Animales a la vuelta de la esquina

En el bestiario barcelonés hay jirafas, gatos, gambas, toros, dragones y mamuts, entre otros, la mayoría hechos por grandes artistas

'Meditación', el toro sentado y pensativo de Josep Granyer en la Rambla de Catalunya.

'Meditación', el toro sentado y pensativo de Josep Granyer en la Rambla de Catalunya. / periodico

MAURICIO BERNAL / BARCELONA

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La gente es amiga de los ránkings y en internet hay unos cuantos sobre las mejores estatuas de animales del mundo (un ránking, parece, cuanto más exótico, mejor; o, dicho de otro modo, no es lo mismo una lista de los mejores goles de Messi, relativamente fácil de hacer y al alcance de todos, que una sobre los mejores lugares para bailar reggeaton en Hungría, o sobre las mejores hamburguesas hechas con col remolachera disponibles en París). En ninguno de esos ránkings –y son unos cuantos– figura ninguna de las estatuas de animales de Barcelona, ¡ninguna!, ni la jirafa de la Rambla de Catalunya, ni el toro de la Rambla de Catalunya, ni el gato de la Rambla del Raval, ni la tortuga –se supone que medio mágica– de la Casa de l’Ardiaca, obras que ningún recién llegado al mundo de las estatuas de animales dudaría en incorporar a su propia antología. Hay gente que escribe maravillas sobre la jirafa 'Coqueta', gente que se dice rendida al encanto de la jirafa 'Coqueta', turistas que se toman fotos junto a ella y al volver a casa las cuelgan con orgullo en internet, pero eso a la jirafa 'Coqueta' no le alcanza para figurar en ninguna lista. Es cierto que las antologías de internet no las deciden los mayores expertos del ramo –en goles de Messi, en reggeatón, en hamburguesas–, y que no existe de momento ninguna lista elaborada por los mayores expertos en estatuas de animales –si es que existen–, pero aun así, ¿en qué desmerece el bestiario local? Es un misterio, como el que acecha detrás de toda antología. Quizá simplemente la ciudad no es competitiva en ese rubro.

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Todo esto tiene un nombre y es animalística, es decir, la representación artística de animales, un arte del cual existió incluso una escuela en Francia, y de la que fueron representantes egregios maestros como Pierre Louis Rouillard –que esculpió lobos, jabalís, mastines y leones en lugares emblemáticos como la entrada del Museo de Orsay– o como Antoine-Louis Barye, que incluso tiene obra expuesta en el Louvre. Josep Granyer, el barcelonés autor de la jirafa 'Coqueta' –'Presumida', la han vuelto a bautizar algunos– y del toro sentado, las esculturas situadas en los dos extremos de la Rambla de Catalunya –'Coqueta' y 'Meditación' son sus nombres oficiales–, no fue exclusivamente escultor de animales pero sí tuvo una etapa prolífica como escultor de animales, y de esta brotaron no solo los susodichos toro y jirafa sino otras piezas igualmente singulares y cargadas de ironía: por ejemplo 'Somneig', que representa a una vaca en estado de ensoñación; o por ejemplo 'Escriba', que es un lebrel en posición de loto. Animales haciendo cosas de humanos, siempre. De haber existido una escuela de animalística en Barcelona, no es un disparate suponer que Granyer habría sido su presidente, y de haber prosperado el proyecto inicial de la Associació de Comerciants de la Rambla de Catalunya, a instancias de la cual llevó a cabo ambas esculturas –sembrar el paseo con una docena de piezas similares–, quizá su fama sería hoy de otra envergadura. Pero no hubo escuela, y solo dos animales en la rambla. El plan no tuvo el apoyo esperado.

BICHOS MÁGICOS

Un bestiario de Barcelona empieza obligatoriamente por las esculturas de Granyer pero también obligatoriamente pasa por el gato de Botero, en la Rambla del Raval, y por la famosa tortuga del buzón de la Casa de l’Ardiaca –si se toca da buena suerte, dice la gente–, obra del arquitecto Lluís Domènech i Montaner; y si es un bestiario en el más amplio sentido de la palabra debería incluir al mamut enorme y entrañable (por infantil) del parque de la Ciutadella, naturalmente la gamba de Javier Mariscal en el paseo de Colón, probablemente el dragón del vasco Andrés Nagel en el parque de la Espanya Industrial; y el pez de Frank Ghery, en el Port Olímpic. Un bestiario de Barcelona es una lista larga y surtida. Animales no es lo que falta en esta ciudad.