Un camarero de la Rambla: "¡No te sientes en la terraza!"

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PATRICIA CASTÁN / BARCELONA

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El efecto imán de la Rambla para el turista puede más que cualquier terrible puntuación en las redes sociales y foros de viajeros. Miles de ellos, a diario, se meten entre pecho y espalda monumentales cervezas y sangrías individuales de litro a precios disparatados: 12 euros (más IVA) y 14,95 en varios locales, respectivamente. Solo así se entiende que cualquier noche de verano las terrazas del paseo estén a reventar pese a alinear a algunos de los establecimientos peor valorados de la ciudad en megaportales como Tripadvisor. Sin ir más lejos, tiene el triste honor de contar con el restaurante peor puntuado de España hace un año y medio, entre otros muchos supensos.

Para el barcelonés, la Rambla es un territorio bastante inhóspito que ahora lucha por revertir su imagen con un plan especial urbanístico. Pero salvo algunos hoteles con una buena oferta gastronómica, algún histórico y algún grupo de restauración que ha echado el ancla hace poco al final del vial para dignificarlo, la mayoría están focalizados en el turista y sin mayor ambición aparente que ganar dinero sin contemplaciones, con precios aún más altos que hace seis años, en un chequeo similar. 

Un ramblista de toda la vida lo tiene claro: "Llegaron inversores extranjeros sin idea sobre restauración y que solo querían lavar dinero negro, no importa lo que den de comer o beber ni su trato al público", se lamenta. Alguno tiene varios locales, lo que hace que los precios se repitan en varios puntos. En general, el medio litro de cerveza cuesta de 6 a 7,45 euros y el litro de 10 a 12, aunque lo más grave del asunto es que no haya opción de un tamaño menor: en muchas terrazas no existen medianas ni copas, más allá de algunas franquicias de 'fast food' y del centenario Gran Café, donde el botellín que dentro vale 1,8 pasa a costar 3,5 en el paseo, mientras el jarrón gigante cotiza a 9,9. Y encima muchos no incluyen el IVA en sus cartas.

SUPERDOSIS

La bebida en superdosis (aunque dentro, un catalán sí puede beber un caña de dos euros en la barra) se ha contagiado también a la vecina plaza Reial, donde una mediana o copa cuesta de 2,85 a 3,80 en los cinco locales testados, pero donde se sirve sobre todo el formato de casi medio litro a entre 4,5 y 5,5 euros, llegando a 6,8 por una talla más. Este ímpetu por llenar de líquido los estómagos foráneos es patente también en el paseo de Joan de Borbó, donde en diversos veladores no hay opción a dosis comunes y los precios se mueven en distintos locales de 5 a 6 para la pinta, y de 9 a 10 para la jarra gigante. Al saber que uno es barcelonés, en algunos casos lo "ajustan".

Una solidaridad conciudadana (sic) que alcanza su cénit en la Rambla, donde los propios camareros (casi siempre de origen paquistaní, indios y de otros países asiáticos) advierten al público local de que huya. "¿Cuánto cuesta aquí una cerveza?", pregunta la periodista. "Vete, aquí muy grande y muy cara". "Mejor no te sientes en la Rambla, muy caro"... y suma y sigue. El que se queda suele encajar el precio con dignidad si es extranjero y está acostumbrado a las facturas de Londres, Nueva York o París. "Sí, es caro, pero nos parece bien para estar sentados en el corazón de la Rambla", decían unos británicos el otro día dando cuenta de una jarra y un enorme vaso de litro de sangría. El Gremi de Restauració destaca que los precios son mucho más asequibles (excepto en esta calle) que en otras grandes metrópolis extranjeras, y defiende en general la calidad de oferta y servicio. Los españoles, en cambio, se quejan con frecuencia de que los precios están por encima de otras ciudades españolas.

Los casos de gente que paga 11 euros por un menú barato al que hay que agregar bebida ("una cerveza gigante de 12 euros sin consultar"), más IVA, son infinitos. Y las experiencias con paellas petrificadas, secas, de cartón piedra, en locales con servicios sucios, o con tapas infumables dan para escribir un libro. El capítulo tapas alcanza el delirio en algunos locales que sirven combos de encurtidos y fritangas a casi 50 euros, ofreciéndolo como entrante. El local disfrazado de vasco que tiene prácticamente todas sus puntuaciones como "pésimo" tiene comentarios del tipo: "Ni para guiris ni para marcianos".