente contempla con añoranza. Los turistas se detienen a mirar los prolegómenos del espectáculo sin saber bien de qué se trata pero frotándose las manos, porque la excursión les ha deparado algo definitivamente folclórico, local y extraño.

Sobre la competición en sí se pueden hacer diversas consideraciones. Deportivamente hablando, consiste en poner a prueba la velocidad del camarero con una bandeja cargada de bebidas en la mano -en una sola mano-; primero con obstáculos y después sin ellos. Se premia la rapidez pero también el talento, que se mide en el número de recipientes que llegan intactos a la meta. Pero, visto de otro modo, también se trata de llevar al extremo las condiciones de una jornada especialmente agotadora del competidor de turno: corre, Julio, date prisa, Julio, esquiva, Julio, sube, Julio, ahí te cabe una botella más. «Yo es lo que hago cada día en la Rambla», admite Gustavo Salazar, camarero colombiano del restaurante Moka. «Esquivar coches, peatones y turistas con una bandeja llena de cervezas». Tal vez convenga no esforzarse mucho. Un puesto destacado podría darle ideas al patrón.

Por el Moka precisamente pasa la explicación de todo este asunto, que es, en resumen, la voluntad de resucitar una práctica que ya tuvo presencia en la Rambla en tiempos del blanco y negro. «Buscábamos en el archivo de la ciudad imágenes antiguas del restaurante que necesitábamos para la decoración, y en lugar de eso encontramos una foto de una antigua competición de camareros aquí, en la Rambla». Además de ser gerente del Moka, Anna Matamala forma parte del comité ejecutivo del Gremi de Restauració de Barcelona. Allí llevó la idea de volver a hacer una competición de pajaritas.

MITOLOGÍA DEPORTIVA

Si hay informaciones que entren en la categoría de curiosas es que parece que a las camareras no les interesan mucho estas cosas, porque de 24 corredores solo cuatro son mujeres; que una de ellas, Sònia Prieto, es empleada del local que ha enviado la delegación más nutrida, el Bar Nuria, con tres participantes en la competición; que de extranjeros hay una representación sólida, como conviene a la realidad del sector -filipinos, venezolanos, colombianos, peruanos-, pero no tan nutrida, quizá, como habría sido antes de la crisis; y que en el curso de la competición aparecen, para fortuna de la mitología deportiva, los excéntricos: alguien que no acepta llevar una bandeja que no haya secado él mismo; alguien que sistemáticamente le da un sorbo a la cerveza antes de echar a correr.

Ganador es una palabra dulce: Carlos González, de la Bodega Sepúlveda. Hay podio y se sube a él. Se toma fotos con el alcalde. Vive su pequeña gloria. Su jefe dice que atiende la segunda planta, y que, en fin: ese fue su entrenamiento.