Un ático con vistas

La cárcel de mujeres de Wad-Ras, a la izquierda, linda con las pistas de pádel, iluminadas, en una imagen tomada el 7 de noviembre del 2014.

La cárcel de mujeres de Wad-Ras, a la izquierda, linda con las pistas de pádel, iluminadas, en una imagen tomada el 7 de noviembre del 2014.

OLGA Merino

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Esta es la historia de una buena imagen a la que había que poner letra. La foto la disparó el gatillo de Julio Carbó la víspera del 9-N, cuando en el reparto de la faena le tocó retratar los preparativos de aquella consulta en algún colegio electoral. Y así, buscándose el pescado por la Vila Olímpica, el compañero tropezó con una paradoja en la calle de Pamplona: resulta que la prisión de mujeres de Wad-Ras linda con las pistas de pádel del Centre Esportiu Nova Icària, separadas ambas instalaciones por un callejón vallado. De un lado, la libertad, el disfrute del ocio; del otro, los desconchones del encierro. Un muro entre dos mundos.

Había que darse prisa porque anochecía y la luz era casi perfecta. ¡Ah, los fotógrafos y la luz! Van tras ella igual que perdigueros hambrientos. Julio giró su cabeza como un periscopio hasta que reparó en el edificio más alto; la nariz le pedía cazar la contradicción desde esa perspectiva. "Empezaría por llamar al ático e iría bajando, a ver si había suerte". Y hubo bingo: la vecina del ático estaba en casa y, encima, abrió. "Solo me pidió como condición que no saliesen retratadas las chicas, porque le merecían todo el respeto".

Cuatro meses más tarde, el dedo vuelve a pulsar el timbre del telefonillo. Arriba aguarda un espectáculo circular, una vista espléndida de 360 grados. A los pies, los apartamentos que albergaron a los atletas participantes en los Juegos del 92. Un barrio nacido sin equipamientos ni tiendas sobre la coraza fabril del Poblenou, la Icària obrera y anarquista que noveló Xavier Benguerel.

La mañana ha despertado ventosa, muy desapacible, y en el tramo de barandilla que mira hacia el patio de la prisión no se ve un alma. Es al rato largo cuando cruza una chica en una camiseta de tirantes que invita a tiritar; lleva entre las manos lo que parece un cazo. O una taza.

Comunicación a gritos

Dentro del piso, la vecina, que prefiere resguardarse en el anonimato, despliega sobre la mesa amabilidad, desayuno y la petición, de nuevo, de cuidar a sus chicas. Los años de convivencia visual con las reclusas han desarrollado en ella un instinto protector. "La mayoría están ahí dentro por la mala suerte, las circunstancias". Una cagada. Tal vez la tentación de hacer de mula en un atolladero económico.

La conversación versa sobre el sentido del cautiverio y los hábitos de las reclusas en el patio. Con el buen tiempo, algunas toman el sol. Sudamericanas, magrebís, gitanas, payas, africanas, de todo. Hacia el atardecer, cuando la luz mengua, se acercan los familiares hasta los muros de la trena para comunicarse a gritos con las internas: "Manuelaaaaaa, que aquello ya está arreglaooooo". Pequeñeces cotidianas. "Lo que más me conmovió —comenta la vecina— fue el día que vi tendidos pañales y ropita de bebé".

¿Ropa de bebé? El centro penitenciario de Wad-Ras es el único en Catalunya que alberga un módulo donde las madres presas conviven con sus pequeños. Cada mañana, a eso de las nueve, dos voluntarios de Cruz Roja acompañan a los chiquitines desde la puerta del penal hasta la escuela Cobi, un jardín de infancia municipal que desde su inauguración, el curso 2011-2012, reserva siete plazas para escolarizar a los hijos de las reclusas, siempre que sean menores de 3 años. Es la edad en que empiezan a formularse preguntas, a distinguir el dentro del fuera.

La directora de la guardería, Maria Roca, tuvo la genial idea de inventar un álbum que viaja a diario entre un recinto y otro con fotos de los peques. Momentos felices que apaciguan a las mamás sin móvil.

El viento sigue a lo suyo. Abajo, en el callejón que separa la cárcel de las pistas de pádel, hay un coche de los Mossos y un montón de pelotas fuera de juego. Algunas han quedado atrapadas arriba, entre las espirales de alambre; la intemperie aún no les ha robado el lustre fosforescente. Arriba, abajo, dentro, fuera.