Oscuridad pop en el BAM

Desert es uno de los grupos más prometedores del paisaje pop local: apuestan por asuntos como el misterio, el ensueño y la belleza cuando pocos cultivan esas cualidades por aquí. Y sus referencias tampoco son tan habituales por estos lares, de Cocteau Twins a herederos/renovadores del estilo de aquellos como Beach House.

Ayer, el dúo de Cristina Checa (voz) y Eloi Caballé (producción) abrió el programa del BAM en la plaza Joan Coromines con una actuación, al principio, quizá demasiado borrosa -el excesivo reverb en la voz desdibujaba unas melodías poderosas-, pero después más convincente. Aquella musculosa visión de Camins es el camino.

Acto seguido, en la plaza dels Àngels, desde Portland, Blouse exhibían su propia versión del llamado dreampop (o pop ensoñador), más oscura que la de Desert. La magnética Charlie Hilton y sus taciturnos aliados alternaron entre el repertorio de su debut homónimo del 2011 y el más rock (sin teclados, ni cajas de ritmos) de Imperium (2013); el primero era mejor. Fascinación emotiva con temas como They always fly away, Videotapes, Into black...

Si tenemos en cuenta que, un rato después, tomó ese escenario el oscuro grupo synth-pop Lust For Youth, podemos decir que la banda sonora de la primera noche de BAM fue esencialmente siniestra, y algo melancólica. Lust For Youth facturan himnos de pop electrónico sin excesivo énfasis, con una mezcla inquietante de euforia y austeridad. Sobre todo en directo, su frontman Hannes Norrvide (es sueco) hace gala de una pereza vocal que a algunos debió asustar: si la música es tan bailable, ¿por qué este hombre canta con tan pocas ganas? Es su estilo y, a menudo, es fascinante. (Otras veces es solo frustrante, porque Norrvide puede llegar a boicotear sus propios temas, como hizo aquí con New boys).

Antes de ellos, en Coromines, los galeses Islet se mostraron como una mezcla vistosa pero poco apasionante de grupos mejores: Animal Collective, Wild Beasts, de nuevo Cocteau Twins (cuando cantó la batería Emma Daman Thomas). Pop arty y ecléctico con accesos de rítmica tribal. Mucho mejor estuvieron después en ese escenario Protomartyr, grupo de Detroit entre el pospunk y el hardcore, con un cantante (Joe Casey) que entró en el rock pasados ya los 30 y después de trabajar como portero en un cine. Inspirador.

Sobre el dance-pop poco inspirado de Tristesse Contemporaine, que cerraron la velada en Àngels, mejor correr un tupido velo.