UNA ZONA EN TRANSFORMACIÓN

La avenida de los teatros

¿Qué queda de la avenida «popular y bullanguera» de la primera mitad del siglo XX?

Raquel Meller.

Raquel Meller.

H. L. / BARCELONA

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Cuenta Miquel Badenas Rico en su 'El Paral·lel, nacimiento, esplendor y declive de la popular y bullanguera avenida barcelonesa', una suerte de biblia sobre el lugar, que el poeta Maragall bautizó la avenida como «la Rambla de los pobres». El propio Badenas la describía como «una feria permanente de bullicio y alegría en cuyas salas de espectáculo, teatros y grandes cafés el gozo de vivirlo nunca se perdía». Sería cuanto menos exagerado definir el reformado Paral·lel del 2015 en esos términos, pero no sobra recordar que hoy por hoy el Condal programa 'Pels pèls', el Victòria el ya clásico 'Mar i Cel', el Apolo tiene a Guillermo Toledo en 'Cremats', la sala Barts (antiguo Studio 54), 'El Petit Príncep', de Àngel Llatzer, y el resucitado Molino a Las Chanclettes en '#DPUTUCooL'. Eso sí, en ninguno de ellos huele a cazalla, ron y aguardiente, «todo ello envuelto en humo de tabaco negro», como el que relata Badenas de los años gloriosos de la avenida, en las primeras décadas del siglo XX, cuando las estrellas de la avenida eran Raquel Meller y la Bella Dorita, ambas recordadas en dos de las plazas viejas -no los controvertidos plans-. La primera, frente al abandonado Arnau, y la segunda, frente al Molino.

Con el permiso de Badenas, otra de las personas que más ha leído sobre la avenida - «sobre todo he leído a Badenas», le homenajea- es Toni Oller, presidente de la asociación Talia, entidad que lleva años reivindicando la historia del viejo teatro. Nacido como Delicias, el después Talia fue el segundo levantado en el Paral·lel, en el año 1900. Se convirtió en solar desde que un hijo de Paco Martínez Soria, religioso, vendiera el solar a una constructora que nunca construyó nada en su lugar -aún vacío- ya que está calificado como equipamiento.

«El 19 de julio de 1936 hubo un combate en el Paral·lel, entre el Molino y el Chicago. Cinco horas de disparos. La primera batalla ganada al franquismo», recuerda Oller, quien también destaca los debates en el bar La tranquilidad, al lado del Victoria. «Era de todo menos tranquilo. Constantemente detenían a anarquistas», cuenta el activista vecinal, ahora muy implicado en la reivindicación de la recuperación del Teatre Arnau.