Una mercería junto a La Mina

La clientela de la única tienda de este tipo en muchas calles a la redonda compra hilo para depilar y ganchillos para hacer rastas

Gemma Vidal (segunda por la izquierda) departe con clientas en la mercería Fòrum de Labors, el martes.

Gemma Vidal (segunda por la izquierda) departe con clientas en la mercería Fòrum de Labors, el martes.

MAURICIO BERNAL

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Debido a su especial ubicación, al local de Gemma Vidal no entran solo los clientes habituales de una mercería. Uno de los primeros visitantes del negocio fue un vecino africano que se acercó un día en busca del «ganchillo más fino disponible», que necesitaba, explicó, para hacer rastas. «El de 0.6 milímetros», recuerda la mercera, enseñando el instrumento en cuestión. Puesto que Fòrum de Labors está ubicada en la calle de Xavier Noguer, en los lindes o la zona de influencia de La Mina, las gitanas también se acercan con frecuencia a comprar. «Les encanta el dorado, siempre hay que tener cosas doradas para ellas». No hay otra mercería a un kilómetro y medio a la redonda, Vidal lo comprobó en su día, de modo que se puede afirmar que tiene el monopolio de la venta de hilos, lanas, ganchillos, botones, cintas y demás productos merceros en este rincón de la ciudad, esta esquina multicultural, palpitante y compleja, de la que suele hablarse solo cuando hay drogas y redadas de la policía de por medio.

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Por qué una mercería y por qué justo aquí: porque Gemma Vidal es de aquí. En 1929 su bisabuelo construyó una casa de payés en los terrenos donde ahora se levantan los bloques de La Mina, una vivienda en la que llegaron a vivir instaladas cuatro generaciones de la familia. «Cuando hicieron la remodelación nos expropiaron. Pero mi abuelo, que era capataz de obra y trabajó en la construcción de los bloques, un día llegó y nos dijo: 'Esto va a quedar bien, ¿por qué nos vamos a ir?', sin saber lo que vendría después». Vidal vivió su infancia en este barrio que con el tiempo iba a adquirir tan mala fama, aunque de espaldas a sus calles. «Vivíamos en uno de los bloques fronterizos, y yo, más que irme para adentro, más bien tenía tendencia a salirme de allí». Ahora es vecina del Poblenou, pero su madre aún vive en el barrio y un día le contó que iban a traspasar la vieja mercería de Xavier Nogués. Una mercería. Precisamente lo que estaba buscando.

DE QUINQUIS Y POLICÍAS

El local ocupa un lugar al fondo de un pasaje comercial que acoge una veintena de negocios, entre ellos una peluquería árabe, una agencia especializada en viajes a países árabes y un kebab. Muy cerca está la parada de metro de Besòs Mar, donde el otro día había un notable despliegue policial, algo que en este barrio tienen por normal. «Redadas hay todo el tiempo, ya estamos acostumbrados», decía una clienta. «Pero el barrio ha cambiado. Antes era el quinqui que te robaba con navaja. Ahora son temas mafiosos». La vieja mercería de la que se hizo cargo Vidal era eso, vieja, clásica, una mercería antigua, «oscura y llena de cosas»; y era la última del barrio. «La última -subraya-. Hace unos años llegó a haber cuatro o cinco, pero fueron cerrando una detrás de otra». Después de dos décadas ejerciendo su profesión -farmacéutica-, Vidal estaba en busca de un cambio radical, y ya había pensado en la posibilidad de montar una mercería, de modo que la noticia tuvo el aire de una alineación de planetas. «Porque de inmediato pensé: es una pena que esto se pierda. Siempre habrá alguien que necesite una aguja e hilo para coser».

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Vidal le dio otro aire al local. Lo pintó con colores vivos y dejó entrar la luz. Le puso Fòrum de Labors porque desde el principio aspiró a que fuera más que una tienda: quería un lugar donde pasaran cosas, de intercambio. Organizó talleres varios. Y se abrió al barrio, a todo lo que un barrio como este puede ofrecer. «Aquí, donde hay tanta gente de tantos sitios, me interesa mucho el intercambio de técnicas: por ejemplo, he aprendido que hay una técnica de ganchillo para hacer bolsos que es propia del Perú. En todas partes se hace ganchillo, pero en todas partes se hace de forma diferente». A la mercería vienen sobre todo las mujeres mayores del barrio, clientas de toda la vida, y mujeres más jóvenes a las que Vidal ha reclutado desde que puso en marcha el local, hace dos años. Pero no es raro ver entrar a un paquistaní de los que tienen pequeños talleres textiles en los alrededores, o a un africano rastafari, o a alguien de la peluquería del frente que viene en busca de hilo para depilar. Es otra cosa que ha aprendido Vidal. Que en algunos países se depilan con hilo.