Bebiendo margaritas en Casa Cugat

Cugat hablaba de personajes míticos con la familiaridad que confiere haberlos tratado íntimamente

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RAMÓN DE ESPAÑA / BARCELONA

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Se acaba de estrenar el documental de Diego Mas Trelles 'Sexo, maracas y chihuahuas', sobre las aventuras del difunto Xavier Cugat por esos mundos de Dios, y a mí, en plan magdalena de Proust, me ha dado por rememorar las agradables conversaciones que mantuve con el músico a principios de los años 80, cuando ya estaba el pobre para el tinte, pero aún se las apañaba muy bien para hacerte pasar un buen rato con sus historias y anécdotas personales.

Dice el director del documental que nos hemos olvidado de Cugat, y tiene razón, pero yo añadiría que ya nos habíamos olvidado de él cuando vivía y que, incluso en su época de mayor éxito, los españoles (y especialmente los habitantes de su ciudad natal, Girona) siempre le consideramos un simpático cantamañanas, amante de la farra y de las tías buenas, al que no había que tomarse nunca muy en serio. Recuerdo que una de las obsesiones de sus últimos años era que le pusieran una placa en la puerta de la casa de Girona en que nació, cosa que no consiguió jamás y que tampoco le hubiese costado tanto al ayuntamiento. Un día me comentó al respecto: "Creo que me haré con una escalera y yo mismo me pondré la placa".

"HI, CUGIE"

Conocí a Xavier Cugat, a través de amigos comunes, en Los Ángeles, en 1981. El primer encuentro tuvo lugar en Casa Cugat, el restaurante mexicano que tenía en el bulevar La Cienega (sí, ya sé que se dice "ciénaga", pero los gringos son así). El hombre estaba sentado a la entrada en un sillón de mimbre modelo Emmanuelle y saludaba a todos los que entraban, que aunque no lo conocieran de nada, se dirigían a él con una familiaridad muy americana. "Hi, Cugie, how're you doin'?", le preguntaban; y él, aunque estaba bastante hecho caldo y le asomaban por la pernera del pantalón unos cables que nunca supe a qué estaban conectados, respondía invariablemente, "Wonderful!" 

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"Nunca consigui\u00f3 que el Ayuntamiento de Girona\u00a0","text":"le dedicara una placa en la casa donde naci\u00f3. Y me temo que nunca tendr\u00e1 su 'biopic'"}}

Lo mejor de platicar con Cugat -para los camareros mexicanos, don Javier- era el hecho de que hablara de personajes míticos como si fueran los vecinos de sus padres en Girona, antes de que la familia emigrase a Cuba y él acabara llegando solo a Nueva York con diez años y tuviese que pasar más de una noche durmiendo en un banco de Central Park. Hablábamos a ratos en castellano y a ratos en catalán, pero era en este idioma cuando sus comentarios resultaban más insólitamente cercanos. "En Valentino era un home molt trist. I les dones feien amb ell el que volien", te decía rememorando un paseo de ambos por Hollywood Boulevard a las tantas de la madrugada. "Amb el senyor Capone mai vaig tenir problemes per cobrar", resumía su relación con el célebre gánster.

CAPONE, BUEN PAGADOR

Cuando hablaba de sus exmujeres, el nivel de la conversación bajaba un poco, pues se limitaba a reproducir lo que ya le habías oído decir por la tele en infinidad de ocasiones. Afortunadamente, en el caso de Charo Baeza -o "la murciana", como él la llamaba-, me obsequió con una novedad de mérito. Como yo insistía en que Julio Iglesias era más famoso que Charo, el hombre abandonó el sillón Emmanuelle y me llevó a la calle -solo le faltó agarrarme por la oreja-, donde se dedicó a parar transeúntes para preguntarles por Julio y Charo. Me dio un buen baño, pues todos a los que abordó conocían a Charo y recordaban su mítico grito de guerra ("¡Cuchi, cuchi!"), mientras que solo unos pocos sabían quién era Julio Iglesias. Es una lástima que Charo no salga en 'Sexo, maracas y chihuahuas' -exigió 50000 pavos por largar y no había presupuesto-, pues es un personaje tan admirablemente absurdo como Cugat. Que un violinista catalán triunfe tocando ritmos caribeños se las trae, pero que una guitarrista clásica murciana acabe en Las Vegas cantando en un inglés patatero y compartiendo escenario con Dean Martin y Sammy Davis Jr. ya es de traca. Aprovecho la ocasión para recomendar a los devotos de las experiencias extremas que entren en YouTube y busquen videos de Charo: dudo que encuentren algo más psicotrónico que su interpretación de 'Let's spend the night together', de los Stones. Solo la versión de Bowie está a su altura.

Además de un documental, Xavier Cugat se merece un largometraje de ficción, una 'biopic' como Dios manda, pero costaría un ojo de la cara y dudo mucho que la Generalitat quisiera contribuir a su financiación. Los excéntricos y los que van por libre no son santos de la devoción del Régimen, pero yo creo que saldría una comedia estupenda sobre un prototipo sin continuidad: el gerundense sabrosón. Personaje que se fabricó, como él mismo me dijo, cuando vio que como violinista nunca sería un Sarasate y se debería conformar con ser siempre un instrumentista clásico correcto. En vez de eso, se reinventó en el país adecuado, en el lugar donde uno podía cambiarse el nombre y mentir tranquilamente sobre su pasado sin que nadie se lo tuviera en cuenta.