Batalla medieval en Barcelona

Unas 2.000 personas aterrizan en la ciudad con ocasión del campeonato internacional de lucha medieval, que se libra con armas reales pero sin filo

Battle of the Nations

periodico

MAURICIO BERNAL / BARCELONA

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Aveloc Twiceborn, dice llamarse el capitán del equipo estadounidense de lucha medieval. Sudoroso, exudando fatiga tras entrenarse un par de horas con la espada, aprovecha un momento de descanso para desplomarse en la arena de La Monumental, a la manera en que se desploma un caballero medieval: con el caótico estrépito del acero de su armadura. A su alrededor la mayoría van vestidos como si fueran normandos a punto de emprender el camino a Hastings, aunque también hay émulos de Little John, disfrazados como subversivos de la época, y cortesanas que se desplazan con elegancia y de vez en cuando hacen alguna reverencia. Sir Aveloc, en la vida real Harvey Palmer, tiene 53 años y está casado con una mujer del Ejército estadounidense que suele pasar largas temporadas fuera. “Yo soy caballero y cuido de los niños en casa”.

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Palmer ha viajado 8.000 kilómetros desde Seattle, en la costa oeste de EEUU, dispuesto a ponerse durante tres días el disfraz de caballero medieval y batirse a espada limpia con quien se ponga por delante. Algunos pensarán, quizá con razón, que es un estrafalario, pero sir Aveloc tiene un discurso que lo sustenta. “Creo en este deporte. Aquí sabes qué clase de hombre eres realmente, si tienes el coraje necesario, si eres capaz de velar por la integridad de tu compañero, si puedes aguantar los ataques del adversario con tal de mantener a tu equipo en pie. Poniendo de lado la guerra, es actualmente el enfrentamiento entre hombres por excelencia”. No es el discurso de un marginal. En La Monumental y sus alrededores es fácil encontrar por estos días caballeros armados que dicen que la única diferencia entre sus combates y la guerra es que sus espadas son romas.

DESFILE DE ÉPOCA

Palmer / Twiceborn es una de las estrellas de esta disciplina a nivel mundial y una de las cerca de 2.000 personas que se han desplazado a Barcelona con motivo del campeonato internacional Battle of the Nations que organiza la Asociación Internacional de Lucha Histórica Medieval (HMBIA, por sus siglas en inglés). Participan 27 equipos nacionales que este sábado por la mañana desfilaron con sus uniformes y banderas por la arena de la antigua plaza de toros, ante un público escaso pero entusiasta. Luego hubo un desfile de vestidos de época (“luce un bonito vestido del siglo XIV…”, decía el maestro de ceremonias) y enseguida empezaron las justas. La selección española la componen los integrantes de tres clubes: el Valentia Victrix de Valencia, el Born Combat Medieval de Barcelona y el Urna Regnum aragonés. Lo que vendría a ser la élite del combate medieval local.

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El jefe de todo esto es un ucraniano de 25 años, Sergey Tsymbal, vicepresidente de la HMBIA y organizador de la cita de Barcelona. “La lucha medieval vivió hace años un resurgimiento en algunos países de la antigua Europa del este, principalmente Rusia, Ucrania, Polonia y Bielorrusia. Allí llevan 20 años peleando. Al principio era una especie de juego cruel. Algunas veces corría la sangre”. La práctica creció: surgieron ligas nacionales en varios países de Europa y empezaron a llegar noticias de que había equipos en lugares ignotos como Argentina, México y Chile. Se formaron divisiones femeninas. Se crearon dos asociaciones internacionales, la HMBIA y la Federación Internacional de Combate Medieval (IMCF). El primer Battle of the Nations tuvo lugar en el 2010: participaron siete selecciones.  “Alguna gente piensa que esto es como una especie de Juegos de Tronos, pero no –dice Tsymbal–. Esto es tal y como era en el siglo XIV”. Pero con espadas romas.

TOPARSE CON MEL GIBSON

Había gente paseando por las calles adyacentes a La Monumental que, al toparse con el equipo danés comiendo en una terraza, se preguntaba si no estaba teniendo lugar una versión medieval del salón del cómic en algún lugar cercano. En la plaza los protegía el contexto, pero afuera parecían extras que no habían apuntado bien la dirección del rodaje. Es la primera vez que ocurre algo así: las ediciones anteriores han tenido lugar en castillos, y la puesta en escena incluía el montaje de un campamento medieval donde los participantes comían, dormían y hacían vida mientras duraban las justas. Estaban lejos, apartados, dedicados a sus cosas. Lo que esta edición urbana hace posible es que los vecinos al entrar en la tienda de la esquina corran el riesgo de encontrarse con un tipo vestido como Mel Gibson cuando se dedicaba a cercenar cabezas de soldados ingleses, peor, con el rostro desencajado que se le ponía cuando ejecutaba tales proezas.

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Los luchadores medievales modernos suelen tener que explicar que esto no es como la lucha libre mexicana: un montaje. Porque puede parecerlo. “Esto es real, 'full contact'”, dice Jordi Martínez, del equipo español, guardia urbano de Barcelona cuando se despoja de la armadura y autor del volumen 'Bohurt, la melé del antiguo deporte del combate medieval'; es decir, un intelectual del tema. “De esto sales por lo menos magullado”, explica. Debajo de las armaduras suele haber profesionales de deportes en los que no abundan precisamente las caricias, como el boxeo, el kickboxing y, sí, la lucha libre. “La estrella número uno es Sergey Ukolov, que es experto en artes marciales y wrestling”, dice Tsymbal. Hubo barceloneses que se acercaron a La Monumental con una idea un poco más pacífica de lo que iba a ser el espectáculo, y que salieron de allí tachándolo de “salvajada”.

Ya sea en términos de deporte –los organizadores lo consideran como tal– o salvajada, el clímax de la jornada tuvo lugar a última hora de la tarde. El momento de las batallas masivas. Saltaban a la arena los equipos al completo –21 luchadores por bando– y se ponían definitivamente medievales, o como diría aquel espectador, “salvajes”. Cobraba todo el sentido la frase que había pronunciado al empieza la jornada el capitán español cuando decía: “Las armas no pueden tener ni filo ni punta, de lo contrario nos mataríamos”.