Una parranda por Gabo

BCN rinde homenaje a 'Cien años de soledad', publicada hace medio siglo, con una velada de vallenato

Un momento de la presentación de The Parranders, el pasado viernes por la noche en Sant Martí.

Un momento de la presentación de The Parranders, el pasado viernes por la noche en Sant Martí.

MAURICIO BERNAL

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Se lanza a tocar su instrumento el acordeonista, rey de la parranda, y junto a él empiezan a sonar el tambor y la guacharaca, y se arranca el cantante a contar la historia de una diosa de la sabana y circula el whisky entre los músicos, y todo, sí, todo tiene un aire definitivamente caribe, y definitivamente podrían The Parranders estar tocando en un patio de casa de Valledupar o de Cartagena de Indias; pero no, están en Sant Martí, al pie de la biblioteca del barrio, a bordo de un escenario montado puede que en parte para la música, puede que en parte para la fiesta, pero montado, sobre todo, en homenaje al escritor caribe Gabriel García Márquez; montado para explicar con hechos por qué el Nobel colombiano dijo una vez que su obra maestra, 'Cien años de soledad', no es más que un largo vallenato de 400 páginas.

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Se cumple este mes medio siglo de la publicación del libro asombroso y este es el particular gesto de la Casa Amèrica, el ayuntamiento y el Consulado de Colombia; puesto que la nueva biblioteca que se construirá en un solar cercano llevará el nombre del escritor colombiano, se ha considerado que la vieja es el escenario idóneo. Es viernes por la noche: el clima no acaba de ser el de las sabanas de Valledupar, pero se puede ir en mangas de camisa. Algunos miembros de la colonia local se presentan tocados con la corona caribe por antonomasia, y en la mano su propia botella de whisky, que es como se presentarían en una parranda de verdad -de las que era asiduo Gabo-. «Que podían durar horas o días», explica Daniel Samper, colombiano, escritor y experto en vallenato, fungido esta noche en maestro de ceremonias junto al también escritor -también colombiano- Sergio Álvarez.

LA MAGIA DE CADA DÍA

«El vallenato es ante todo un arte narrativo -dice Samper- que cuenta las historias con la misma naturalidad ante lo mágico que 'Cien años de soledad'». Y añade: «De la misma arcilla de la que salió el libro han salido muchos vallenatos». Los Parranders son llamados a explicarlo con música y se abalanzan sobre 'La custodia de Badillo': la historia del robo de una reliquia colonial en casa de un tal Gregorio, en un pueblo de Valledupar.

La canción -basada en hechos reales, como muchas del cancionero vallenato- la compuso a mediados de los 50 Rafael Escalona, un grande, el Camarón de la Isla del vallenato, amigo personal de García Márquez y -se ha escrito por ahí- «la persona que más admiró en el mundo» el escritor colombiano. «Creo que más que cualquier libro -declaró alguna vez el Nobel-, lo que me abrió los ojos fue la música, los cantos vallenatos. Me llamaba la atención, sobre todo, la forma como contaban: cómo relataban un hecho, una historia». «No era un simple eslogan -dice Álvarez en esta noche barcelonesa- cuando decía eso de que su novela era un vallenato de 400 páginas».

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Como hombre criado en el Caribe que fue, García Márquez oyó vallenatos desde niño, y forjó con ese «arte narrativo» una relación especial. Por eso, un día de comienzos de 1963, de vuelta en Colombia tras siete años de ausencia, llamó desde Cartagena a su amigo Escalona y le pidió un favor especial. «Que me reuniera -escribió más tarde, recordando esas jornadas- a los mejores conjuntos de música vallenata para oír todo lo que se había compuesto en los siete años que yo había estado fuera». Con toda naturalidad, Escalona le dijo que lo esperaba el domingo siguiente en Aracataca; la pachanga resultante fue antológica.

FIESTA EN ARACATACA

En una nota de prensa que publicó 20 años más tarde, Gabo recordaba que su 'compadrote' Álvaro Cepeda se había presentado con tres camiones de cerveza helada que había repartido «gratis entre la muchedumbre», y que Escalona había llegado tarde, «como de costumbre», pero «bien», acompañado de Colacho Mendoza, «uno de los maestros del acordeón de todos los tiempos»; y que no eran muchos entonces los fanáticos del vallenato, «pero sí suficientes para llenar la plaza del pueblo». 'Valledupar, la parranda del siglo', tituló el artículo, en referencia al festival que tres años después empezó a celebrarse en la capital del Caribe interior colombiano, inspirado en la fiesta de Aracataca. Hasta el día de hoy sigue acogiendo una parranda anual.

La del viernes en Sant Martí acabó con la gente de pie y bailando, lo cual es poco ortodoxo. Gabo en aquella nota suya subrayaba que el vallenato no es para bailar, sino para escuchar. Samper lo repitió en el escenario. Pero nadie les hizo caso.