BARCELONEANDO

Barcelona, ciudad de 'lindyhoppers'

El 'lindy hop' y sus variantes son el celacanto del baile, que se dio por extinto y aún está muy vivo

Carles Cols / Barcelona

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Antes de pedir disculpas a la comunidad ‘lindy hop’ de Barcelona, que las habrá y muy sinceras, hay que hacer primero un viaje en el tiempo, a 1931. El lugar es Nueva York, entre las calles 140 y 141 de la avenidad Lenox. Es Harlem. Ahí estaba el Savoy Ballroom, un lugar tan legendario como el Cotton Club, pero mucho mejor en un aspecto, y es que los afroamericanos no tenían vetado el acceso a la pista de baile. Literal y metafóricamente, no había color. En el Savoy eran comunes las batallas de orquestas, la de Chick Webb, con un jovencísima Elle Fitzgerald, contra la Benny Goodman y su orquesta. Por favor, quién pudiera haber estado allí… Pero el caso es una noche de aquel 1931 se celebró otro tipo de duelo. De baile, George Snowden y Big Bea contra Frankie Manning y Frieda Washington. El ‘lindy hop’ era un nombre acuñado hacía solo cuatro años. Era un homenaje a la proeza de Charles Lindbergh, que en 1927 cruzó el Atlántico en un vuelo sin escalas. La cuestión es que en la pista las dos parejas exhibían esa suerte de ingravidez de cintura hacia abajo con la que parecen estar dotados los amantes de este baile cuando, se supone que entre ¡ohs! Y jaleos del público, Frankie y Frieda ejecutaron el primer aéreo de la historia, un ‘back to back roll’, la chica rodó por la espalda del chico. Aquello fue al ‘swing’ lo que la invención del fuego fue para la prehistoria.

Manning hizo volar a su pareja en la pista del Savoy en 1931 y con ello poco menos que descubrir el fuego en la prehistoria del 'swing'

Llámenle ‘lindy hop’, ‘swing’, ‘jitteburg’, ‘shag’ u otro nombre, tanto da, son versiones, aquellos fueron años emocionantes. Hollywood reparó en ello, tal vez no suficientemente, pero lo hizo. Los Hermanos Marx, por ejemplo, le reservaron unos minutos memorables al ‘lindy’ más frenético en ‘Un día en las carreras’, en el baile en el establo. Eso fue en 1937. Sin embargo, la Capilla Sixtina de esta forma de bailar y relacionarse, emocionante y vital, se rodó cuatro años después, en una película de los hoy traspapelados Ole Olson y Chic Johnson, ‘Hellzapoppin’, titulada en España como ‘Loquilandia’. Uno de los bailarines era Manning.  Habían pasado 10 años de la filigrana del Savoy. Lo de ‘Hellzapoppin es casi circense, el ‘lindy’ llevado al límite. La película se estrenó en 1941. Estados Unidos aún no estaba en guerra. Lo estaría en diciembre de ese mismo año. Aquel conflicto cambio el mundo. También el baile. El ‘lindy’ se metió de lleno en el cuello de botella de la extinción.

El ‘lindy hop’ pasó a ser el celacanto de las pistas, una especie considerada extinta hasta que en los años 80 fueron en busca de Manning para que les revelara la receta de sus pasos. Eso primero ocurrió en Estados Unidos. Hasta aquí, nada extraño. Pero, después, mostraron idéntico interés desde un pueblecito de la península escandinava, Norrtälje. Tras lo de Abba, cualquier cosa es posible esperar de Suecia. Los del norte resucitaron el ‘lindy’ en Europa (en la Alemania nazi esta afición llegó a ser motivo de reclusión y muerte en campos de concentración) y, despacio pero sin pausa, se extendió a otras ciudades, Barcelona entre ellas.

Este baile que tanto le debe a Newton entró en el cuello de botella de la extinción hasta que lo rescataron los suecos. Sí, los suecos

Vamos, hasta aquí, un historión: Manning, el primer aéreo, el Savoy, los Hermanos Marx, nazis, suecos que bailan… Y, entonces, el pasado 12 de agosto, ocurrió algo disonante. En un reportaje sobre los problemas que sufren los vecinos de la Barceloneta (ruidos, peleas, micciones, regurgitaciones y coyundas, todo ello en la vía pública) se coló por error una fotografía de ‘lindyhoppers’ bailando en el pico sur del barrio, en el paseo junto a la playa, como si fueran una plaga más del barrio. No bastaba con pedir perdón o publicar una escueta fe de errores. De ahí surge este homenaje.

David, uno de los responsables de la asociación BCNSwing, le pone números a la cuestión. En Barcelona hay unos 6.000 aumantes de las distintas modalidades del ‘swing’. Es fácil toparse con ellos. Quedan para bailar al aire libre en la Barceloneta, en el Hospital de Sant Pau, en Poblenou, en Gràcia, en Les Corts… Girar una esquina y verles es como mirar un hogar de fuego. Tiene ese nosequé hipnótico.

Lo que fascina tal vez sea imperceptible, así que David lo aclara. La mayor parte de los bailes --los folclóricos, los de salón, los de la ‘disco’, los de las fiesta mayor del pueblo—consisten en elevar la cadera, van de abajo hacia arriba. El ‘swing’ y todos sus primos hermanos hacen lo contrario, echan mano de la gravedad. Es muy sutil, pero el resultado salta a la vista. Newton podría ser el santo patrón de los ‘lindyhoppers’, pero ya tienen uno. El 26 de mayo es el Lindy Hop Day, el día que nació Manning

La familia 'lindy' de Barcelona la forman unas 6.000 personas, y eso incluye bailarines y, por supuesto, músicos

La conclusión es que 90 años después de que Lindbergh cruzara el Atlántico y de que Manning y Washington realizaran un vuelo no menos audaz, Barcelona resulta que es una plaza fuerte del ‘lindy hop’, con media docena de escuelas en las páginas amarillas, buenísimos músicos, pistas con vistas (la de la Barceloneta, sin ir más lejos), locales de referencia, como La Iguana, una fotógrafa de cabecera que retrata todo este frenesí, Núria Aguadé, unas 1.500 citas anuales en el calendario y que, de vez en cuando, recibe la visita de alguna estrella internacional cuyo nombre no sale nunca en la prensa, por lo cual ya va siendo hora de corregir ese sinsentido. Ahí van, por ejemplo, los nombres de Ksenia Parkhatskaya y Pamela Gaizutyte, mujeres de dibujos animados, a su manera, las Eleanor Powell del ‘lindy hop’, que serían capaces de eclipsar a Fred Astaire, como ya hizo Eleanor, no en vano Fred no quiso compartir reparto nunca más con ella.

En resumen. Lo dicho al principio. Perdón por las molestias.