La Barceloneta y el Port Vell, de espaldas

El 18 de marzo del 2012, este diario publicaba una doble página en la que, bajo el título 'El Port Vell que viene', se presentaba el proyecto de renovación de la marina del centro de Barcelona. El despliegue informativo incluía una detallada descripción técnica y urbanística del plan, así como la postura contraria de los vecinos, que en estos años han protagonizado, sin demasiado éxito, una de las mayores movilizaciones ciudadanas de los últimos tiempos. La reforma se terminó hace más de un año y los yates de película van y vienen para gozar de una puesta a punto o una mano de pintura. Mientras, en tierra, el barrio va tirando y mantiene intacto el rechazo al complejo. Todo fluye, pero con la Barceloneta y el Port Vell de espaldas uno contra otro. Y el ayuntamiento, vigilante.

No se trata aquí de desempolvar la manida polémica entre nativos y extranjeros, entre barceloneses y turistas. En este barrio intentan convivir de la mejor manera posible con los moradores accidentales. Y no solo con los barcos que probablemente suman más metros cuadrados que las minúsculas viviendas de la zona, sino con los visitantes que, sobre todo en verano, convierten estas calles en su parque temático del desmadre. En la retina, la foto del joven saliendo en pelotas de un supermercado. La concejala de Ciutat Vella, Gala Pin, vincula estos dos fenómenos. "Debemos conseguir que la Barceloneta sea un barrio para los vecinos, y un polo de atracción turística como Marina Port Vell es una disfunción que alimenta la aparición de más pisos ilegales". Y ya puestos: "Debemos recuperar el acceso de los vecinos al mar, y por eso reclamamos la retirada de la valla de la marina de lujo. El puerto es consciente de nuestro deseo".

FLECOS LEGALES

No es un secreto que el actual gobierno está en contra del nuevo Port Vell. Pero es un proyecto aprobado que, además, está en suelo dominado por el puerto de Barcelona. Casi blindado. Casi. Sí puede meter mano el ayuntamiento en los permisos, y eso es lo que hará. Pin avanza que revisará tanto el uso como la licencia del restaurante ganado al mar, puesto que este nuevo edificio, según el plan, se pensó para el disfrute de las tripulaciones, no para albergar un pudiente comedor.

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Oriol Casabella, de la asociación de vecinos, explica que los navegantes y trabajadores del complejo no han engrosado el tejido social de la Barceloneta. Están aquí, esa es su tesis, por una mera coincidencia física, nada más. "No hemos percibido una mejora en los comercios ni en los locales de restauración. Se quedan ahí dentro y no salen". La concejala del distrito comparte la idea de que ambos entes funcionan como compartimentos estancos. Casabella, que no esconde que le hubiera gustado algo más de implicación por parte del equipo de Colau en estos meses, denuncia también que la propiedad les prometió una inversión en el barrio que no se ha producido, así como puestos de trabajo para los vecinos. De los más de 80 empleados, según Casabella, solo dos son del barrio pesquero.

Regina Serrano, responsable de comunicación y márqueting de One Ocean Port Vell, replica que la marina ha pasado de los 17 trabajadores del 2008 a los 82 actuales, y que regularmente mandan a la asociación de vecinos del barrio de la Òstia las ofertas laborales que vayan surgiendo. "Sí que es verdad que hay veces que el perfil que buscamos es muy específico y no hay candidatos desde la asociación" argumenta esta portavoz. 

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UN PUERTO "DESORDENADO"

Los arquitectos Sergi Carulla y Oscar Blasco (SCOB Arquitectura y Paisaje) son los autores del diseño de los dos edificios del equipamiento, así como del entorno urbanístico del nuevo Port Vell. La mañana de este viernes han tenido a bien mostrar el resultado de su trabajo, lo que ha permitido a los medios interesados conocer las entrañas de este moderno puerto. Son de Barcelona y son profesionales, así que, tras recibir el encargo, intentaron maridar la voluntad del cliente, a la que debían añadir las limitaciones del plan aprobado por el ayuntamiento, con lo que consideraban que era mejor para su ciudad. "Nos encontramos un puerto desordenado, de nula relación con el barrio, industrial", señala Carulla. 

Argumentan que intentaron "integrar al máximo los edificios a la ciudad". El resultado, según definen, construcciones que no dañan el horizonte porque, al margen de sus colores claros, imitan motivos marineros, como la malla de hormigón que emula la red de los pescadores. El mismo objetivo movió el diseño que plantearon de los 16.000 metros cuadrados de muelle, donde buscaron "generar una imagen de continuidad con la voluntad de unir todo en el entorno".

Es innegable que trataron de minimizar el impacto visual de los edificios, que en otro lugar de Barcelona, podrían convertirse en referente de la arquitectura local. Pero el destino los ha colocado aquí, en la Barceloneta, en el corazón marinero de una ciudad poco dada a perder lo que considera que es suyo.