EL ENTRAMADO COMERCIAL

Sant Antoni: "Más 'shopping' y menos copeo"

Muchos comerciantes y vecinos de Sant Antoni celebran el freno, aunque tardío, a las licencias de gastronomía y ocio; otros son contrarios porque los nuevos locales dinamizan la zona

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icoy37478635 sant antoni170227204428 / ELISENDA PONS

IMMA FERNÁNDEZ / BARCELONA

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“Por lo menos ha hecho una cosa buena esta tragedia de alcaldesa”, se explaya Xavi, que como otros muchos comerciantes y vecinos aplaude el anuncio del Ayuntamiento de Barcelona de suspender licencias gastronómicas, de ocio y suvenires en el núcleo vital de Sant Antoni“No queremos un barrio para los turistas y el copeo, que se convierta en la Rambla, aunque allí los que ganan dinero, encantados”. El propietario del Celler de Ronda conviene en que el freno evitará la especulación que está “echando a los vecinos” y supondrá menos competencia. 

Isabel, que abrió hace tres años la librería Calders, opina que el frenazo llega tarde. “Esta zona ha cambiado muchísimo. Está saturada de bares y restaurantes. El vecindario está en pie de guerra porque se dice que cuando abran el nuevo mercado habrá una parada del Bus Turístic. Los turistas vendrán, harán la foto y se largarán. No compran. No queremos como han hecho otras librerías ponernos a vender postales y recuerdos”, esgrime. Ya no hay marcha atrás, vaticina, en el camino hacia la gentrificación y la invasión extranjera. “Los bares son una consecuencia de hacia dónde vamos. Los precios de los locales se han disparado”.

LETREROS EN INGLÉS

Un vistazo a los letreros sobre nuestras cabezas le da la razón. Muchos tendrán que visitar la nueva zona de moda con el diccionario. Junto a la horchatería Sirvent de toda la vida, leemos: Juice House, Crum, Diamond, Brunch, Martins Barbershop, Loft. Content Agency, The Corner, SSagarra Luxury Labels, Mabel Copy, Kashif Crazy Price... ¿Pero dónde estamos? En la calle del Parlament y aledaños. Así se llaman los negocios del siglo XXI en la Catalunya de la normalización lingüística.

Reinald vende zapatos y ratifica que un barrio tradicionalmente comercial se ha echado al tapeo y el vermut. “Solo hay que pasear por Parlament: todos los nuevos locales son de hostelería; restaurantes y bares que pretenden ser modernos”. A la multiplicación de este tipo de servicios se suma la de panaderías con degustación y “trampa”, aporta Jordi. “No pagan como bares pero ofrecen de todo”. La historia de este caballero que bajó la persiana al jubilarse es la historia de toda una ciudad. “El comercio de barrio está sentenciado. Cuando la LAU impuso contratos cada cinco años acabó con los negocios clásicos”. Con la subida a lo Tourmalet de los alquileres, muchos abandonaron la carrera. “Mi hija no pudo continuar el negocio”, dice Jordi, quien solo espera que la nueva abacería de Sant Antoni "no se convierta en una segunda Boqueria”. 

Dori López, con tienda de ropa en el mercado, aporta otra queja vecinal: “Los humos que salen de las chimeneas de los bares y que van a los patios interiores y a las ropas tendidas”. Pero, a su juicio, hay problemas más graves a tiro. “Cada vez hay más gente viviendo en la calle e inmigrantes que no tienen ni para desayunar. Mucha manifestación, pero a los que tenemos al lado no les hacemos ni caso”. 

DINAMIZAR LA ZONA

“Ojalá vinieran más turistas de ‘shopping’ que de vermut”, suelta Dorin, que recientemente ha abierto una 'boutique'. "Hay mucho más movimiento de jóvenes pero no vienen a comprar", confirma Domingo, que espera la jubilación para poner el cerrojo a su joyería. Las anchoas de Maria Rosa Latorre Punset sobreviven, pero otras muchas tiendas de alimentación han desaparecido. Las cosas están cambiando, avisa, y la alcaldesa "no lo puede evitar". "La juventud no irá al mercado a comprar cuando lo abran, irán los abuelitos de siempre. Para un joven pasar un sábado en un mercado es una pérdida de tiempo”. 

No todos los comerciantes disparan en la misma dirección que Ada Colau. Bonet Vergely, a sus 76 años, contrataca desde las impactantes vitrinas de la Armería Izquierdo: “Hay que dinamizar la zona. Yo quiero que vengan, que animen las calles. Son gente correcta que no hace botellón ni molesta”. Bonet se siente más segura por las noches y celebra la diversidad: “Es una torre de Babel y prefiero oír reír que llorar”. Los propietarios de La Cubana coinciden: "Un barrio necesita vida". Ellos apuntan a los pisos turísticos como el enemigo a batir.