El custodio del fuego

La estirpe de los Estalella cumple 100 años dedicada a la producción de material pirotécnico

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MAURICIO BERNAL / BARCELONA

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El custodio del fuego no vive encerrado en un viejo y aislado torreón, como se podría pensar, ensayando con pólvora, urdiendo en la oscuridad las fórmulas de nuevos inventos, con el rastro de pequeñas explosiones dibujadas en hollín sobre su rostro; como una especie de loco alquimista, o como un sabio cancerbero del secreto de la lumbre primitiva. No: Manel Estalella Forteza (se verá: en esta zaga los segundos apellidos cuentan) en lugar de una túnica cayéndole hasta los pies viste como un humano convencional, zapatos, pantalón, camisa corta de verano, gafas que se pone y se quita a discreción, y voz recia, eso sí, como es obligado en un custodio. Tampoco hay torreón: hay unas oficinas como cualesquiera ocupadas por trabajadores que ni de lejos tienen el aspecto de haber estudiado las artes del fuego en los sótanos de un castillo medieval: seguramente Administrativas en la UB. Los fuegos de Sant Joan se cuecen en este lugar. No huele a azufre, no.

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Si uno es la tercera generación de una familia dedicada a la pirotecnia, entonces uno es obligatoriamente el custodio del fuego. Manuel Estalella Bosch empezó el negocio en 1916, con un pequeño taller pirotécnico que abrió en la calle de Aragó, junto al parque de Joan Miró; y que rápidamente prosperó. Cuando la República ocupó la fábrica y la puso a producir armas era eso, una fábrica, ya no el pequeño taller de Aragó, y ya no estaba allí, de hecho, sino en L’Hospitalet. Fueron tres años fabricando armas, poniendo al servicio de la guerra los secretos del fuego. Y fueron un paréntesis, también: el patriarca siguió adelante y vino a morir dos décadas después, en un accidente de los que ya es muy difícil que ocurran. “Estaban mi abuelo y mi tío Josep fabricando pólvora. Trabajaban con un bombo de madera, cuyo motor estaba en el interior de la nave. Eso ya no se hace así –subraya el heredero–, pero entonces pegó un chispazo. Mi abuelo duró media hora y mi tío cinco días. Murieron quemados”.

UN PASO AL FRENTE

“Este triste acontecimiento no solo no nos hundió sino que salimos fortalecidos, y dio paso a la segunda generación”, proclamó Estalella en el discurso que leyó hace unas semanas, durante la celebración del centenario. Salir del agujero fue todo menos sencillo: el accidente sacudió a la familia, naturalmente, y después de dos muertos en cumplimiento de su trabajo nadie o casi nadie quería saber nada de pirotecnia, de fuegos artificiales, de pólvora. “Mi padre asumió la empresa”, dice escuetamente el custodio. Aquel año de trágico recuerdo, 1958, Manuel Estalella Codina dio un paso al frente y sentenció que se haría cargo, y cuatro años después, signo de los nuevos tiempos –y de que había un nuevo Estalella al mando–, la fábrica se trasladó a Viladecans. “Y fue entonces cuando yo me incorporé, a los 16 años”. El custodio del fuego empezaba su carrera y lo hacía en volandas de un movimiento osmótico, natural casi: ¿eres el hijo? Pues empieza a aprender el oficio. “¿Me gusta la pirotecnia? Ahora sí –dice–. Pero en ese momento llegó mi padre, me dijo que tenía que empezar a trabajar, que esto y que lo otro. Y tú ni te lo pensabas: si era lo que había que hacer, se hacía, y punto”.

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Del pequeño taller de la calle de Aragó Estalella ha pasado a disponer de cinco tiendas en Barcelona, más otras siete repartidas por Catalunya, la mayoría, eso sí, en el cinturón de la capital: el reino del custodio, el imperio moldeado por tres generaciones de Estalellas; y, por supuesto, por la adoración que este país prodiga al fuego. Desde su torreón en Viladecans, o despacho, en su túnica de gurú, o camisa de verano, Estalella ha contemplado en los últimos días el desfile de fieles de la piromanía que acuden en masa, previsores, deseosos de proveerse de todo lo necesario para Sant Joan. Es el reino de los nombres 'piro': Piro Box Infantil, Piro Box Trueno, Piro Box Megatrueno, Piro Box Maxiluz. Hay filas todo el día: gente que viene de Viladecans, de Castelldefels, de Gavà, de Barcelona. La empresa habrá hecho el 40% de la facturación esta semana. “Yo recuerdo a mi abuelo haciendo los tubos de los cohetes a mano. Ahora eso no existe, naturalmente: con las ventas que hay ahora sería imposible producir a mano, habría que contratar a miles de personas, y además no sería rentable”.

Esa imagen: el futuro custodio viendo a su abuelo fabricar cohetes con las manos. Qué iba a hacer luego con su vida, si no.