EL AUGE DE LAS MASCOTAS

Barcelona ya tiene un perro por cada 10 vecinos

Dos mujeres conversan junto a sus perros en un banco de paseo de Gràcia.

Dos mujeres conversan junto a sus perros en un banco de paseo de Gràcia. / periodico

VÍCTOR VARGAS LLAMAS / BARCELONA

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Mientras que el número de habitantes humanos de Barcelona lleva más de dos décadas estancado, año tras año, los perros se afianzan como protagonistas al alza del censo poblacional de Barcelona. Así se constata observando el paisaje cotidiano de la capital y se refrenda consultando las cifras oficiales: a la conclusión del 2016 había en la ciudad 149.870 canes para una población de 1,6 millones de personas. O lo que es lo mismo casi un perro por cada diez vecinos.

Ese es la estadística reveladora que se extrae del archivo de identificación de animales de compañía del Colegio de Veterinarios de Catalunya, que refleja un crecimiento sostenido que se aprecia, por ejemplo, en los últimos 5 años, al pasar de los más de 9.000 canes registrados en el 2012 y 2013 a los alrededor de 11.000 en cada uno de los dos últimos años.

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Más discretos resultan los números para gatos (33.053 en Barcelona), hurones (798), la más común de las mascotas exóticas, y otros animales (537). La cifra en el caso de especies como los felinos es menos ajustada a la realidad, puesto que “muchos dueños no los identifican al no verlo necesario para un animal que prácticamente nunca sale del hogar”, expone Maria Pifarré, miembro del Consejo de Colegios Veterinarios de Catalunya por Barcelona.

BRECHA

En el caso de los perros, también hay un considerable desfase al cotejar los datos de los veterinarios con los municipales. Frente a los casi 150.000 canes contabilizados en la base de datos sanitaria, el ayuntamiento de Barcelona tiene constancia de 43.520. Una brecha que Pifarré achaca a motivos económicos. “La gente es reticente a registrarlos porque durante muchos años, la mayoría de municipios cobraban tasa por tener mascota, pero últimamente muchos ayuntamientos no lo hacen o la aportación es mínima”, expone Pifarré.

No obstante, valora muy positivamente el grado de “concienciación” de la sociedad catalana en general, en cuanto a la “responsabilidad” mostrada con las mascotas. “La gran mayoría de perros están identificados en nuestros archivos; aún hay una pequeña parte que llega de otra autonomía o del extranjero y pueden tener chip pero no siempre el dueño los identifica en Catalunya, un extremo que luego dificulta la localización del dueño de un animal extraviado”, expone Pifarré.

Si la mayor parte de la sociedad progresa adecuadamente en su relación con sus mascotas, no se puede decir lo mismo de la Administración, según los expertos. “La legislación española establece que las mascotas son cosas, una propiedad, no seres vivos”, expone la veterinaria. El Código Civil catalán se desmarca de esa consideración y no cosifica a los animales de compañía.

Pifarre extiende ese desajuste normativo español a las restricciones pautadas para las consideradas como razas peligrosas en las ordenanzas municipales. “Hay patologías que hacen que un perro desarrolle una agresividad anómala, pero son una gran minoría. En general, lo potencialmente peligroso no es un perro, sino su dueño”, zanja la veterinaria. 

MÁS MULTAS

El debate no es baladí al constatar que uno de cada diez canes censados en Barcelona es potencialmente peligroso, según datos municipales. La ordenanza incluye en esta categoría al akita inu, terrier de Staffordshire americano, bullmastiff, dóberman, dogo argentino, dogo de Burdeos, fila brasileño, mastín napolitano, pitbull terrier, presa canario, rottweiler, staffordshire pitbull terrier y el tosa inu.

En apenas cuatro años, prácticamente se ha doblado la cifra de estas especies: de los 2.166 censados en el 2012 a los 4.201 del 2016. En ese contexto debe calibrarse la campaña del consistorio para fomentar la tenencia responsable de animales compañía, con énfasis en los perros de razas peligrosas.

El año pasado se superaron las sanciones del 2015 para estos canes por no llevar bozal o ir suelto (501 por 334 del 2015) y por que el dueño no contara con la licencia de animales peligrosos (219 por 146 un año antes). Otras 217 sanciones tuvieron que ver con no tener contratado el seguro de responsabilidad civil obligatorio para este tipo de perros (136 el 2015) y no contar con el preceptivo microchip o no estar censado (184 por 112).

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Sorprende que la lacra, tristemente extendida, de no recoger las deposiciones de los perros representara apenas 66 multas en el 2015 y 10 más el año pasado. El consistorio aclara que “cuando la conducta no es grave se advierte a los dueños de los animales” y solo se tramita la denuncia “si la comunicación no es posible o el propietario es reincidente”.