Recuperación del pasado de la ciudad

Barcelona retoma el plan para rescatar la memoria histórica de las barracas

Simulación del primer diseño, aún por consensuar, del monolito del litoral, elaborado por el ayuntamiento.

Simulación del primer diseño, aún por consensuar, del monolito del litoral, elaborado por el ayuntamiento.

HELENA LÓPEZ
BARCELONA

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Para aprender del pasado es requisito imprescindible conocerlo. Quizá por ello, el gobierno de Xavier Trias ha decidido retomar -y dar un impulso decidido, según el concejal de Presidencia, Jordi Martí- el proyecto de la Comissió Ciutadana per a la Recuperació de la Memòria dels Barris de Barraques. La iniciativa, con un origen marcadamente popular -cívico, que dicen-, y que cuenta con el apoyo de 81 entidades de distintas disciplinas y de 810 personas, fue asumido como propio por el anterior equipo de Jordi Hereu y estaba congelado desde el cambio de gobierno. El objetivo es doble: homenajear a todas las personas que vivieron en esos barrios -el 7% de la población de Barcelona en los años 50- e informar de su existencia, mediante la instalación de cuatro grandes monolitos en los terrenos en los que se levantaban los principales núcleos de chabolas y de otras nueve señalizaciones, bastante más reducidas, en todos los puntos en los que se malvivió a finales del siglo XIX y la primera mitad del XX.

La comisión ciudadana impulsora del proyecto -que ya logró que la ponencia del nomenclátor aceptara la denominación de playa del Somorrostro al trozo de litoral donde se levantó dicho asentamiento y su posterior señalización- valora que, finalmente, la nueva Administración haga suya la iniciativa. Es más, confían en que durante este mismo año ya pueda estrenarse alguno de los elementos escultóricos del plan. El propio Martí indica que para el 2012 hay una «pequeña partida» reservada, que permitiría iniciar la señalización este mismo año, para visualizar esta apuesta.

CUATRO MONOLITOS / La propuesta propone colocar cuatro monolitos conmemorativos de formato grande -se proponen unas dimensiones adecuadas a los emplazamientos, pero tendrán varios metros de ancho- con grafismos en relieve que representen cada uno de los ámbitos descritos. Estos cuatro puntos son Montjuïc, donde hubo la mayor concentración de barracas de la ciudad; la zona del litoral, con el Somorrostro como punto más emblemático; la zona de Sant Martí, con La Perona, y el Turó de la Rovira, donde más se trabajó en la etapa anterior, ya que aprovechando la rehabilitación de las baterías antiaéreas se recuperó una zona donde se conservaban suelos y estructuras de las antiguas barracas, que forman un espacio expositivo bajo la dirección del Museu d'Història de Barcelona.

Para los impulsores, es muy importante que tanto los grandes monolitos como el resto de identificaciones -que no quieren llamar placas, ya que aspiran a que sea algo más- sean a la vez conmemorativos e informativos: un homenaje a los habitantes de las barracas, que durante décadas hicieron frente a duras condiciones de vida ante la crónica falta de vivienda de la ciudad.

De momento, y como muestra de que la apuesta es firme, el nuevo consistorio ha creado una comisión mixta, de la que forman parte técnicos de Presidencia, Hábitat Urbano y Cultura (todas las áreas implicadas en el asunto) para desarrollarlo. En próximas reuniones cerrarán un calendario de actuaciones.

La semilla de la iniciativa, que Martí se compromete a ejecutar a lo largo del mandato -entre el 2012 y el 2015-, la sembraron los testimonios de antiguas barraquistas, como Julia Aceituno, del Somorrostro, o Custodia Moreno, del Carmel, recogidos en el documentalBarraques, l'altra ciutat, del programa30 minuts,

EVOLUCIÓN DESIGUAL / El punto álgido del barraquismo en la capital catalana se vivió en 1954, cuando se contabilizaron 2.406 chabolas y una población de entre 10.000 y 10.500 personas. La erradicación de las barracas tardó décadas. Con frecuencia se eliminaban para hacer actuaciones urbanísticas: las barracas de la Diagonal, en 1952, para la celebración del Congreso Eucarístico; las de Maricel, en Montjuïc, en 1964, para construir el parque de atracciones; las de Can Tunis, para construir la Ronda Litoral, y el Somorrostro se fue derribando poco a poco para dejar paso al paseo marítimo, aunque las últimas 600 se eliminaron de un plumazo para dejar la playa libre -limpia, dijeron- para unas maniobras militares a las que asistió Franco en junio de 1966.

En cuanto a los inevitables paralelismos con el barraquismo actual, denunciado durante esta semana en este diario, para los impulsores de la campaña se trata de situaciones «imcomparables». «En aquella época hablábamos de miles de personas, que ayudaron a construir la ciudad. Lo de ahora es algo muy distinto», apuntan. En aquel momento, físicamente no había viviendas para todo el mundo. Hoy el problema es que no hay recursos para acceder a ellas.