CONFLICTO LABORAL EN METRO, BUS Y RODALIES

Los ciudadanos, hartos de pagar los efectos de las huelgas de transportes

Andén abarrotado de usuarios en la estación de metro de Sagrera, este martes.

Andén abarrotado de usuarios en la estación de metro de Sagrera, este martes. / periodico

CARLOS MÁRQUEZ DANIEL / BARCELONA

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Hoy ha sido un helicóptero el que ha levantado de la cama antes de hora a media ciudad. Pero lo normal, en los últimos tiempos, es que la culpa la tenga la huelga del transporte público, que obliga a los viajeros a buscar alternativas o a jugársela con los servicios mínimos. Barcelona vive una era de insólitas movilizaciones en este gremio que han afectado al metro, al bus y a Rodalies. Centenares de miles de ciudadanos han visto alterada su rutina. Han llegado tarde a trabajar, han tenido que sacar el coche del aparcamiento o de la zona verde, han recurrido al taxi, han probado a ver qué tal la bici o han optado por ir andando. En cualquier caso, una molestia que todo el mundo quisiera evitar: los usuarios, por razones evidentes; la empresa, porque pierde validaciones y ve cómo su imagen se deteriora; las administraciones públicas, por el desgaste fruto de su incapacidad de resolver el conflicto laboral, y la plantilla, porque pierde poder adquisitivo y se convierte en foco de la ira social.

Por ahora, solo el autobús parece haber superado la pantalla de las huelgas tras la firma, hace dos semanas, del convenio colectivo que augura unos años de paz. Será así si los sindicatos contrarios al acuerdo no se abonan a una nueva oleada de movilizaciones, algo que por ahora no está previsto. En el subterráneo, los viajeros han soportado ya cinco tandas de huelgas (durante el Mobile World Congress, el Barça-MadridAlimentariaPrimavera Sound y el Sónar) y parece que la cosa va para largo porque las posiciones siguen alejadas tras más de 20 reuniones entre la dirección y los representantes de la plantilla.

EN JULIO, NUEVOS PAROS

El comité reclama incrementos salariales y mejoras laborales para los temporales y sustitutos de verano. La empresa cede de manera parcial, pero sigue sin satisfacer las demandas sindicales. Solo desde principios de mes, la ciudadanía ha sufrido 13 días de huelga de metro. No hay por ahora una nueva convocatoria de paros (mañana se pone fin a las últimas cinco jornadas con el suburbano a medio gas y con colapso en las horas punta), pero lo más serguro es que en julio vuelva a brotar una llamada sindical. Durante los meses de julio y agosto es cuando se incorporan a Transportes Metropolitanos de Barcelona muchos trabajadores para los que la plantilla reclama mejoras sustanciales y la posibilidad de integrarse de manera fija en la estructura. El presidente del comité de empresa, Antonio Ceballos, avanza la probabilidad de que también durante las vacaciones haya paros, ya que estos empleados “también querrán colaborar”.

En Rodalies, el conflicto se centra en el desarrollo del plan de empleo, sobre todo en lo que hace referencia a las salidas ordenadas de maquinistas que se deben cubrir con nuevo personal, así como una mayor apuesta por el transporte de mercancías. El sindicato Semaf anuló la huelga del pasado 16 de junio porque el diálogo parecía ir por buen camino. Mantiene no obstante la de los días 24 y 29 de junio y 1 de julio.

Estos son algunos testimonios de usuarios del transporte público que en los últimos tiempos han convivido con las huelgas. Coinciden en que la administración debería dar "un puñetazo en la mesa" para que se llegue a un acuerdo:

JORDI FERNÁNDEZ. TÉCNICO DE TRANSPORTE SANITARIO

Jordi Fernández es técnico de transporte sanitario. Usa el metro a diario para realizar un trayecto de unos 12 minutos entre el Eixample y el Poblenou. “He sufrido las huelgas como un canalla”, asegura, sin rencor hacia los trabajadores del subterráneo. Asume que los empleados se movilizan “porque creen que es que lo deben hacer para conseguir lo que creen que es justo”. Porque una cosa es la plantilla y otra, muy distinta, según su opinión, los sindicatos, la dirección de la empresa y el ayuntamientos. A esos, dice, no les perdona las molestias que arrastra cada vez que tiene que buscarse la vida para llegar al trabajo. Una odisea. Siga leyendo...

JAVIER BERNUZ. VIGILANTE DE SEGURIDAD

Javier Bernuz vive en Badalona y se desplaza cada día al paseo de Gràcia, donde trabaja como vigilante de seguridad. Tarda 45 minutos y hace transbordo: de la línea 10 a la 5 para llegar a la parada de Diagonal. Se le nota francamente cabreado. Y no solo por una huelga que le afecta, y de qué manera, sino también “por el incumplimento sistemático de los servicios mínimos que, además, nadie se encarga de controlar”. Ha puesto una denuncia que ya está en manos de TMB. Siga leyendo...

ÀLEX PORTA. ENCARGADO DE ARCHIVO

Àlex Porta trabaja en el centro de Barcelona como archivero del Departament de Agricultura. Vive en Ripoll y baja en tren cada día. En esas dos horas aprovecha para leer. Y hace lo propio en el viaje de vuelta a casa. El coche no se lo plantea, porque entre la gasolina y el aparcamiento le saldría cinco veces más caro que el abono mensual de Rodalies, de 181 euros. Las huelgas, en el caso ferroviario, son solo un añadido al reguero de problemas que arrastra la red que controla Adif en Catalunya. Por eso Àlex asegura que las protestas laborales las nota menos, "porque el problema del tren es que ya no es fiable de entrada". Siga leyendo...

MARINA RIPOLL. PUBLICIDAD

Marina Ripoll tiene 23 años y hasta hace poco era usuaria diaria del autobús. Lo cogía para ir a la universidad, para ir a casa de su abuela. Para ir a todas partes, porque le distrae más que el metro, que será más rápido pero es de vistas poco agradecidas. Vive en la Vila Olímpica y la agencia de publicidad en la que trabaja está en la Illa Diagonal. En bus tardaba 45 minutos, una barbaridad si se tiene en cuenta que un punto dista del otro poco más de seis kilómetros. Ha acabado comprándose una moto. Siga leyendo...