Así funcionan los clubs de intercambio de parejas y orgías que florecen en Barcelona

La edad de los 'swingers' disminuye y se amplía la variedad de la oferta de los locales

SWINGERS INTERCAMBIO PAREJAS ORGIAS

SWINGERS INTERCAMBIO PAREJAS ORGIAS / periodico

ISIDRE ESTÉVEZ / BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Dicen los más veteranos que el primer club de intercambio de parejas abierto en Barcelona llevaba el expresivo nombre de La Caraba. Abrió a mediados de los años 70 y cerró en una fecha indeterminada de los 80. Antes, las parejas liberales o 'swingers' catalanas organizaban fiestas privadas en círculos muy cerrados. Los iniciados se comunicaban entre sí mediante apartados de correo postal y anuncios de contactos en revistas como 'Lib', fundada en 1976 y que aún sobrevive en una precaria edición online. Mientras en países vecinos como Francia (donde se calcula que existen cerca de 500 clubs liberales en funcionamiento) florecían sin freno este tipo de locales, en España solo empezaron a prosperar tras la muerte de Franco.

La irrupción de internet revolucionó, también, esta escena. Páginas como AdultfriendfinderSpicyMatchOk Swingers Pasión Liberal ponen al alcance de un clic la posibilidad de interactuar con parejas afines e intercambiar experiencias, fotos o vídeos. Un palpitante mundo de contactos, comunidades y sexualidades que, aunque se organizan fácilmente mediante la red, continúan utilizando los clubs como punto de encuentro donde llevar a cabo sus fantasías.

DE LUJO Y DE BARRIO

La escena de clubs para parejas 'swingers' en Barcelona es cada vez más variada. Laura Carrión, directora de la web Todo Sexo en Barcelona y coautora del libro 'Lo que de verdad nos pone', conoce al dedillo el mundo 'swinger' barcelonés y resume sus tendencias así: “Se ha democratizado mucho, y eso también ha conllevado especialización. Hay clubs de lujo en la zona alta y otros de barrio y más modestos, porque la práctica se ha abierto a todas las clases sociales. Ha bajado la media de edad y empieza a haber mujeres que acuden solas o con amigas a algunos clubs”.

Respeto es la palabra más repetida por 'swingers' y empresarios del sector. La regla de oro en cualquier club de intercambio es no violentar la voluntad de nadie. Un gesto basta para rechazar el contacto físico y una mirada para desatarlo. La insistencia es anatema.

POCOS PROLEGÓMENOS

Carla es una alta ejecutiva. Casada, 45 años, dos hijos adolescentes y varias hipotecas vigentes. A pesar de tanto trajín encuentra tiempo para  frecuentar clubs de 'swingers' en compañía de distintas parejas, entre las que no se incluye a su marido. “Hace más de 20 años que visité por primera vez uno de estos locales. Me sorprendió el ambiente sórdido y el perfil de la clientela, alejado del ambiente alternativo o glamuroso que soñaba en mis fantasías. Tardé en regresar más de 10 años, y entonces decidí experimentarlo con un amante. Aunque hago visitas periódicas, siguen sin ser mis lugares favoritos para el sexo casual”. Carla prefiere, cuando tiene ocasión, asistir a fiestas con sexo u orgías privadas. “Me seducen las personas más por su cabeza que por lo puramente físico, y en un club 'swinger' eso es más difícil de encontrar, porque allí se va a follar y no hay demasiados prolegómenos”.

En el mercado de las fiestas liberales también hay un sector de lujo, cubierto a nivel internacional por empresas como la suiza Castleevents, que organiza fiestas en castillos europeos inspiradas en la estética de la orgía soñada por Stanley Kubrick en 'Eyes Wide Shut'. 'Dress code' estricto con máscaras venecianas, decorados barrocos, camas redondas, cátering de lujo y ambiente exclusivo, a precios que superan los 500 euros por pareja. Aunque organizaron eventos en Barcelona e Ibiza en el pasado, donde tienen su mercado natural es en Suiza y la Costa Azul.

