Conservas, el socio ideal

La golosa bebida se quedaría huérfana sin la artillería de sabores que acompaña el ritual, sobre todo enlatados Espinaler, referente en el sector, se expande desde el Maresme

Macronave en Vilassar de Mar 8

Macronave en Vilassar de Mar 8

PATRICIA CASTÁN / VILASSAR DE MAR

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Por muy adictivo, lúdicofestivo y ceremonial que resulte, el vermut (la bebida) se quedaría huérfano sin un acompañamiento masticable a su vera. Es más, para muchos el brebaje es inseparable de las olivas rellenas, las anchoas, las patatas, los mejillones o la comparsa que se tercie para centrifugar un maridaje tan asociado en Catalunya a los mediodías, especialmente, de fin de semana.

Mucho antes de que el asunto fuera tendencia en Barcelona, latía como costumbre fuera de modas en muchos municipios, sobre todo del Maresme. Con un epicentro indiscutible en Vilassar de Mar, donde Espinaler forjó una leyenda vermutera que coronó su archiconocida salsa del mismo nombre. Fue Miquel Riera (llegado de una masía del puente del Espinal, en Argentona) el que fundó la casa en 1896, a pocos metros de la playa.

Primero fue taberna de vinos, una década después también estanco, y en los años 40 su nieto Joan Tapias Riera incorporó el vermut como novedad de la época. Los aperitivos a su sombra fueron creciendo sin pausa y fue su esposa, Ventureta Roldós, la que creo la adictiva salsa roja en 1952 (vinagre, pimentón rojo, pimienta, especias secretas...) que hoy en día sigue aderezando hasta las patatas fritas. El suma y sigue generacional llevó al biznieto Miquel Tapias, a partir de los 70, a ampliar miras buscando en Galicia buena materia prima para envasar con su marca. Y la historia más reciente, ya este siglo, se remata con una gran nave de 1.300 metros cuadrados en el polígono Garrofers (avenida Progrès, 47) de la misma localidad, donde además de producir la salsa, preparar miles de anchoas y distribuir su género abren a diario una macrotienda y una vermutería de kilométrica barra y terraza al sol. Una expansión que incluye, desde el 2011, otra bodega y almacén en Badalona. 210.000 litros vendidos al año.

Llegado este punto de la historia, hay que agregar el empuje del asunto en Barcelona. Son muchos los negocios urbanos que le piden aprovisionamiento y disparan su producto por la capital catalana. Desde pequeños bares hasta la barra vermutera del espectacular macrorestaurante El Nacional, del paseo de Gràcia, pasando por un nuevo establecimiento a punto de abrir puertas en Gran de Gràcia. De momento, Miquel descarta franquicias. Prefiere mantener sus 300 tipos de conservas en lo alto del listón, porque los frutos del mar no son ilimitados. «No son tornillos en serie», sentencia.

«En los últimos tres años, en plena crisis, hemos doblado el personal hasta las 80 personas trabajando», evalúa, con el sosiego que le da saber que la nueva sangre, David y Micky, quinta generación, aún han abierto más el periscopio y lanzado el sello en Estados Unidos, Japón, China... «El mérito es salir al mundo desde Vilassar», dice. Y facturar 12 millones de euros al año.

El vermut se lo produce Miró, con una fórmula específica para ellos con 80 tipos de hierbas. Y el repertorio de navajas, mejillones, almejas y otros mariscos los pesca cada temporada en Galicia, donde selecciona género propio para envasar y también compra a sus productores favoritos. Con versión clásica y versión prémium. O sea, mejillones de tamaño XXL que lo mismo se sirven en barra que adquieren hasta los japoneses para devorar en su casa.

Pero como no solo de latas vive el vermutero adicto, la carta del picoteo abarca embutidos y fritos. ¿Los reyes de la comanda? «Berberechos, anchoas y patatas chips», de su marca y con instrucciones de cata.