Proyección en el mercado asiático

Barcelona se exhibe en Pekín

El pabellón de Barcelona en la Semana del Diseño de Pekín, ayer.

El pabellón de Barcelona en la Semana del Diseño de Pekín, ayer.

ADRIÁN FONCILLAS
PEKÍN

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La capital catalana desembarcó ayer en Pekín con todo su diseño, sostenibilidad, creatividad y otros apellidos habituales que han apuntalado su reputación cool en el mundo y disparado el turismo hasta incomodar a la población local. Barcelona es la invitada de la Semana del Diseño de Pekín, un acontecimiento que ha prosperado mucho en sus escasos años de vida. «Parece una ciudad del futuro, quiero ir el año próximo», decía una estudiante china frente a unas imágenes de la Torre Agbar y otros edificios estilizados de vidrio y metal.

La inauguración de la exposición Barcelona, un futuro inspirado por el diseño sirvió para mostrar desde los edificios icónicos de la ciudad hasta el Cavall de Barcelona, una estructura metálica que trotó frente al pabellón entre luces y música en un guiño al Año del Caballo del zodiaco chino. Serán cinco exposiciones, 17 conferencias y una veintena de actividades varias durante una semana.

«Es una gran ocasión para presentar nuestro diseño, cultura y creatividad», señaló el alcalde Xavier Trias. Por su parte, Àlex Susanna, director del Institut Ramon Llull de promoción de la cultura catalana, habló de la «riqueza y diversidad del ecosistema urbano, arquitectónico y de diseño de Barcelona».

EXPERIENCIA / La exposición se ubica en Dashanzi, un antiguo barrio fabril reconvertido en espacio artístico que sirve de excepción a la caótica urbanización pequinesa. A las ciudades chinas se las puede aplaudir por haber evitado las dolorosas bolsas de pobreza de otros países en vías de desarrollo como la India o Brasil. Más allá de ahí, son improbables ejemplos de sostenibilidad. Pekín se extiende a través de anillos con escasos servicios en amplias zonas y aún se cometen crímenes como la reciente demolición de los barrios tradicionales de Gulou, en el corazón de la ciudad. En ese contexto, Barcelona puede darle un par de clases.

«Quieren cambiar el modelo a ciudades más habitables y ecológicas, con más tecnología, pero les llevará décadas. Aún están en el proceso de evaluación de los problemas», señala Vicent Guallart, arquitecto jefe del ayuntamiento. El Gobierno chino ha pagado la traducción al mandarín de su libro La ciudad autosuficiente.

SOLUCIONES / El rápido proceso de urbanización chino ha empujado a millones de personas a las ciudades y obligado a levantar edificios para acomodarlas. La situación, continúa Guallart, es similar a la de Bellvitge o Ciutat Meridiana décadas atrás: aglomeraciones humanas a la espera de servicios y obligadas a un tránsito al centro urbano que colapsa el tráfico. La bicicleta o el coche compartido son soluciones que también ayudarían a Pekín, juzga Guallart.

Tanto chinos como mediterráneos acostumbran a pasar horas en la calle, pero la gestión del espacio público separa a Barcelona y Pekín. La arquitecta Benedetta Tagliabue sostiene que los profesionales y el Gobierno empujaron a un cambio de tendencia. «Hace 20 años nadie comía en la calle en Barcelona, ahora sí. Los arquitectos chinos aún se están formando», sostiene. El espacio público en China no está planificado por las autoridades sino conquistado por los ciudadanos, quienes colocan mesas y sillas donde pueden. El ocio es un concepto enquistado en occidente pero relativamente nuevo en China y por ello poco considerado por los urbanistas.

«El espacio público está muy estudiado en Europa, pero en China es solo lo que queda entre dos edificios», revela Gustavo Contepomi, arquitecto argentino que trabajó 27 años en Barcelona antes de moverse a China. Barcelona y Pekín comparten pedigrí olímpico. También la capital china aprovechó para entrar en la modernidad con ampliaciones de líneas de metro, carreteras de circunvalación y nuevas terminales de aeropuerto. La diferencia estriba en la factura de la piqueta: la desaparición de los chiringuitos de la Barceloneta es una minucia comparado con la aniquilación del patrimonio histórico pequinés. «Pueden aprender de Barcelona la capacidad de transformar una ciudad reciclándola, sin arrasarla. Afortunadamente, su conciencia está cambiando», señala Contepomi.