BARCELONEANDO

El amor trae mala suerte

La librería Taifa acoge un homenaje a Batlló, el poeta que iba a ser librero los últimos veinte años de su vida

Homenaje a Batlló en la librería Taifa de Gràcia.

Homenaje a Batlló en la librería Taifa de Gràcia. / periodico

JAVIER PÉREZ ANDÚJAR

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Cuando Batlló abrió la librería Taifa, era todavía Gràcia un barrio con calles de tiendas oscuras, aceras angostas y los adoquines formaban una espuma de piedra desgastada por los pasos de algo que estaba a punto de dejar de ser historia para convertirse en histórico. Gràcia significaba una oscuridad a lo lejos, y la gente que iba hacia esa penumbra era el mogollón asombrado que se reúne en la colina de 'Encuentros en la tercera fase'. Una solitaria luz amarilla y usada, como aquellos libros antiguos, salía de la puerta de su librería, y también de su ventana, donde a modo de escaparate Batlló ponía novedades de cine, pues al lado están los Verdi, la otra única luz entonces en aquella negrura larga de las tardes de invierno. Hay dos tipos de oscuridad de la calle: la de 'El exorcista' y la de 'El tercer hombre'. En Gràcia, en aquel 1993 postolímpico en que Batlló inauguró Taifa, retumbaba entre las sombras el sonido de una cítara vienesa, pero sólo se oía dentro de las cabezas.

Esa oscuridad de un mundo a la luz de los libros volvió a una Gràcia ahora irreconocible, el pasado día 2 de noviembre con la muerte de Batlló en un lugar cercano, en un 'box' del Hospital de Sant Pau. Pier Paolo Pasolini murió otro 2 de noviembre, y esto supondría una mera coincidencia si no fuese porque Batlló había sido el corrector tipográfico de la edición de los 'Escritos corsarios', de Monte Ávila editores (que tiene la más bella de todas las portadas de Pasolini). Lo cual ya supone dos meras coincidencias. Batlló había sido corrector, empaquetador de libros para su distribución, articulista, traductor, creador de colecciones..., todo eso después de haber fundado en los años sesenta el más épico sello de poesía, El Bardo, que se enfrentó cara a cara con el franquismo, y donde descubrió a poetas como Pere Gimferrer, Vázquez Montalbán, Ana María Moix..., y tras montar en los años setenta la más exigente revista de literatura, 'Camp de l'Arpa'. En ambas cabeceras se dieron a conocer quienes le han ninguneado hasta su muerte. 

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Este viernes, a la vez que moría Fidel Castro (como muchos de su generación, Batlló no era castrista pero sí de Castro), nos juntamos en la librería Taifa un buen puñado de clientes, lectores, amigos, que fuimos a rendirle homenaje a un poeta (sus poemarios de los años sesenta tienen el coraje, la veracidad y el estilo de la poesía del Roger Wolfe de los ochenta y los noventa, y por eso ambos son nuestros dos poetas más modernos hoy todavía)..., a un poeta, sí, que iba a ser librero los últimos veinte años de su vida. Ya no están en la librería, porque desaparecieron, ni Batlló ni su hija Noemí. Pero Taifa no existiría si no hubiera sido porque existía Noe. Para ella, explicaba Batlló que la había abierto. Hay padres que regalan libros a sus hijos, Batlló tenía que regalarle a su hija una librería entera. Diez años después de abrir Taifa, Noemí murió trágicamente y Batlló quedó trágicamente solo entre sus libros.

UN HOMBRE HUMILDE Y SOBERBIO

Jamás Batlló dejó de escribir, y eso que hubiera preferido no hacerlo, que se agarraba a lo más lejano que encontraba para no escuchar como Ulises el canto de la escritura, para no sentir ese afán retumbando en su cabeza igual que otra cítara de sombras. Incapaz de dominar el impulso, escribía aforismos, el género más breve. Prolongar esa mortificación, a tanto masoquismo no llegaba. Los reunía y se los autopublicaba, y los regalaba a amigos y clientes. Cuando sacó el 'Primer centiloquio del heterónomo', le llegó uno a Carmen Balcells, y ésta le propuso ser su agente. Batlló se partía el pecho contándolo detrás del mostrador de Taifa. Lo era todo. Un hombre humilde y soberbio, una carcajada y una voz airada. Lo explica en sus aforismos (para eso los escribía): “Despreciar a quien te necesita: ésa es la verdadera humildad”.

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Una pareja de clientes históricos, Jean-Yves y Martine Joulia, repartió en el homenaje del viernes un cuadernillo con la traducción al francés que Martine hizo de una selección de los 'centiloquios'. El exvicepresidente de Gobierno Alfonso Guerra mandó unas palabras de admiración. Mantuvieron una amistad juvenil y eterna, a pesar del poder, a pesar de la política, desde que en Sevilla fundaran la compañía de teatro Hora Primera. También envió otro mensaje su viejo amigo Miguel Visor, el dueño de la distribuidora Machado Libros, donde le agradecía su participación en la creación de la colección Visor de poesía. Y en carne viva, su viejo amigo Oriol Serrano, responsable de la distribuidora Les Punxes, el periodista Gregorio Morán, que también lo trató, y yo (Batlló...), tomamos la primera palabra para dar paso a un montón de evocaciones, anécdotas y lecturas, a todo lo que la gente quiso decir para expresar su cariño hacia Batlló, y su dolor. (Batlló fue incinerado en olvidada soledad y ardió igual que un libro).