La ciudad y el desarrollo tecnológico

BCN se alía con multinacionales tecnológicas para reactivar el 22@

Imagen virtual de cómo se espera que sea el interior del centro tecnológico situado en Pere IV.

Imagen virtual de cómo se espera que sea el interior del centro tecnológico situado en Pere IV.

CARLOS MÁRQUEZ DANIEL
BARCELONA

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Barcelona debe decidir si quiere ser creador o comprador. En el ocaso del acto, Xavier Trias resumía así un ambicioso proyecto que tiene dos caras, una reconocible y otra intuible. La que se ve, aunque todavía no de un modo nítido, sobre todo a ojos del barcelonés, es la voluntad de convertir la ciudad en la capital de las nuevas tecnologías aplicadas al entorno urbano. La que se adivina es la urgencia de revitalizar el distrito 22@, el Silicon Valley catalán que la crisis dejó en barbecho.

Se presentaba en el cruce de Pere IV y Fluvià un centro de innovación vinculado a las ciudades inteligentes que será la primera semilla del Smart City Campus, o lo que es lo mismo, una zona que en el futuro se espera que incluya una universidad y en la que se quiere pensar, diseñar, mejorar, economizar, digitalizar y facilitar la vida en las ciudades usando como herramienta las nuevas tecnologías. Se ubicará en una antigua fábrica de mediados del siglo XIX que explica la historia de esta zona de Sant Martí en los últimos 150 años: revolución industrial, producción a borbotones, crisis mal resuelta, cierre de la factoría, largos y penosos años de abandono, okupación, incendio y destrucción. Por suerte, no hasta los cimientos. Ca l'Alier todavía mantiene la estructura de ladrillo y buena parte de las vigas de madera, todo ello catalogado como patrimonio industrial del Poblenou. En su interior se ubicarán dos multinacionales que están convencidas, como el gobierno municipal, de que la capital catalana es el epicentro de las smart cities a nivel planetario. Se trata de Cisco y Schneider Electric, dos empresas que dejarán 37 millones de euros en el lugar en los próximos años y cuya actividad se espera que genere 160 puestos de trabajo. Restaurar la finca costará seis millones de euros, y debería estar operativa en dos años.

LA RAZÓN DEL ESCÉPTICO / Admitía el alcalde que los escépticos pueden tener algo de razón. Pero solo aquellos que atienden a razones, dijo, no los que usan cualquier iniciativa municipal para acribillarle. Los incrédulos no acaban de ver ni entender cómo toda esta historia de la smart city va a mejorar su vida diaria. «Muchas cosas todavía no son tangibles y por eso hay quien todavía no se lo acaba de creer», deslizó Trias. La iluminación, los aparcamientos subterráneo y en superficie, el transporte público, la recogida de basuras, la comunicación con la Administración,  la gestión energética; son muchos los campos en los que se puede actuar desde el punto de vista de la tecnología. ¿Hace falta?, podría preguntar alguien. El consistorio considera que sí, puesto que, defiende, genera  riqueza, puestos de trabajo y crea ciudades más amables.

Otra cosa es debatir sobre si la ciudad debe ceder edificios públicos para que una compañía a la que no le falta el dinero pueda instalarse. En una zona como Sant Martí, en la que uno puede encontrar un despacho puntero en la creación digital de dibujos animados y en frente unos bajos okupados por un puñado de senegaleses que amasan hierro, hay quien considera que primero es el barrio, las necesidades de quien lo habita, y luego está el 22@, el porvenir tecnológico de Barcelona y los sueños smart. Ca l'Alier podría haber dado cabida a equipamientos como un casal de barrio, pero Trias ha apostado de nuevo por la colaboración público-privada. Y este es su argumento: «Como alcalde, tengo la obligación de generar actividad económica. Sin ella, no hay bienestar social». Expresado su objetivo, solo falta que otros gigantes tecnológicos empiecen a llenar el campus.