Un renacentista de serie B

El titiritero y 'cocotólogo' Pep Gómez representa el espectáculo 'Recuerdos de Ypacaraí' en el Taller de Marionetas

OLGA MERINO / BARCELONA

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La manera en que abre la puerta de su domicilio, canturreando una vieja melodía de Edith Piaf, ya indica al visitante que se adentra en un mundo cabaretero donde la vida se vive sin contriciones,'non, je ne regrette rien'. Mientras Pep Gómez (Barcelona, 1946) y su compañero artístico, el músico y actor Álvaro Martínez (Barcelona, 1958), ultiman los preparativos para el ensayo general de su espectáculo, una servidora se entretiene observando los libros de las baldas: 'Sobre la brevedad de la vida', de Séneca; 'Los cantos de Maldoror', de Lautréamont; y los 'Relatos de lo inesperado', de Roald Dahl, entre una montonera de obras. En esta morada se lee bastante aunque el anfitrión, Pep, se empeñe en disimularlo: “Leo poco pero con intensidad”.

Ensayan en casa, sí, pero este asunto lo contaremos al final de la crónica. La cuestión es que Gómez & Martínez, que así se llama la nueva pareja artística, presentan esta tarde 'Recuerdos de Ypacaraí' en la Casa Taller de Marionetas (Guàrdia, 11). Solo hoy, 'one night show'. Luego, se llevarán el espectáculo a Italia y adonde les salgan bolos.

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'Recuerdos de Ypacaraí' toma el título de una vieja canción cien veces versionada —la de Caetano Veloso es tal vez la mejor— que coloca al espectador en una tesitura de evocación exótica y tropical. Remembranzas varias, no las del lago azul, sino las de los amigos que uno ha ido dejando por el camino, las lecturas, los amores, las calles pisadas y las películas que han construido la educación sentimental de varias generaciones; ¿quién no ha silbado alguna vez la melodía de 'El puente sobre el río Kwai'? El espectáculo está dedicado a la memoria del titiritero Pepe Otal y de Louise Littenberg, compañera de Gómez durante 47 años.

Evocaciones mezcladas con poesía, unas gotas de surrealismo y bastante retranca humorística. En realidad, un montaje muy acorde con el espíritu de Pep Gómez. ¿Cómo presentar a este hombre? Él dice ser un diletante, un “renacentista de serie B”, pero en todo cuanto hace se respira verdad: actor, titiritero, escritor, rapsoda, encuadernador de libros, hacedor de unos autómatas llamados 'gomezoides' y experto en papiroflexia. Mejor dicho, maestro cocotólogo.

POESÍA VISUAL O FILOSOFÍA SARCÁSTICA

El término lo acuñó Miguel de Unamuno al final de la novela 'Amor y pedagogía', uno de cuyos personajes, Don Fulgencio, escribe unos 'Apuntes para un tratado de cocotología', palabra que viene del francés 'cocotte' (pajarita de papel, ave y también muchacha de vida alegre) y del griego logos (argumentación). O sea, la ciencia sobre las pajaritas de papel, aunque aquí no se trata de meros trabajos manuales, lo que los japoneses llaman 'origami', sino de que el folio doblado trascienda y se convierta en poesía visual o en filosofía sarcástica. En el espectáculo, una pipa de papel se transforma en el periscopio de un submarino alemán y, luego, en la llave de tubo que aprieta las tuercas que se aflojan en casi todas las cabezas.

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La relación de Pep Gómez con la 'cocotología' viene de muy lejos. Fue su padre, un anarquista que había estado con la columna Durruti, quien le entregó unos cuantos papeles de colores diciéndole “toma, Pepito, para que te diviertas”, y el niño se pasó la tarde haciendo figuritas mientras la parroquia alrededor jugaba a las cartas y apuraba sus chatos de vino. Porque el titiritero nació y pasó buena parte de su infancia en el Bar La Pilarica, en el número 21 de la calle Robador, en un tiempo en que nadie se planteaba en el barrio chino si aquél era un lugar de mala fama. “Putas, macarras, legionarios de uniforme —rememora Pep—, músicos ambulantes, mariquitas, jugadores de ajedrez, clientes habituales que venían a comprar un cuarto de moscatel o una gaseosa, aglomeraciones de los sábados por la noche, mancos, cojos, ciegos, todo absolutamente normal”.

Ahora vive frente al parque de la Ciutadella, y acompañado. Después de enviudar, un poco por combatir la soledad y otro tanto porque Barcelona se está convirtiendo en una ciudad carísima, el 'cocotólogo' puso un anuncio para compartir vivienda solicitando el siguiente perfil: “Artista. Más de 50 años. Sin niños ni otros mamíferos. Se puede fumar”. Total, que apareció Álvaro, y la poesía culminó lo que había comenzado el azar: Gómez & Martínez, no se los pierdan.