Espiritualidad matérica y tardía

La UPF reabre al culto del arte la capilla laica que Tàpies concibió en su subterráneo

Imagen de la Sala de Relexió que Tàpies concibió en el campus de la Ciutadella de la UPF.

Imagen de la Sala de Relexió que Tàpies concibió en el campus de la Ciutadella de la UPF. / periodico

NATÀLIA FARRÉ / BARCELONA

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La obra de Antoni Tàpies no genera unanimidad entre el público. Mucho lo admiran, no hay duda. Aunque también los hay que no se cortan un pelo en soltar la consabida muletilla: "Eso también lo hago yo" frente a una de sus abstractas piezas, sobre todo aquellas que dicen más por lo que esconden que por lo que muestran. Pero la obra del artista matérico sí genera unanimidad entre el sector del arte, o por lo menos la genera entre los directores de museo, a tenor de lo visto la semana pasada en lo que en su día fue cuartel militar, cuarteles, dos, para ser exactos, y hoy es campus universitario. 

Estaban todos los que mandan en los principales centros de Barcelona, a excepción del responsable del Macba, de viaje a Italia; y estaba también el que lleva las riendas de la pinacoteca de las pinacotecas, la del Prado. Tanta solemnidad tenía una razón de peso: reabría la Sala de reflexió, el espacio que Tàpies pensó en 1996 para la meditación en el recinto de la Ciutadella de la UPF. Y que solo permitió la introspección durante unos pocos meses. Cerró. La seguridad se impuso a la espiritualidad.

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El anuncio de reapertura fue el Día de los Museos, la jornada que precede a la Noche de los Museos, pero que, pese a su veteranía, no goza de la misma prédica. Y el anuncio no llegó solo, lo hizo acompañado de más novedades: No abre únicamente la oficiosa capilla laica, sino que además la universidad pone a disposición de los barceloneses, y turistas, por supuesto, otras obras de arte que atesora. ¿El objetivo? "Que el centro no sea una ciudadela, a pesar de encontrarse en la Ciutadella", según su rector Jaume Casals. O sea, la universidad no quiere ser un monumento inexpugnable. 

Inexpugnable ya lo fue en su día, cuando el espacio era territorio marcial. Ahí se levantaban, y se levantan,  los cuarteles Jaume I y Roger de Llúria, construidos tras la demolición de la fortaleza levantada por Felipe V y rehabiltados para la enseñanza en 1997. La capilla laica, en medio de ambos edificios, es un buen reclamo para entrar. No en vano muchos la hermanan con la que hizo Rothko en Houston por encargo de los coleccionistas De Menil, o con la que levantó Matisse en Saint-Paul de Vence por petición de la hermana Jacques-Marie, enfermera del artista antes de dominica.

Aquí el encargo llegó del primer rector de la UPF, Enric Argullol. Y no era fácil. Un subterráneo de hormigón de 10x5 metros se antoja más apto para la claustrofobia que para el recogimiento, pero Tàpies consiguió darle la atmósfera adecuada con un espacio austero y silencioso. Ni rastro del bullicio exterior. Las discusiones del ágora, justo encima, no se oyen, como tampoco retumban los rugidos de los no muy lejanos leones del zoo. En la moderna cripta reina el mismo silencio que en el Dipòsit de les Aigües, hoy biblioteca y antaño regulador del caudal de la cascada del parque. El edificio, inspirado en la Cisterna Basílica de Estambul, lleva la firma de Josep Fontserè y los cálculos de Antoni Gaudí, y es otra de las joyas a mostrar.

HIERRO FORJADO PARA LA PIQUETA

Pero hay más. Concretamente una colección de 26 piezas, una por año que lleva la universidad en marcha, firmadas por, entre otros, Jaume Plensa, Miquel Barceló, Perejaume, Eduardo Chillida, Antonio Saura y el propio Tàpies. Solo se muestran dos originales, el de Saura y el del artista matérico, el resto lucen en una pantalla mientras aguardan su turno para presumir. Su alternativa depende del presupuesto. Hay ganas, pero es cuestión de tiempo. Mientras llega el momento, hay visitas, previa reserva, los miércoles. El paseo vale la pena, y el entorno, también, sobre todo lo que queda de las que fueron viviendas militares. Su destino es la piqueta, pero sus galerías de hierro forjado son un pequeño tesoro a conservar en la retina.