Y desfilarán mamuts por la Diagonal

El entrañable Museo del Mamut anuncia que cierra en octubre por falta de medios

museo del mamut

museo del mamut / periodico

MAURICIO BERNAL / BARCELONA

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Y desfilarán criaturas prehistóricas por las calles de la ciudad; y la gente se detendrá y las verá pasar con asombro; y un mamut presidirá la procesión; y temblará el suelo a su paso, porque horadarán la tierra con sus pies; y se abrirán claros en el cielo y el sol apuntará a la extravagante marcha, porque es lo que era y lo que había de venir; y retumbarán los tambores, y soplarán los ángeles sus trompetas; y yo estaré ahí, para ser testigo del milagro.

Y el Museo del Mamut se habrá ido, con sus bisontes y sus bueyes almizcleros, y sus rinocerontes lanudos, y sus osos de las cavernas. Y sus mamuts, claro. Sus mamuts.

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Y dirá Slesareva, Julia, nacida en Rusia, dirá Julia Slesareva sobre la marcha del museo: “La situación económica”. Y sabrán entonces los que nunca lo supieron que había en Barcelona un Museo del Mamut, y que duró poco, unos años, tiempo infinitesimal en eras geológicas, que de eso se habla cuando se habla de mamuts. Y dirá Julia, hija de Sergey, directora del museo: “No nos queremos ir, pero ser un museo privado cuesta, y hace poco falleció uno de los socios, y no estamos en una buena situación”. Y explicará, para redondear, la idea: que no tienen ayuda pública, que ya les gustaría, que así tal vez se quedarían; y que sus criaturas se las llevan a Cerdeña, a Italia, donde hay un compromiso, donde hay financiación; donde acaso, quizá, consigan sobrevivir.

¡A Cerdeña! (Y serán en un arca transportados los animales).

EXPEDICIONES A SIBERIA

Y sabrán los que no lo sabían cómo era el recorrido por el museo; y se enterarán de que había una maqueta de la antigua Barcelona: la antigua, antigua Barcelona, poblada de pequeños animales prehistóricos; y tocarán con sus manos pelo de yak, porque con pelo de yak se había vestido la réplica que había a la entrada; y dirá Julia, hija de Sergey: “Es lo más parecido que existe al pelo de mamut”; y verán los descreídos un tigre de dientes de sable, y un esqueleto de buey almizclero, y un esqueleto de rinoceronte lanudo; y exclamarán ¡oh! y ¡ah!; y se harán fotos los niños junto a ellos; y hallarán en una sala la pieza principal, la joya del museo: un esqueleto completo de mamut; y dirá Julia, hija de Sergey: “Son restos hallados en Siberia, en el permafrost siberiano”; y sabrán entonces que Sergey Slesarev, el padre, piloto de aviación, participa tres meses al año en expediciones por Siberia; y que los restos los ha encontrado él.

Y se materializará el padre en el museo, con ese aspecto indómito, de arqueólogo aficionado.

Y dirá Julia, hija de Sergey: “Para mi padre es un hobby”.

Y se confirmará lo dicho por el profeta.

LA POLÉMICA

Y sabrán los que quieran saber que el museo se instaló en la ciudad en el 2010, y que se hizo conocido por un robo de colmillos de mamut, dos años después; que estaba en el Palau Puiglloriguer, en la calle de Montcada, en mitad del mundanal turismo; y que era pequeño, pero a los niños les encantaba; y sabrán los que así lo quieran que un cuerno auténtico de rinoceronte lanudo huele “a demonios”; y lo sabrán porque así lo dijo Julia, hija de Sergey.

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Y se marchará con polémica el Museo del Mamut, porque se habrá puesto en duda la autenticidad de su colección; y le dirigirá Julia, hija de Sergey, le dirigirá una carta a la Generalitat, y allí pondrá que hay “documentación oficial” expedida por la Aduana, y que está escrito en ella –por los siglos de los siglos– que “todos los esqueletos son reales y auténticos”; y que está todo calificado como “material paleontológico”; y que es una colección que les ha costado “años” reunir.

Y quedará vacío, después de octubre, el Palau Puiglloriguer.

Y todo (o casi todo) habrá ocurrido como lo predijo el profeta.

Por los tiempos de los tiempos.

Amén.