NUEVA ERA EN BARCELONA

PDECat y ERC echan un capote a Colau con los presupuestos

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Toni Sust / Barcelona

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Nueva etapa en el Ayuntamiento de Barcelona. Tan solo 48 horas después de que el pacto entre Barcelona en Comú y el PSC quedara sentenciado por una votación de la militancia del partido de Ada Colau, la inminente separación ya ha tenido sus efectos. Mientras el equipo de Barcelona en Comú se centraba en dibujar un nuevo reparto de las áreas de responsabilidad, que anunciará el jueves, y al tiempo que ejecutaba el divorcio con sus socios socialistas, el proyecto de presupuestos para el 2018 volvía extrañamente a la vida. Quizá solo temporalmente. El texto ha superado su aprobación inicial y ahora se abre un periodo de semanas durante en el que los grupos tendrán tiempo para negociar. Ha sido posible por la abstención del PDECat, de ERC y del propio PSC.

Cuando la aplicación del artículo 155 no se había interpuesto todavía entre Colau y el jefe de filas del PSC en el ayuntamiento, Jaume Collboni, el guión era claro: la oposición iba a rechazar las cuentas, llevándolas así al pleno de la semana, donde iba a iniciar un procedimiento igual al del año pasado: plantear una cuestión de confianza, abrir un periodo de un mes para que la oposición intente pactar un nuevo alcalde que sustituya a Colau. Y si no se alcanza ese pacto, que es inviable vista la aritmética política municipal, luz verde automática para el proyecto de presupuestos.

Pacto puntual de no agresión

Pero todo ha cambiado. El grupo Demòcrata, el PDECat en el consistorio, y el de ERC, los dos que reclamaron a la alcaldesa que echara al PSC, consideraban que no resultaría lógico castigar a Colau cuando ha acabado haciendo lo que pedían, si bien delegando esa decisión en la militancia y sin que esté claro que fuera lo que ella quería. Ni su equipo dice conocer cuál fue el sentido de su voto en la consulta de Barcelona en Comú, pero se intuye que no debe invadirle la euforia ante el reto de afrontar el año y medio de mandato que queda en precario, en cuanto a lo que a manos para gestionar se refiere.

El PSC anunció horas antes que no tenía intención de votar a favor de las cuentas, algo previsible en la tesitura actual aunque también llamativo: los socialistas no respaldan las cuentas de las que, como socios de gobierno, comparten la autoría. La abstención era la salida más razonable: si hubieran votado en contra el proyecto habría sido rechazado, y era mucho cambio de posición.

En cuanto a los exconvergentes y los republicanos, no parece fácil que acaben pactando los presupuestos, pero estaban obligados por lo que anunciaron cuando pidieron a la alcaldesa que rompiera con el PSC: “No la dejaremos caer”. Alguna opción de pacto hay, por lo menos formal: el lunes, el primer teniente de alcalde, Gerardo Pisarello, se reunió con la concejala del grupo Demòcrata Sònia Recasens para abordar este tema.

Abstención técnica, abstención cautelar

En la comisión, Recasens ha anunciado que el grupo Demòcrata optaría por “una abstención técnica” para “ejercer una oposición responsable”. Con ello, ha subrayado, se gana tiempo para debatir el proyecto, del que a renglón seguido ha abominado, advirtiendo de que debería cambiar mucho para recibir su apoyo. A continuación, el republicano Alfred Bosch ha anunciado “una abstención cautelar”, si bien ha lamentado que el gobierno ni se haya reunido con su grupo para hablar del proyecto.

A la socialista Montserrat Ballarín, visiblemente molesta, le ha tocado anunciar que el PSC se veía obligado a tomar una decisión marcada por la “ruptura unilateral” del acuerdo de gobierno y el hecho de que en la ciudad ha habido un cambio de banderas: “Se ha cambiado la bandera de Barcelona por la estelada y no quiero pensar que por la suiza del trust de Trias”.

En definitiva, las abstenciones de ambos grupos y la del PSC han permitido que el presupuesto para el 2018 sea aprobado inicialmente: Ciutadans, el PP y la CUP han votado en contra (11 concejales), Barcelona en Comú a favor (11 concejales), y el voto de calidad del gobierno ha deshecho el empate. Los presupuestos ya no irán al pleno de noviembre sino al del 22 de diciembre. Quizá los resultados de las elecciones autonómicas que se celebrarán un día antes ayuden a definir su futuro. Si no prosperan, se activará la cuestión de confianza y habrá presupuestos a finales de enero o principios de febrero.