Los carros y los carreros

El símbolo de la emigración, de la vida difícil, de luchar por huir de la miseria, fue el carro

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JAVIER PÉREZ ANDÚJAR / BARCELONA

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A medida que fue desapareciendo el trabajo, no como forma de explotación, que en eso va a más, sino como conciencia (y por tanto como elemento dialéctico en un debate, es decir en la lucha, pues debate viene del latín 'battuere', golpear, batir), también se han esfumado sus símbolos. Caí en la cuenta viendo el apoteósico final de las primarias del PSOE en Ferraz el domingo pasado. Fue cuando Pedro Sánchez y sus partidarios corearon 'La Internacional'. Resultó emocionante que se acordaran de la letra, pero cantar 'La Internacional' es como ir en bicicleta: nunca se olvida y siempre acaba uno en el carril que no le toca. Cuando se fundó el PSOE, en la misma década en que se compuso 'La Internacional', adoptó como señas de identidad dos símbolos del trabajo: el yunque del herrero y el libro del tipógrafo y de la cultura (cultura y trabajo iban entonces a lo mismo). Pero en la Transición, al mismo tiempo que el PCE olvidaba la legitimidad republicana, el PSOE cambió las herramientas del curro por el puño y la rosa, una forma de internacionalismo más de oficina. El trabajo permaneció representado durante algunos años por la hoz y el martillo en el emblema comunista (el PCE, el PSUC...), pero finalmente estos cambiaron hasta de nombre y, para simbolizar todo lo que les estaba sucediendo, en un gesto de aperturismo eligieron las dos vocales cerradas.

En el peregrino caso de que hoy algún partido de izquierdas se atreviera a tener como icono un símbolo del trabajo, creo que el más explícito, el más profundo, el más universal, sería el carrito del súper. (En el ovillo de lana del logo de Podemos, lo único que soy capaz de entrever es una alusión a la calceta, y acaso cierta alegoría de los gatos cuando juegan). El carro del súper nos habla del mundo en que vivimos, de la relación entre mercado y trabajo, de cómo han sido precisamente las grandes superficies comerciales las pioneras en los contratos basura, en los empleos precarios, en la aniquilación de lo pequeño y en la masificación del consumo y del ocio. El carro del súper es la herramienta de trabajo de quien le han negado el derecho al trabajo y a la vivienda, y los demás derechos. El carro del súper, en la ficción, es lo único que tiene el más desdichado de los personajes de 'The Wire', aquella serie policíaca sobre la desdicha absoluta de la parte más jodida de una ciudad. Bubbles es adicto, es pobre, está enfermo, es negro, y, como se le van los amigos (a otros barrios, al otro barrio), y la familia le cierra todas las puertas menos la del sótano, el único sitio que tiene donde agarrarse es la barra de su carro del súper.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"Como Barcelona es 'la millor botiga del m\u00f3n',\u00a0","text":"Como Barcelona es 'la millor botiga del m\u00f3n',\u00a0est\u00e1 llena de gente que vaga por las calles con un carrito del s\u00faper"}}Barcelona, al haber sido 'la millor botiga del món', está llena de gente que vaga por las calles empujando un carrito de supermercado. Forman largas colas a las puertas de las chatarrerías para vender todo lo que han encontrado o recogido de los contenedores. Hablan en grupo y oyen música a las puertas de las naves abandonadas donde se refugian.

No ha habido emigración sin carro. Y no me refiero ahora a aquellas temerosas gentes de Nothing Gulch a las que Lucky Luke escoltó durante su emigración a California en 'La caravana'. Bueno, sí, tienen mucho que ver; pero también quería aludir a una Barcelona de no hace tanto. También ahí el símbolo de la emigración, de la vida difícil, de luchar por huir de la miseria, fue el carro. Por eso la gente cantaba 'Mi carro' (y porque no podía cantar 'La Internacional'). Por supuesto, el carro había dejado de ser una realidad, en la ciudad no existía (y de su desaparición trata la letra, en ella subyace el sueño de dejar atrás el carro). Al mismo tiempo que en boca del inmigrante Manolo Escobar esta canción cobraba categoría de himno popular (más bien populista), el carro se transformaba en símbolo. (A propósito de aquella siniestra época de dictadura, hay que añadir que a la muerte de Manolo Escobar, el histórico y curtido sindicalista López Bulla escribió que, durante los clandestinos inicios de Comisiones Obreras en Badalona, el sindicato acudió al cantante, ya famoso y aún vecino, en busca de ayuda solidaria, y este les dijo: “Aquí estamos 'pa' lo que haga falta").

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El carro simboliza desde el principio de nuestra cultura el desprecio, la vejación. Aparece así en el origen de la novela, está ya en el siglo XII, en la historia de 'El caballero de la carreta', de Chrétien de Troyes, en la que Lancelot, tiene que sufrir una serie de pruebas para liberar a la reina Ginebra, y la más denigrante, y por eso da título al libro, es viajar en una carreta como un reo cualquiera. Al primer actor del que se tiene noticia, el griego Tespis, se le representaba en la antigüedad clásica sobre un carro ambulante como un cómico de la legua. Solo a los dioses les sienta bien el carro. El de Cibeles lo llevan unos leones. Buda recorre los planetas en un carro de bueyes. En muchas culturas, el sol viajaba en un carro (Helios hasta le ha dado nombre). Nuestra mitología está llena de carros voladores, con sus carreros.