¿Qué sucedió en Glòries?

En la plaza pasa lo mismo que en '¿Qué sucedió entonces?, pero con filtraciones de hormigón en vez de extraterrestres

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JAVIER PÉREZ ANDÚJAR / BARCELONA

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Vista desde la plaza de las Glòries, Barcelona continúa siendo una ciudad pasoliniana. Lo había sido, y lo cuenta muy bien el documental 'Pasolini a Barcelona', de Hilari M. Pellicé; pero aquí me refiero a esa poesía de Pasolini que se titula 'El llanto de la excavadora'. Habla de la transformación de la ciudad, de un modo más bien pesimista, y pertenece a su libro 'Las cenizas de Gramsci', que apareció en 1957. La verdad es que las Glòries también tiene algo de lugar gramsciano, pues Cerdà en su concepción (la de la plaza) le confirió un papel hegemónico.

Ya hace mucho tiempo que está en obras, como lugar y como metáfora. Pero las flamantes máquinas siguen rompiendo el viejo asfalto entre hierros oxidados, vallas de protección, currantes con casco, chaleco y gafas de sol que controlan el circular de los peatones, casetas donde los de la obra se cambian de ropa y guardan sus materiales, también ciclistas que pasan con un cigarrillo en la boca y otros que llevan un perrito asomando por la mochila, y la gente que carga con bultos traídos de los Encantes. Ha quedado un corredor por donde pasa todo el mundo, y a su alrededor los coches discurren por la Meridiana, la Gran Via y la Diagonal dejando de lado esa nada que divide en otras nadas una zona crepuscular del Eixample.

Y bajo la plaza inexistente, el terreno perforado, la tierra removida, el barro, las estaciones subterráneas, conducciones de agua, excavadoras, piquetas, cintas transportadoras para sacar la tierra, y los obreros sorprendidos ante lo que una vez encontraron: filtraciones a mansalva de cemento y bentonita en los túneles ferroviarios. Un tren que pasaba quedó cubierto de hormigón. Esto ocurrió el año pasado, pero se ha sabido a principios de esta semana.

EL METRO DE LONDRES

Ha sido como en '¿Qué sucedió entonces?' ('Quatermass and the Pit', Roy Ward Baker, 1967); sin embargo en la película, en vez de filtraciones de hormigón, lo que descubren los trabajadores del subsuelo londinense es una presencia extraterrestre. También es a unas obras en el metro a lo que alude el pozo del título original. Y cuando el profesor Quatermass dice que los alienígenas se parecen a nuestras representaciones del diablo, no queda más remedio que recordar otro pozo: "El pozo del abismo" citado en el Apocalipsis, donde permanecen castigados los ángeles caídos. Este año se celebra la efeméride del cincuenta aniversario de la película y adquiere una lectura actual, pues al final la cinta muestra a unos londinenses poseídos por una maldad extraña, llegada de muy lejos, que "destruye a todo el que sea diferente". 

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Otra idea que tiene Quatermass es que el ser humano podría ser resultado de una evolución originada artificialmente por seres de otro planeta. Como desde que existe Darwin sabemos que la vida es una especie de evolución, hemos llenado el tiempo de espejos y los llamamos efemérides. Fue Víctor Márquez Reviriego quien dijo que nuestra memoria era un retrato de Dorian Gray. Entre otros mil periodismos, Márquez Reviriego ha sido redactor jefe de 'Triunfo'. En aquella revista de papel, sus crónicas parlamentarias explicaron la transición como se explica la vida en 'El bosque animado', la novela de Wenceslao Fernández Flórez, asimismo cronista parlamentario, en 'ABC', donde relevó a Azorín de tales menesteres cuando la política la protagonizaban Romanones, Maura, Dato y Cambó. La crónica parlamentaria es una dimensión desconocida en la que los literatos se creen periodistas y los periodistas se creen literatos. Pero es que escribir es un espejismo. Y Márquez Reviriego, que actualmente inventa "auténticas entrevistas falsas" en la revista 'Leer', es el Lawrence de Arabia de esos espejismos, un aventurero que eligió el desierto, tierra de horizontes infinitos y de escorpiones, donde más abrasivo es todo y donde más se lucha hasta por una gota de agua. En la escritura de Márquez Reviriego está lo principal (una manera de escribir) y lo imprescindible (la cultura; pero no la que se va acumulando con el tiempo, sino la primera, la que refleja cómo le ha sentado a uno el bachillerato. Un bachillerato es un traje que cuando se hace se va a llevar puesto toda la vida).

Al poco de publicar 'Las cenizas de Gramsci', Pasolini le advirtió en una carta a su compañero de la revista cultural 'Officina', el escritor Francesco Leonetti, que el mezquino ambiente literario en que su amigo se movía era como "un pozo profundo pero estrecho". La literatura está llena de pozos, empezando por la conocida novela 'El pozo', de Onetti. También es famoso el cuento 'El pozo y el péndulo', donde Poe incide en que el pozo es el "símbolo típico del infierno". Empieza el relato con la cita de un texto expiatorio en latín que, supuestamente, figuraba en la puerta de un mercado de París erigido sobre las ruinas del Club de los Jacobinos (ahí se ve que Poe era más de Fouché que de Robespierre). Barcelona también es una ciudad dialéctica donde no hay Glòries sin pozo.