LOS RETOS DEL PARQUE NATURAL DE BARCELONA

Collserola halla un método gratuito para limpiar sus bosques

Tala de árboles en Collserola.

Tala de árboles en Collserola. / periodico

CARLOS MÁRQUEZ DANIEL / Barcelona

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La gestión de un parque natural rodeado de núcleos urbanos independientes obliga a poner de acuerdo a muchos, quizá demasiados, órganos públicos. Es el caso deCollserola, donde nueve ayuntamientos, laDiputación de Barcelona, el Área Metropolitana y laGeneralitat comparten la responsabilidad de respetar y hacer respetar el entorno. Para ello se creó un consorcio, que es quien se encarga de mantener a flote estas 8.295 hectáreas rodeadas por más de tres millones de personas. El 35% de esas tierras están en manos de los municipios, que intentan conservarlas con los escasos recursos de que disponen. No siempre se consigue. Más bien todo lo contrario: en momentos aciagos, el presupuesto, como es lógico, prima las diligencias sociales por delante de las urgencias ambientales.

La tormenta de viento del 2009 y la nevada del 2010 dejaron imágenes catastróficas. Decenas de miles de árboles cayeron, anegando caminos y generando una biomasa de suculenta combustión. Se trabajó con apuro en los itinerarios principales, pero fue imposible llegar al corazón del bosque. Esas tragedias naturales, sin embargo, dejaron un aprendizaje de incalculable valor: la limpieza del parque puede ser lucrativa. Empresas forestales se ofrecieron para encargarse del vaciado de toda la madera sobrante. Y lo harían gratis. A cambio, convertirían los troncos en astillas que se usarían como combustible para crear electricidad.

BUENA SINTONÍA Y GESTIÓN

Así lo hicieron y así siguen actuando hoy, aunque quizás no al ritmo que sería deseable. Para dar más brío al asunto, el consorcio decidió que además de buena sintonía con las administraciones gestoras, se imponía una hoja de ruta compartida en el tema de la limpieza de la frondosidad. Y como los consistorios ya tienen suficiente con la gestión de sus ciudadanos, la dirección del parque les ha pedido que cedan sus terrenos para que su diligencia se acometa desde dentro de Collserola. Marià Martí es el director gerente del parque natural y está encantado con la idea.

Recibe a EL PERIÓDICO en su despacho. Está en la cara norte del Tibidabo, donde la temperatura es unos cinco grados inferior que en la gran ciudad. Desde su ventana se distinguen pinos blancos, encinas y algunas casas solitarias. Explica que los ayuntamientos son propietarios de 2.385 hectáreas y que el parque solo es dueño de 60 hectáreas situadas en la ladera de Cerdanyola. Esas ya están a buen recaudo. El resto, las que tanto pueden estar en Montcada como en Sant Feliu, Molins o Esplugues, son una paleta desigual en la que uno puede dar con un terreno saneado o con una selva que se quedó tal cual la dejó el vendaval de hace tres años. Ya se han traspasado 630 fincas. Quedan 1.755 que están en trámite porque todos los alcaldes parece que están por la labor.

La desaparición de la Corporación Metropolitana, en 1987, diluyó el que hasta entonces era un criterio más o menos uniforme de actuación urbanística y forestal en Collserola. Ahí empezó un libre albedrío que se ha demostrado fatídico para el pulmón barcelonés. «Ahora podremos gestionarlas como un todo, con una visión global que permita reducir el riesgo de incendios», detalla Martí. Se espera que todas las fincas públicas ¿algunas de ellas carecen incluso de registro oficial¿ estén en manos del consorcio antes de un año. La idea, concreta el gerente, es que antes del verano ya puedan ponerse a trabajar para que el máximo de terrenos queden limpios de cara a los meses en los que aprieta el calor.

MEJORAS FORESTALES

El consorcio ya ha convocado un concurso para la explotación a largo plazo de las 630 hectáreas que ya controla. El vencedor ¿se han presentado dos empresas¿ podrá comerciar con toda la biomasa que recoja, pero también deberá incluir un plan de mejora forestal que garantice que las fincas no volverán a caer en el olvido cuando se retire toda la maleza. Collserola, recuerda Martí, fue muchas décadas atrás la despensa de Barcelona. La ciudad explotaba la tierra y aprovechaba su madera, hasta que el progreso convirtió ese bebedero en una simple zona de ocio y el bosque hizo lo que mejor sabe: asilvestrarse.

De este modo, lo que el hombre hacía sin querer, llevado por la necesidad, hubo que empezar a perpetrarlo por obligación para que el parque no se engullera a sí mismo. «La hecatombe en la montaña empieza cuando desaparece la gestión rural», admite el gerente, que de esos tiempos lamenta las desgracias en forma de barracas ilegales, urbanizaciones fuera de ordenación urbanística, huertos ilegales y vertidos descontrolados de basura.

La biomasa recogida, además de Italia, tendrá como destino la planta de la Zona Franca ¿no estará a pleno rendimiento hasta el 2019¿ y, en un futuro, se empleará también para alimentar la caldera de biomasa que se acaba de instalar en Can Balasc para dar suministro a la calefacción de unas instalaciones del consorcio. Se espera, avanza Martí, que con el tiempo no solo salga gratis limpiar el bosque, sino que, de alguna manera que se está estudiando, la recogida de maderos pueda incluso generar beneficios para Collserola.