La ciudad desde Collserola

Cazador de amaneceres

CARLOS MÁRQUEZ DANIEL / BARCELONA

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Hoy le toca a la escuela Jacint Verdaguer de Canovelles pasar por el observatorio Fabra. Más allá de los aparatos, las anécdotas y las anotaciones científicas, Alfons Puertas quiere que estos chicos de 11 años se vayan con un mensaje muy claro: la observación es gratis, y es el mejor instrumento para captar las cosas, para interpretar la realidad. Es así, con los sentidos, como este meteorólogo de 42 años consigue tomar sensacionales fotos de Barcelona desde su puesto de trabajo. Porque además de gustarle el entorno, sabe cuándo y dónde debe mirar. Se anticipa a la acción, y el resultado, juzguen ustedes mismos, es cosa fina.

Fue hace 10 años, al entrar en la plantilla del centro, cuando empezó a aficionarse a la fotografía. Lo de la meteorología había empezado mucho antes, en la adolescencia. Recuerda que los días de tormenta volvía loca a su madre porque abría la ventana para observar el comportamiento del aguacero. "Todavía hoy me lo recuerda". Lo de la fotografía comenzó con un barniz profesional, por la voluntad de documentar los fenómenos que pudieran contemplarse desde Collserola. Y las nubes, sobre todo las nubes, porque cada una tiene una forma, un origen, incluso una función, un destino y un final. No se considera fotógrafo porque no se ha formado como tal y respeta esa profesión como le gusta que valoren la suya. Pero con el tiempo ha perfeccionado dos aspectos fundamentales de este arte: "La luz y la composición hacen que gane potencia visual".

LOS MESES BUENOS

Explica que la salida del sol desde el Tibidabo es más fotogénica entre octubre y febrero. "Después ya no tanto porque sale más al norte, en el Maresme, y no tengo edificios que me llenen el cuadro". También hay días muy concretos del año en los que se puede ver, e inmortalizar, la sierra de Tramuntana de Mallorca, en una línea recta imaginaria desde Montjuïc. "Son seis o siete días al año, más o menos por estas fechas. Luego hay una semana más que se ve la isla pero no es tan bonito".

Su hora de entrada -llega cada día desde Cardedeu- bascula entre las ocho y las nueve de la mañana, pero antes del amanecer ya suele estar en el observatorio, inaugurado en abril de 1904 por el rey Alfonso XIII y financiado con una generosa donación de Camilo Fabra, marqués de Alella y exalcalde de la ciudad, a la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona. Casi todos los días se asoma a la azotea, junto a la cúpula del telescopio Ecuatorial (pura artesanía), y echa mano de su buen hacer como meteorólogo para dar con el mejor momento. "Quizás el punto justo en el que sale el sol no sea el más fotogénico. Puede que sea mejor esperar a que se esconda detrás de aquella nube". Es decir, de la predicción meteorológica saca una predicción fotográfica. "Ahora sé cuál es el mejor momento para disparar".

Alfons se pirra por las nubes. Donde el neófito adivina una tormenta tras la montaña, él advierte «un posible mesociclón, una especie de pedestal que baja de la base de la nube dibujando una rotación». Sí, es cierto, es su trabajo, pero es que además se nota que le gusta, y eso ya no es tan habitual. El 90% de los días laborables hace fotos. Los festivos y las vacaciones las dedica a su pareja. Cuando está dentro del edificio, sentado en el despacho que fue el dormitorio de los masovers del lugar, mantiene un ojo fuera, "pero siempre por la meteo, no por las fotos". De su relato queda claro que no existe una cosa sin la otra, que lo primero es su vocación, y luego una afición por la que algunos ya han intentado pujar. "No tengo ninguna pretensión económica, solo, si puede ser, hacer fotos cada vez mejores". Es por eso que está ahorrando, porque no vayan a pensar que usa un aparato profesional. Ni mucho menos. Tampoco usa Photoshop, sino el programa que venía con la cámara. Una vez retocadas, las cuelga en Twitter (@alfons_pc) (@alfons_pcy en su página de Flickr.

Corre el riesgo Alfons de que se le valore más como fotógrafo que como meteorólogo. La pregunta le deja algo descolocado. "El hecho de tener trabajo y que además sea en el observatorio Fabra, ya es para mí suficiente premio. En cuanto a la fotografía, no te voy a engañar, me gusta que me digan que se me da bien, y eso me anima a seguir".