BARCELONEANDO
El caudillo y el bufón
Entre el Constitucional y Baños, a Mas se le está complicando mucho la existencia
Observo que, últimamente, en mis almuerzos y reuniones con amigos -todos ellos malos catalanes, despreciables botiflers, inadaptados sociales y colonos del género tonto, dado que cualquier colonizado nos entierra en dinero-, hay un tema que nos alegra a todos las pajarillas. Se trata del hecho de que el Astut Mas, un hombre que se toma más en serio a sí mismo que al pueblo que supuestamente gobierna, dependa en estos momentos para la conservación de su poltrona de Antonio Baños, al que probablemente considera un botarate utópico al que nadie debería prestar la menor atención.
Y es que algunos nos sentimos vindicados por Baños, aunque no le votemos para evitar que nos saque del euro, de la OTAN, de la Unión Europea y, si le dejamos, del sistema solar, pues igual ha descubierto que todos los planetas -incluidos los deshabitados- están controlados por el capitalismo y las oligarquías locales y lo que hay que hacer es trabajar por una Galaxia de los Pueblos.
Nos ocurre especialmente a los que nos dedicamos a esa manera tan divertida de perder el tiempo que es el periodismo de opinión y que, nacidos a mediados de los 50, siempre hemos tenido por encima a un falso hermano mayor en forma de redactor jefe que nos consideraba unos frívolos adictos al sexo, las drogas y el rock and roll. Buenos chicos, sí, y hasta progresistas a nuestra peculiar manera, pero inferiores moralmente a ellos, los últimos antifranquistas.
Ni a la esquina
En los últimos tiempos, los tarambanas del underground hemos visto como muchos de esos hermanos mayores se convertían en su peor pesadilla juvenil o se apuntaban al nacionalismo, convirtiéndonos nosotros en las personas sensatas que ellos aparentaban ser. Lo de Baños con Mas es como si Juan Luis Cebrián me necesitara para seguir lucrándose a costa de la empresa que él mismo se ha cargado. Y ni siquiera soy amigo de Baños: le conocí superficialmente hace tiempo, cuando hacía de periodista, y me pareció un tipo simpático con el que no me habría importado ir de copas.
Ya entonces buscaba su lugar en el mundo, que creyó hallar en la economía alternativa hasta que se hizo independentista y, puestos a meter la pata hasta la ingle, se hizo de Súmate y de la CUP. Pero las copas siguen en pie, Antoñito, ¡y pago yo! En el caso del Astut, suscribo la célebre frase de Mascarell de hace un montón de años: «Yo con los convergentes no voy ni a la esquina». Me causaría prevención incluso darle la mano, pues creo que debería cerciorarme de que, después de estrechársela, no me hubiera desaparecido el 3% de cada dedo.
Y además, Baños es, a su peculiar manera, mucho más honesto y coherente, pues ya ha dicho que sin los votos suficientes no se puede plantear una DUI y que, aunque se solidariza con el Astut por sus problemillas con la justicia española, dicha solidaridad no llega a los extremos de investirle presidente de la nueva Catalunya. ¡Qué diferencia moral con el marrullero de Mas, que se agarra a los escaños y a la supuesta voluntad de un pueblo para seguir pillando cacho y ocultar las trapisondas de los suyos!
Lamentablemente para nosotros, los colonos de mierda, no todos en la CUP están a la altura ética del líder de Los Carradine (artista polifacético, Baños también toca en una banda de rock, aunque ignoro si el nombre es en homenaje al actor de La diligencia o a su hijo, el que falleció de autoasfixia erótica en el armario de la habitación de un hotel tailandés; yo me inclino por este, de todos modos). Ya empiezan a oírse voces que piden un sacrificio ideológico en aras de la ansiada independencia; sin ir más lejos, la del escritor Julià de Jodar, en un insólito (y transitorio, espero) abandono de su tema favorito: lo bueno que es y el poco caso que le hacen los lectores.
Conservar la cabeza
Pero yo quiero creer que el bueno de Baños se va a mantener en sus trece y vamos a poder asistir a un remake catalán de Bienvenido, Mr Chance, con Raül Romeva en el papel que inmortalizó el llorado Peter Sellers. A ser posible, sin ideas de bombero como lo de la coral con cuatro presidents y presencia femenina, que yo solo secundaría si compartieran el cargo La Trinca y Núria Feliu.
A mis amigos y a mí nos hace mucha gracia que al Caudillo de Cataluña se le subleve el bufón y no tenga manera de cortarle la cabeza, pues bastante trabajo tiene intentando conservar la suya. Sus fieles le echan manitas conceptuales de mucho fuste -insuperable mi amigo Vicent Sanchis al calificar a los cuperos de neofalangistas-, pero entre Baños y el Constitucional, al nuevo Companys le están haciendo la vida tan imposible como él nos la ha hecho a más de uno: a veces, estimado Astut, donde las dan las toman.
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