Torneos que hay que ganarse a pulso

Son campeonatos de lucha de brazos. Los pulsos de toda la vida. Está considerado un deporte en Catalunya desde hace tres años. Aquí tienen hasta al malo de 'Yo, el halcón'

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ANA SÁNCHEZ / BARCELONA

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Te da la sensación de haberte colado sin querer en una peli de Van Damme. Aquí te podrían sacar un ojo con algún bícep. Por fuera, parecía un restaurante más de la Barceloneta: Pasa Tapas. Dentro, está a punto de empezar un campeonato de lucha de brazos. Los pulsos de toda la vida. “La gente no sabe ni siquiera que es un deporte”, se lamentan.

Hay dos mesas con almohadillas donde aposentar los codos y agarres para las manos. Dos árbitros con camiseta a rayas negras y blancas. Igualito que en ‘Yo, el halcón’, la peli culpable de que los niños de los 80 fueran por ahí haciendo pulsos con la gorra del revés y gangrenando pulgares ajenos al intentar hacer el movimiento fetiche de Sylvester Stallone. Te agarrabas bien al pulgar del contrincante en plan llave inglesa, levantabas uno a uno los cuatro dedos restantes a cámara lenta y, pam, ganabas fijo. “Es película”, menea la cabeza Sonia Miras. “Si levantas los dedos como hacía él, pierdes fuerza”, desmitifica. “El control de la mano es el 50% del pulso”.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"El movimiento fetiche","text":"\u00a0que hac\u00eda\u00a0Stallone en 'Yo, el halc\u00f3n' no sirve en el mundo real. \u201cSi levantas los dedos como hac\u00eda \u00e9l, pierdes fuerza\u201d, desmitifican\u00a0"}}Sonia Miras -36 años- disimula hoy músculo bajo una camisa negra. Si la 'googleas', aparecerán sus bíceps con una frase con pegada: “El puñetazo de esta mujer tiene 300 kilos de potencia”. Ha llegado a subir solo con sus dedos ¡115 kilos! «Estoy en un deporte mayoritariamente de hombres y en un trabajo mayoritariamente de hombres», se encoge de hombros. Es conductora de autobuses. Decir que se ha ganado su reputación a pulso se pasa de literal: ha sido 12 veces campeona de España, dos veces sexta del mundo. Es la presidenta de la asociación catalana de lucha de brazos y del club de Santa Coloma de Gramenet, que fue el primero que abrió hace tres años. Ya hay cinco en Catalunya.

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“Aquí tenemos al malo de ‘Yo, el halcón”, sonríe Sonia. Es difícil no ver llegar a Sergio. Imposible disimular que se te ha quedado la boca abierta. Popeye saldría corriendo al verle. Es un clon del mastodóntico Bob 'Bull' Hurley. Los mismos bíceps XXL, la misma camiseta roja de la película: ‘Blaster’, se lee en el pecho, ‘artificiero’. Es idéntico hasta que saluda: este tiene cara de buenazo. Campeón de Catalunya de pesos pesados, tercero de España. ¿Su truco? “Entrenar –responde-. Aquí la constancia tiene premio. Es 60% fuerza y 40% técnica”.

TRES CAMPEONATOS EN BARCELONA

Este es el 4º campeonato de Lucha de Brazos El Halcón. No es el único en Barcelona. En diciembre se celebra el campeonato de Catalunya. En julio se organiza un torneo internacional en homenaje a Francisco Jové Feliú, “el fundador”. Inscribiendo a los competidores está el español que más títulos tiene: Iván Portela. 9 veces campeón del mundo, 8 de Europa. Uno de los árbitros es subcampeón del mundo en la categoría de más de 60 años. “El abuelo”, lo llaman. Es el padre de Sonia.

Hoy se han apuntado una treintena de ‘pulseros’ (así se les llama: ‘pulseros’ y ‘pulseras’). La mayoría lleva camisetas con su nombre detrás y calentadores en el brazo derecho. El ambiente huele a Reflex. “Es crema para dar calor”, explica un competidor. El calor que se nota, al margen de cremas, es sobre todo familiar.  

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Practican pulso americano: se tira con todo el cuerpo. “Brazo recto”, Sonia da una lección exprés a la periodista neófita. “La muñeca, cuanta más alta mejor”. “Hombros paralelos a la mesa”. Te explica tanta técnica que parece una clase de judo. El pie derecho por aquí, tuerce la muñeca, tira hacia dentro. “Uf, qué difícil”, escupes sin querer. “Sí”, sonríe Sonia. “Y todo eso en un segundo”. Al otro lado de la mesa, se coloca Desiré Aliaga, de 13 añitos. Entonces aprendes la primera regla de este deporte: nunca te fíes de la primera impresión. Desiré, con sonrisa inocente, te deja el brazo KO en un segundo. Lleva entrenando desde los 10.

“¡Ready!, ¡go!”, grita un árbitro. Así empiezan los combates. Algunos duran segundos; otros mueven la mesa. Se pitan faltas, se anima como en el fútbol: “Ciérrale!”, “¡gírale!”. Todos los contrincantes se dan la mano amablemente antes de aplastársela en la mesa.

Aquí no, pero fuera de España se puede vivir de esto. “En mi país se puede”, cuenta Jaba, que ha sido campeón del mundo. Es de Georgia. Economista, pero aquí –saca músculo resignado- trabaja en una obra. "Hablan de hacerlo olímpico", dice ilusionado. 

“La gente no sabe ni siquiera que es un deporte”, apunta Sonia. “Hace tres años que se considera un deporte en Catalunya”, añade orgullosa. Les ha costado, dice. Pero está claro que aquí no dan su brazo a torcer.