BCN TRAS EL 17-A

Barcelona recupera el pulso tras los atentados... y los problemas

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Carles Cols / El Periódico

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Barcelona late de nuevo con un pulso pausado. La respiración ya no es entrecortada. Aunque no es completa, hay una cierta vuelta a la normalidad, o sea, a los problemas, que no son pocos. El fatídico jueves 17, una entrevista con la teniente de alcalde Janet Sanz iba a repasar algunas de esas cuestiones, algunas enquistadas, como la parquetematización de la ciudad o el precio de la vivienda, y otras de reciente cuño, como la erupción de narcopisos en el Raval. No tenía sentido, aquel jueves y días inmediatamente posteriores, poner el foco sobre estas cuestiones. Tal vez ahora ya es posible repescar varias de las respuestas que Sanz ofreció, como, por ejemplo, que Barcelona trabaja para crear una alianza de ciudades afectadas por Airbnb, que el Ayuntamiento de Barcelona no entiende que el ‘conseller’ Santi Vila adopte el papel de Perry Mason de ese portal multimillonario que solo paga 55.000 euros en impuestos en España y que (por citar una tercera cuestión) sería un error pretender que la ciudad, en nombre de eso que algunos llaman “turismo de calidad”, termine siendo un destino solo para turistas ricos.

Que buena parte de la conversación con Sanz gire alrededor del eje temático del turismo no es extraño. La entrevista era la tercera que aquel día concedía la teniente de alcalde. Las dos anteriores habían sido solicitadas por una cadena de televisón alemana y por una agencia de noticias de aquel mismo país. ¿A qué venían a Barcelona? ¿En busca de una noticia extravagante en mitad del verano, como la mal llamada turismofobia? “No –dice Sanz--, están interesados, por ejemplo, en el impacto del turismo sobre la vivienda. Igual que primero los vecinos de Poblenou, Eixample y Gràcia comenzaron a mirar con preocupación qué sucedía en Ciutat Vella, ahora son las ciudades europeas las que quieren saber qué ocurre en Barcelona”. Asegura la concejala, además, que fueron entrevistas empáticas. “Lo que nos dicen es ‘entendemos lo que os pasa, porque no es exclusivo de esta ciudad’”.

Hoteles en construcción

Este ha sido, en este capítulo, un verano singular. La válvula ha comenzado a silbar en la olla a presión de Baleares, que ha fijado en 623.624 el techo máximo de camas turísticas de las islas. La teniente de alcalde sostiene que, aunque sin una cifra tan precisa, Barcelona ya anduvo ese camino antes, cuando aprobó el Plan Especial Urbanístico de Alojamientos Turísticos (PEUAT). Las consecuencias de ese plan, lamenta Sanz, no son inmediatas. El actual mandato municipal comenzó 70 licencias de hotel concedidas por el anterior equipo de gobierno y aún no ejecutadas. Es decir, que volverán a celebrarse elecciones municipales y aún quedarán pendientes de inauguración algunos hoteles. “Cuando llegamos nos encontramos que el número de licencias concedidas había aumentado un 20% y que en el 17% de la ciudad se concentraba el 50% de la oferta de alojamiento”. Lo que se pregunta esta responsable municipal, sobre todo después de que este mes de agosto ha certificado y el cierre de casi 1.000 pisos turísticos ilegales y que Airbnb ha borrado de su portal unos 1.000 anuncios sin licencia, es previsible: “¿Qué estaría pasando en Barcelona sin suspensión de licencias y sin el PEUAT?”.

Buena pregunta. Ya puestos, se le plantea a la teniente de alcalde, otra alternativa. ¿Qué sucederá en el barrio de Sant Antoni, uno de los epicentros de la gentrificación y del alza de precios de la vivienda, cuando el ayuntamiento ponga en marcha allí, en el entorno del mercado, la ‘superilla’ prevista? No es descabellado prever que un bienintencionado urbanismo termine por agravar la situación. Sanz encaja la advertencia y asegura que preventivamente el ayuntamiento ya ha tomado algunas medidas para conjurar el peligro de ese urbanismo contraproducente, como suspender 22 licencias para la apertura de más establecimientos de restauración y suvenirs, y reservar 10 solares de ese entorno, como el antiguo teatro Talia, para crecer en vivienda pública. Lo que ocurre –añade—es que frenar la tendencia al alza del precio de la vivienda no es fácil. “Los fondos de inversión, que hasta ahora apostaban por Venecia u otras ciudades, lo hacen ahora por el deseo de los turistas de visitar Barcelona, quieren invertir en vivienda turística o en vivienda de lujo”.

¿Ciudad para ricos?

Esa últimaa palabra, el lujo, es una oportunidad, en mitad de la entrevista, para recordar una reflexión que Oriol Bohigas realizó dos años atrás, cuando afirmó que solo un gobierno muy de derechas puede pretender que el turismo que reciba su ciudad sea de poder adquisitivo muy alto. Venía a decir, en cierto modo, que con ese discurso del turismo de calidad, presentado como sinónimo de rico, Barack Obama no habría podido visitar Barcelona como mochilero en su juventud. “Hay quien intencionadamente confunde calidad con convivencia. Lo que demandamos a cualquier persona que visita la ciudad es que entienda que sus vacaciones son nuestro día a día, que hay unas reglas de comportamiento. No queremos que sea una ciudad que solo se la puedan permitir los turistas ricos”.

Bohigas hizo esa advertencia y, semanas atrás, otra voz común en los debates ciudadanos, José Antonio Acebillo, padre de parte de la Barcelona moderna, abrió otro melón interesante. Sostenía Acebillo que el debate sobre el ‘tranvía si, tranvía no’ era corto de miras. Afirmaba que han llegado a la ciudad otras formas de moverse que van más allá del transporte público, la bicicleta y el coche. Se refería a los ‘segway’, los patinetes eléctricos y otro tipo de ingenios mecánicos que llegaron a Barcelona con fuerza porque se ofertaban a los turistas pero que, poco a poco, se han hecho un hueco como medios de transporte alternativos. Es cierto, dice Sanz, que “la movilidad está evolucionando hacia un lugar distinto en el que el coche ya no tiene la preminencia”. No es una evolución de paso grácil. Aún hay quien cree que el coche es el gran aliado del comercio. “Hay que luchar contra todos los prejuicios que aún se mantienen sobre el transporte público”, explica.

La cuestión es que gota a gota, los carriles bici se han ido llenando de aquello que no som bicicletas. Las huelgas del metro, quizá, habrán contribuido a acelerar el proceso de transformación de la movilidad.

¿Y el Raval y sus narcopisos? Ahí admite la teniente de alcalde que la queja de los vecinos es fácil de entender. Lo difícil es darles una respuesta que les satisfaga, porque la policía, para poder actuar, necesita tener bien demostrados los hechos ante el juez. “De momento se ha actuado en 21 pisos y se han practicado 17 detenciones, sobre todo en julio”. Pero no es suficiente, admite.

La ciudad antes del atentado no es muy distinta a la posterior. Vuelve la normalidad. Permanecen los problemas.