El vahído de Malkovich

La Casa Planells de Jujol dejó deslumbrado al actor la primera vez que se topó con ella

Vista de la casa Planells, la obra maestra de Josep Maria Jujol en Barcelona y la obra que sedujo a Malkovich.

Vista de la casa Planells, la obra maestra de Josep Maria Jujol en Barcelona y la obra que sedujo a Malkovich. / periodico

NATÀLIA FARRÉ / BARCELONA

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No hay que tomarse el título al pie de la letra. O por lo menos no hay que asociarlo a desfallecimiento o desmayo. Más bien a turbación o síndrome de Stendhal. El que sufrió John Malkovich la primera vez que vio la Casa Planells: "Me quedé parado frente a la casa sin saber por qué. La gente pasaba y me preguntaba si me encontraba bien", explicó en el 2010 en Tarragona, en el Teatre Metropol. Se supone que el protagonista de 'Las amistades peligrosas' iba camino de la Sagrada Família después de ver La Pedrera cuando se topó con la obra de Josep Maria Jujol. Ahí, en el cruce de la Diagonal con la calle de Sicília. Una esquina en la que uno no espera encontrarse el canto del cisne del modernismo, sino más bien un edificio gris como los que hay alrededor.

Tampoco hay que tomarse al pie de la letra la explicación de Malkovich, pues hay otra versión, la que él mismo le contó al arquitecto Arturo Frediani durante una cena en el 2004. En este caso, afirmó, iba en coche y el semáforo se puso rojo a los pies de la gran obra de Jujol en Barcelona. La impresión fue la misma. Malkovich quedó tan perturbado por la arquitectura que acababa de ver que al llegar al hotel se lo comentó al recepcionista. Se hospedaba en el Ritz así que el empleado era de los que saben qué hay que hacer. Y lo hizo. Al día siguiente el actor encontró en su habitación un montón de libros sobre Jujol y Gaudí.

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Da igual cuál es la versión buena. El caso es que la Casa Planells encendió la pasión del camaleónico intérprete por la obra de Jujol. Del que asegura no es experto pero sí un admirador. Lo es mucho. Tanto como para tener en su casa de la Provenza un banco hecho con la técnica del 'trencadís'. Tanto como para participar en el centenario del Teatre Metropol con 'The infernal comedy' y charla sobre el arquitecto incluida. Y tanto, también, como para visitar regularmente y de incógnito Vistabella (Tarragonés), donde se levanta otra de las obras maestras de Jujol: el templo del Sagrat Cor. Esto último lo cuenta otro Jujol, el hijo del creador y custodio de su legado.

MUCHO INGENIO Y POCO PRESUPUESTO

Malkovich no será experto pero dice lo que dicen los que saben del tema: "Jujol siempre crea cosas nuevas a través de los materiales más pobres. No es un trabajo de ricos, creado a partir de ricos y para ricos. Por eso es más intenso, se mueve y se agita". Menos poético se muestra Frediani, que no solo conoce la obra de Jujol sino que ha vivido en ella. Tuvo durante un tiempo su estudio en la mismísima Casa Planells, en el principal, el de la fantástica tribuna: "Es un edificio duro de habitar porque se hizo con un presupuesto muy bajo. Pero Jujol ponía ingenio donde no llegaba el presupuesto. Ya que los que le contrataban no solían ser  potentados. De manera que el solar mide 80 metros cuadrado y los pisos 120. Si en un solar de 80 metros cuadrados le pones una escalera, las viviendas  deberían ser de 60 metros.  Pero Jujol duplicó el espacio con tribunas y altillos. Hizo maravillas", sostiene el arquitecto poseedor, entre otros premios, de dos FAD.

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La casa es modernista por la fachada de la Diagonal, ondulante y curvada, y próxima al racionalismo por la calle de Sicília, con lateral rectilíneo. Aunque a juicio de Frediani no es ni una cosa ni la otra. Es simplemente "original" como lo era Jujol: "Gaudí es una figura gigante, que se come a cualquier arquitecto, pero Jujol era buenísimo, el segundo mejor, por delante de Puig i Cadafalch o Domènech i Montaner". Ahí es nada.

POR FUERA Y POR DENTRO

Con todo esto sobre la mesa lo suyo es plantarse frente a la Casa Planells, como Malkovich, y observarla desde todos los lados posibles. Ahora se puede. Pero durante años tuvo una lona que cubría el espectáculo. El edificio tiene problemas que se solucionaron a medias. Se repararon los daños estructurales, que los tenía, y se pintó. Pero no se recuperaron ni las persianas de libro ni los óculos ahora cegados. Vista por fuera hay que gozarla por dentro si uno tiene la suerte de encontrar la puerta abierta: la escalera con barandilla de hierro forjado es para disfrutar. Aunque para deleitarse con los  mosaicos u otras filigranas ya hay que conocer a uno de los inquilinos de los seis pisos. Y que estos, como Frediani, los hayan recuperado.

Materiales pobres y poco mantenimiento para una joya arquitectónica. Y es que lo mejor que le podría pasar a la Casa Planells es que la comprara Malkovich. Frediani y Jujol hijo se lo propusieron. El actor sonrió.