INICIATIVA MUNICIPAL

Un grupo de discapacitados examinan los accesos a edificios y transportes de Barcelona

Robert de Miguel, una de las 38 personas contratadas para hacer un diagnóstico sobre la accesibilidad de la ciudad.

Robert de Miguel, una de las 38 personas contratadas para hacer un diagnóstico sobre la accesibilidad de la ciudad. / periodico

Teresa Pérez

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Robert de Miguel y Alba Haro forman parte del grupo de 38 personas con diversidad funcional contratadas por el Ayuntamiento de Barcelona a través de un plan de ocupación del Instituto de Personas con Discapacidad (IMPD), para realizar un diagnóstico sobre la accesibilidad en la ciudad. Desde octubre, el colectivo ya ha supervisado más de 55.000 edificios como teatros, museos, centros cívicos, deportivos y escolares, mercados, hoteles... Los campos de fútbol de Ciutat Vella, Zona Franca y Montjuïc tampoco se libran del examen crítico de estos trabajadores. Los accesos a las gradas y los lavabos pueden mejorar. 

El objetivo de esta iniciativa, que se prolongará hasta junio, es que Barcelona sea totalmente accesible para las casi 130.000 personas que tienen reconocida alguna diversidad funcional (el 8% de la población).

La teniente de alcalde de Derechos Sociales, Laia Ortiz, ha explicado este miércoles que esta medida se enmarca en el Plan de Accesibilidad Universal de Barcelona 2018-2026. "Una persona que sufre diversidad funcional tiene más capacidad para dar soluciones y tener una visión más crítica", y ha destacado que el proyecto quiere radiografiar todos los servicios públicos y privados que se prestan a los usuarios.

Pérdida visual

Robert (Barcelona, 1981) y Alba  (Barcelona, 1989) se enfrentan cada día a numerosos retos en sus recorridos por la ciudad. Ambos tienen sobrada experiencia, Robert se desplaza desde hace cinco años en una silla de ruedas. La culpa la tuvo un trágico accidente de tráfico que sufrió en Quito y que lo dejó en coma 5 meses.  El siniestro le afectó a las cuerdas vocales y un amigo dio sentido a su vida cuando le regaló un Ipad para poder comunicarse. Este sonriente arquitecto se desplaza en taxi "porque mi madre no se fía y teme que pueda tener otro accidente", explica. Y añade otro problema más: "hay algunas estaciones de metro sin ascensor y no puedo bajar las escaleras".

La vista de Alba comenzó a flojear hace nueve años. "Tengo el nervio óptico dañado y dificultades para enfocar". Por eso, tiene invertidos los colores en su ordenador; la pantalla tiene fondo negro y las letras en blanco. También ha tenido que ampliar los carácteres. Esta diseñadora de espacios no usa el autobús para desplazarse porque no puede leer las pantallas: "Tenía que ir en bus con un GPS para saber en qué calle estaba". Ahora elogia que haya vehículos en los que se anuncian las paradas por escrito y oralmente, pero ella prefiere el metro. "Me siento más segura", confiesa. Alba reconoce que su dificultad visual ha ido paralela a agudizar el oído. "Puedo estar en un bar con música alta, escucharla y además seguir una conversación con la gente", concluye.

El plan también prevé ofrecer soluciones adecuadas para cada caso y reservar una parte de las inversiones municipales para hacerlas posibles. Los principales errores se han detectado en los equipamientos antiguos. Los nuevos ya los tienen previstos. El exceso de escaleras en las paradas de metro, mercados con iluminación escasa para las personas por problemas visuales, barreras arquitectónicas insalvables... "Se ha hecho mucho trabajo, pero todavía queda por hacer", afirman los trabajadores que examinan los puntos negros de Barcelona. Y citan el caso de la Universitat de Barcelona, donde una persona con movilidad reducida tarda media hora en llegar al lugar donde otra andando solo emplea 10 minutos.