La burguesía enmascarada

El Círculo del Liceo de Barcelona recupera la tradición centenaria del baile de máscaras de carnaval

OLGA MERINO / BARCELONA

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Esmóquines, lentejuelas, capas, estolas de visón y esmeraldas de las buenas, de las que brillan con fuego verde… Heme aquí, en el Gran Teatre del Liceu, en el mismísimo templo de la burguesía barcelonesa, en plan repórter Tribulete, el que “en todas partes se mete”, aquel pobre plumilla de cómic que trabajaba para el periódico 'El Chafardero Indomable' y siempre recibía palos.

Heme aquí, digo, algo cohibida, la verdad, porque la invitación exige traje de gala y me he puesto lo que he podido, la 'petite robe noir', ese vestidito negro que todas tenemos en el armario para funerales, pesebres y otros compromisos postineros. Un vestido mono pero corto, de Cenicienta antes de que aparezca el hada madrina. Si le hubiese dicho a mi jefe de alquilarme unas sedas para la crónica, quizá me habría colgado del palo de mesana de la rotativa. Y si aparecen los de Podemos, a saber, igual me esquilan la coleta.

LA SOMBRA DE VERDI

Pero, bueno, guiños aparte, la cuestión es que el coliseo lírico barcelonés celebró en la noche del jueves un baile de máscaras por todo lo alto, una tradición centenaria que se han empeñado en recuperar el presidente del Círculo del Liceo, Ignacio García-Nieto, y su vicepresidente, Javier Cornejo. Un 'ballo in maschera', como en la ópera de Verdi, que se organiza por segundo año consecutivo y con voluntad de permanecer.

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En el salón de los espejos, hubo elegancia y glamur, de los que la ciudad no anda muy sobrada a pesar de que el poeta la bautizó en su día como la 'gran encisera'. Tiros largos y antifaces de lo más variado: de pan de oro y coronados con plumas de ave, de Batman, de diablo esquinado, de faraón, de pantera muy felina, máscaras como la del Conde de Montecristo o el Fantasma de la Ópera. Y, claro está, todo el repertorio de la 'commedia dell'arte': Arlequín, Colombina o el capitán Scaramouche. También caretas como la del Dottore Peste, con una nariz-pico de palmo y medio, inventada en un tiempo en que Venecia, La Serenísima República, temblaba con solo pensar en el contagioso fantasma de la peste bubónica.

Un evento muy estiloso, como el veneciano Baile del Dogo, donde se esparce la 'jet-set' internacional. La ventaja de que los 500 asistentes acudieran a la fiesta enmascarados ahorra, en la tarea periodística, el rompecabezas de tener que identificarlos con nombres, apellidos y sin errores. Diremos, para resumir, que entre la concurrencia se vislumbró a gentes muy principales, empresarios, profesionales de relumbrón, representantes de eso que ha dado en llamar “sociedad civil catalana” y también miembros de la nobleza, que haberla hayla. Personajes apenas entrevistos tras el artificio del embozo, porque el carnaval ya es eso: una noche en el territorio donde se difuminan las fronteras de la identidad, los sexos y las clases sociales. El juego travieso del 'je ne sais pas'.

ASPIRACIÓN BURGUESA

La tradición de la fiesta en el Círculo del Liceo se remonta a 1848, el año en que, por cierto, se inauguró el trazado Barcelona–Mataró, la primera línea ferroviaria de la península. Una época aquella en que cortaba el bacalao la reina Isabel II y la pujanza de la industria textil rugía en vaharadas de vapor. Un tiempo de cambio en que, como dijo Josep Maria Carandell, maestro de cronistas, ser liceísta se convirtió en aspiración de la burguesía, la clase emergente que trasformaba el dinero en cultura y la cultura en símbolo de poder.

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Los bailes de máscaras más espectaculares tuvieron lugar entre el fin de siglo y los locos años 20, el periodo de entreguerras (luego, tras la guerra civil, la dictadura franquista prohibió los carnavales y todo lo que oliera a transgresión).

Aquellos bailes se convirtieron en el acontecimiento social por excelencia de la burguesía, como bien atestiguan los deliciosos carteles que se conservan en el archivo de la Sociedad de Propietarios del Liceo. En uno de ellos, que data de 1859, se informa de que la fiesta se celebra con “anuencia de la autoridad” y de que, para disfrutarla, los caballeros deberán abonar 10 reales y las señoras 6. “No se admitirá —advierte el pasquín— calderilla ni moneda que deba pesarse”.

DEL RIGODÓN A MADONNA

Si aquel año, el de 1859, el repertorio que danzaron los concurrentes consistió en valses, rigodones, contradanzas y  schottisch (escrito así), en la velada de este jueves el menú musical corrió a cargo del Desi Hot Quintet Jazz, con el swing de la bienvenida, y de una disc jockey que animó al personal con ritmos de Madonna para arriba. Zumba, zumba, zumba. 'Foie' y 'champagne' del de verdad (Mumm). Aportaron fondos para la gala patrocinadores como Porsche, Trovel, Cornex Capital y Pernaud.

¿Una 'frivolité'? ¿Un alarde con la que está cayendo? Hombre, tampoco es eso. “Somos consecuentes con la situación, con respeto y cuidado en un momento en que se está remontando la crisis; además, los beneficios que se obtengan se destinarán a la reparación de las vidrieras wagnerianas del Círculo del Liceo”, me cuenta en un aparte Javier Cornejo. Y el Círculo, agrega, ayuda a entidades sociales del Raval un barrio con grandes necesidades.

El glamour comprometido es mucho más elegante.