HOMBRES SOLOS, NO

En Barcelona la oferta de clubs y fiestas se ha diversificado, pero no alcanza ese nivel de ostentación. Manu, sevillano afincado en Barcelona desde hace 25 años, es el encargado de Training Pedralbes, uno de los clubs más grandes y frecuentados del circuito, abierto desde hace ocho años. Se muestra reticente a hablar con los medios. Hasta que se suelta. Insiste en la importancia de la discreción para su negocio y en la fidelidad a las reglas que guían su política: “Yo quería ambiente 'swinger', no un local de copas ni gente que busca sexo barato. Tampoco quiero desmadre.” Lo que entiende Manu por desmadre es, en breve, que no se respeten las normas de la ortodoxia del mundo 'swinger'. Esto es, no admiten en general a hombres solos, ni dejan que vengan parejas que no sean auténticas. Autenticidad define a parejas comprometidas, no a las formadas por un hombre y una prostituta contratada como acompañante. Un tabú recurrente en un mundo en el que rige el principio de que el sexo no se compra, sino que se comparte.

La iniciación de Manu en el mundo 'swinger' vino, cómo no, de la mano de una novia francesa. “Me impresionó porque soy de pueblo, y no sabía nada de esto. Ella me llevó a un club y al principio flipé. Luego lo fui asumiendo con más normalidad, y hoy es mi trabajo.” Tras visitar muchos clubs que define sin complejos como “tugurios” soñó con un club como Training. “La escena se ha rejuvenecido y la gente tiende a socializar más antes de practicar sexo”, remata.

MANSIÓN CON PISCINA

Training no es el único club de campanillas para 'swingers' que se encuentra en la zona alta. Oops!, abierto hace tres años en una mansión de la calle Anglí con piscina y suntuosa decoración, compite también por el cetro del glamur en el sector.

Otros clubs con menos pretensiones aplican políticas de admisión menos estrictas y dan cabida a prácticas que chocarían en los clubs más puristas. Los precios de las entradas, comparados con los de la zona alta, son 'low cost'. Charlie Privée, en la Meridiana, organiza maratones bisexuales de 18 horas en las que pueden entrar hombres solos y casi todo está permitido siempre que no sea forzado.

LA FACCIÓN MODERNA

Al final, los principios y normas que rigen el mundo 'swinger' nacen de la transgresión de las reglas de la pareja monógama. Un arquetipo que ya no goza de la hegemonía de antaño, así que parece lógico que otros modelos de orientación sexual o identidad de género también exploren vías para incorporar el sexo como actividad recreativa.

Hace unos meses se celebró la última edición de Sociedad Cerrada, un formato de fiestas itinerantes en las que el 'dress code' era abierto pero excluía la ropa de calle. Fantasía, disfraces, actitud positiva y una sola norma: respetar y aprender de las diferencias. Se practicaba sexo, pero no eran orgías propiamente dichas y el público era mucho más variado en orientación e identidad sexual que en un club de intercambio al uso. Tras 10 años en activo, sus promotores decidieron cesar su actividad.

FIESTAS LIBERTINAS

Los herederos del espíritu de Sociedad Cerrada son Tania y Albert, dos amigos que organizan desde hace tres años y con una periodicidad bimensual unas fiestas semisecretas cuyo nombre prefieren no desvelar -pista: traduzcan al idioma de Lewis Carroll un lagomorfo chiflado-. Para asistir hay que registrarse, rellenar un pequeño test y ser aceptado por los organizadores. No se puede asistir con ropa convencional. Hay dj, actuaciones en vivo y animación, y el sexo se entiende como una expresión natural del ambiente festivo. “Aunque vienen 'swingers', no es una fiesta específica para ellos”, apunta Tania. No hacen publicidad y la localización, siempre cambiante, solo se desvela horas antes del evento.

Tienen como referentes fiestas londinenses míticas como Torture Garden o Kinky Gerlinky, aunque Albert matiza: “No hemos inventado nada, queremos recrear el espíritu de las fiestas libertinas venecianas, el ambiente del Moulin Rouge y la promiscuidad bien entendida, como mezcla de gentes de diferentes procedencias y que no tengan tabús ni complejos”. Cuando Nacho Vidal mencionó públicamente el nombre de sus fiestas, descartaron el 99% de la avalancha de solicitudes para asistir que recibieron como consecuencia. Los fans del actor porno no son su 'target'. 

A sus fiestas han venido expresamente algún jeque catarí -“que vengan más, ¡esos compran botellas!”, exclama Albert- e invitados de Londres, Florencia o Berlín. “Es un espacio de libertad y fantasía, y el sexo forma parte de ello, pero no es lo esencial”, apostilla Tania. La noche de Fin de Año celebraron una, y planean dar el salto a Madrid en breve.

TEMAS