Una sonrisa y un solo minuto

Los contratados para captar fondos solidarios entre desconocidos buscan conectar con la mirada para intentar, casi siempre en vano, que el peatón se detenga

Captadores de oeneges en la calle  Medicos del Mundo en el Pg de Gracia y la Pl Catalunya

Captadores de oeneges en la calle Medicos del Mundo en el Pg de Gracia y la Pl Catalunya / periodico

PATRICIA CASTÁN / BARCELONA

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Carles T. tiene 28 años y ha trabajado intermitentemente como captador para entidades sin ánimo de lucro cuando la necesidad económica ha sido “imperiosa”. Un currículo que le autoriza a sentenciar que es una tarea dura si no se hace por convicción o ideales. Por un salario, la presión de conseguir una media de un socio al día para mantener el puesto le genera “estrés” y muchos “malos rollos” que a veces se lleva a casa. “No te mandan a la mierda porque vendes una causa solidaria, no un seguro ni un contrato de móvil, pero con que te eviten o te den excusas... van haciendo mella en tu ánimo”, mantiene.

Como recurso clave, detalla, “es esencial cruzar la mirada con la persona a la que vas a dirigirte”. Si lo logran antes de que el peatón baje la vista hay una oportunidad, un cierto reparo a la huída. Pero si se aferran al móvil o aceleran el paso, es difícil que acudan a un reclamo verbal, por muy salado que sea el captador/a. Es frecuente que se dirijan al sexo contrario, pero no por orden superior, sino como recurso personal. Cuando se hace un bingo se mitigan las 40 negativas previas, relatan.

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Y eso que los importes, aunque pueden variar, suelen ser modestos. El último estudio de la AEF (el nuevo se publicará en junio) apunta a 133 euros anuales como aportación media, con predominio de mujeres (58%) donantes, nivel económico medio-alto y la mitad de más de 55 años. Solo un 10% tienen menos de 35 años. Catalunya es una de las comunidades más solidarias.

Los numerosos captadores con los que ha hablado este diario a pie de calle no suelen ser vocacionales. Necesitan ingresos y echan la carne al asador. “Pero no todos valen”, dice una chica de 25 años que afirma ganar unos 700 euros al mes, “he visto a muchos dejarlo el primer día. Es duro aguantar el desprecio de mucha gente, que pasen de ti”.

INGRESOS VITALES

No faltan viandantes temerosos de que tras la actividad se esconda un fraude -incluso hacen comprobaciones telefónicas- o convencidos de que la mitad de su donación se evapora en en el engranaje de las entidades. Pero fuentes del sector aseguran que en torno al 80% se destina a la causa, y que la financiación privada llega a suponer el 90% de ingresos de muchas oenegés. Sin ellas, se extinguirían. Apenas nadie dona de forma espontánea entrando en sus webs.

Miquel es otro estudiante que estuvo a punto de aceptar un puesto de este tipo, tras superar varios procesos de selección. Pero le desanimó la necesidad de captar donantes para garantizar su salario, asegura. “Tuve miedo de acabar trabajando gratis”. En cambio, Patricia lleva dos meses en una oenegé y casi desde el principio es jefa de grupo. Asegura que su carácter la avala para la misión, encaja con buena cara cualquier negativa y cree que su sueldo es mejor que el de otros empleos eventuales.

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Y es que la sonrisa se presupone el pasaporte obligatorio para el puesto, así como los modales y la actitud positiva. El decálogo de la Asociación Española de Fundraising incluye “mantras” como que la gente “es buena y quiere un mundo mejor”, que para captar “hay que hablar de dinero y pedir”, que hay que presentar “la causa” o que hay que “llegar al corazón” y “aprender del no”.

LLUEVA O NIEVE

Algunas empresas especializadas en el 'fundraising' y que proporcionan personal temporal a las oenegés destacan en sus anuncios el gancho de "trabajar en equipo, fuera de un despacho y en contacto con el público". Lo pintan como ventaja pero puede ser todo lo contrario según las circunstancias. Laia trabajó más de tres meses en una entidad humanitaria y recuerda especialmente el frío que pasó en pleno invierno tantas horas en la calle y algún resfriado, mientras trataba de alcanzar los 18 asociados que le exigían. Para lograrlo tuvo que recurrir a toda su familia y amigos. "De cada 12 personas a las que pides un minuto solo una se para, y muchas veces es por educación antes de decirte que no". Ganaba más de 600 euros, pero nunca logró sumar incentivos.