BARCELONEANDO

Cuanto más grandes más Salvajes

Es el tercer año consecutivo en el que el grupo de rock actúa en la calle de Rosés del barrio de Sants

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Javier Pérez Andújar / Barcelona

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Todo vuelve a la normalidad cuando por la noche las calles huelen a bocata de beicon. El calor de agosto se exalta en las planchas al rojo de los chiringuitos. El cielo nocturno y el hierro negro de los asadores se reflejan el uno al otro, y por todas partes hay guirnaldas persiguiendo las calles cortadas de Sants. En unas fiestas de barrio todos los vecinos celebran su santo, porque son fiestas patronales, onomásticas. A los cumpleaños les corresponde otro día, otra celebración más incómoda, llena de una pomposidad histórica que a veces se llama aniversario. El poeta Luis Alberto de Cuenca ha dicho en un libro, que se titula ‘Señales de humo’, que le gusta más el día de su santo que el de su cumpleaños, porque el santo le recuerda cosas buenas (por eso lo hicieron santo) y el cumpleaños le dice que tiene un año más. Las fiestas de barrio llegan cada año con esa liviandad, esa intimidad y esa bondad de los días de santo.

Este es el tercer año consecutivo en que Los Salvajes actúan en la calle de Rosés, por donde aboca a la rambla del Brasil, en las fiestas de Sants. Hay quien cree ya que son un grupo del barrio y que por eso vuelven (la historia vuelve, no se repite, es la diferencia entre Nietzsche Marx), pero lo cierto es que Los Salvajes son del Poble Sec. Una de las bandas míticas de Barcelona, y del rock que se tocó y se bailó en la España de los años sesenta. Se tiende a aludir a estas cosas con circunloquios, y por eso se dice tantas veces, por ejemplo, rock del Estado español en vez de rock español. En realidad el adjetivo es lo de menos, porque lo importante, lo único importante, es el rock. Pero también resulta absurdo. Es como decir rock del Estado catalán, en vez de rock catalán, o punk del Estado británico en vez de punk inglés. Al Estado, lo mismo que al hermano aquel de La Romántica Banda Local, no le gusta el rock.

Un grupo de rock es legendario cuando ha sabido darle a la gente un himno

Los Salvajes crearon su grupo en el Poble Sec hace ahora 55 años. Un sitio muy musical, quizá porque aún se respiraba el espíritu alegre y apaleado del Paralelo. De ese barrio y de esa época también son Jaume Sisa, Los Cheyenes, Los No, The Finder's, Joan Manuel Serrat (algo mayor que todos estos)... Pero eran otros tiempos, y la abundancia no nos había hecho tan cínicos. Los Salvajes cuentan que ensayaban en el sótano de un colmado y la gente se acercaba para escuchar las canciones. “Ahora la gente protesta si oye tocar. Hay demasiada música en todas partes”, explican.

Los miembros de la banda original

De la banda original, en esta formación participan Delfín, el batería, que nació y se crió en la calle de Salvà (era vecino, balcón con balcón, de Miralles, el guitarra rítmica, pero ya no está en la banda, y en el colegio se sentaba con Sisa; adivinen quién era el que siempre salía en el cuadro de honor); Sebas, el bajista (su melena de rockero de 70 años y la sonrisa de felicidad que le transforma en un buda iluminado de rock and roll cuando sube al escenario), y Julián, también guitarrista (antes de irse juntos a cenar un bocata a un bar cercano, que lleva una familia asiática, guarda su Rickenbaker roja con extrema delicadeza en el maletero del coche. “¿Lo haces así para que no se te raye, Julián?”, y responde sin darle importancia: “No, para que no se desafine”).

Han llegado vestidos de jubilados, ese conformismo que adquiere la ropa con el cuerpo, pero antes de empezar a tocar van a cambiarse a una carpa al pie del entarimado. La Rickenbaker de Julián, la Premier de Delfin, el Fender de Sebas..., son los instrumentos que les han acompañado siempre y que tienen más de cincuenta años. Son los instrumentos con los que se inventó el rock and roll y eso hace aún más auténticos hoy a Los Salvajes.

Llevan de cantante a Luis, un abogado en ejercicio, ‘fan’ y cincuentón juvenil, que se sabe todo el repertorio salvaje (y que tiene una banda que se llama Los Pasantes), y de guitarra solista a Carles, un músico joven, de 30 años. “Pensábamos que íbamos a vampirizarlos y son ellos quienes nos vampirizan a nosotros”, dice Sebas. Y Carles, con su pañuelo negro atado a la frente, responde: “Estar con ellos es hacer un curso acelerado del oficio de músico”. El rock es oficio de caballero andante, que se aprende por la noche y en los caminos. Muchas veces se le pide a un novelista que haya sabido crear un personaje inolvidable, como el Quijote, como Sherlock Holmes... Un grupo de rock and roll es legendario cuando ha sabido darle a la gente un himno. El de Los Salvajes se llama ‘Soy así’.

Pero esta noche, exactamente una semana después del atentado en las Ramblas, hay una vieja canción de su repertorio que la banda no se atreve a tocar, ‘Mi bigote’, porque en la letra sale el “moro Juan, con chilaba y mostachón”. Y de este modo es como el miedo y la censura nos están acorralando, nos están amputando no ya en lo que somos sino también en lo que hemos sido. Cerca de medianoche, Los Salvajes empiezan su actuación. Pero antes, Sebas se ha acercado al micro y ha dicho: “Hola. Es una reunión totalmente pacifista. Nos dedicamos sólo al rock and roll”.