A pie de calle

La arteria de los vicios populares

La fachada del Teatre Arnau, en el Paral·lel, en obras, ayer.

La fachada del Teatre Arnau, en el Paral·lel, en obras, ayer.

CATALINA GAYÀ

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El número 69 de la avenida del Paral·lel estaba ayer en obras. La semana que viene, me explicó el encargado, se inaugura ahí un bar de montaditos. Hasta hace poco, el local era una bazar de electrodomésticos. En la fachada ayer aún estaba el cartel antiguo y un albañil latinoamericano -quizá en su país era maestro, ingeniero o o vendedor de coches- lo desmontaba casi sílaba por sílaba.

Llegué ayer al número 69 de la avenida del Paral·lel con un libro en la mano y me decepcionó, la verdad, toparme con otro lugar de tapas en construcción en esta ciudad.

Ayer encontré el libroLa Barcelona pecadoraen la librería del CCCB, donde se ha organizado una exposición, y varios debates, sobre el Paral·lel de 1894, año de inauguración de la arteria, a 1939, año en que todo lo que había sucedido en ese periodo y en esa vía barcelonesa fue pecado.

El libro es una recopilación de los artículos del periodista y escritorDomènec de Bellmunt, pseudónimo deDomènec Pallerola i Munné (1903-1993). En una crónica magistral,De Bellmuntme lleva a ese número 69, en 1934. Comparto con un jovenDe Bellmunt,tenía 31 años, un taxi y el conductor se pone nervioso cuando el periodista le indica que lo lleve al bar La Tranquilidad.

Todo el mundo en esa Barcelona revolucionaria sabe que ese bar es un nido de anarquistas, un bastión de la CNT, del «comunismo libertario» que ahí se gestan las revoluciones sociales y, escribeDe Bellmunt, «se tienen ideas avanzadas» y se cree en «la justicia de un mundo mejor».

Bellmunt entra en el bar. Hay un único cuadro, la foto deFerrer i Guàrdia,un homenaje a la Escuela Moderna y un recuerdo a su fusilamiento, en 1909, cuando lo condenaron a muerte por «fomentar» la revuelta de obreros durante la Semana Trágica. El Paral·lel también fue escenario de esa semana de muertes y barricadas.

El joven periodista habla con el dueño,Martí Cisteró.Le dice que su bar triunfaría en París, que sería el lugar preferido de bohemios y artistas. Pero el bar está en la Barcelona de 1934, en el Paral·lel, donde los mítines obreros se celebran por la mañana en los teatros y, por la noche y en esos mismos teatros, se baila charlestón, triunfa elmusic-hally, en 1934, se detienen obreros.

Ayer salí del 69 y miré alrededor. Era de día y los teatros estaban cerrados. Algunos, en obras. Vi hoteles y cadenas globales, e interculturalidad y pobreza urbana y popular. En algún local, aún quedan pósteres de la época del destape. El Paral·lel no te permite mirar de acera a acera. Pasaban buses, coches, motos, bicis, ambulancias. Unos turistas salían de un hotel, los turistas siempre ponen cara de estar perdidos en este paso; más que en la Rambla.

Del «A la guerra, el Paralelo agradecido» han pasado 99 años. En 1914 esa era la arteria del vicio de una Europa que se estaba matando. Ahora Europa sangra de otra manera. Les Tres Xemeneies de la antigua fábrica de La Canadenca siguen ahí como testigos industriales de una Barcelona que, en 1919, se declaró por primera vez en huelga para conseguir una jornada laboral de ocho horas. Un líder de la CNT,Salvador Seguí, El Noi del Sucre, logró el avance social. Ayer había skaters en esa plaza. De los bohemios de los que hablaba De Bellmuntno había rastro. Como mínimo, a la luz del día.

Los skaters llegan por «la calidad de las rampas». Herencia de la Barcelona Olímpica. Los turistas poco saben sobre qué es el Paral·lel para Barcelona. La vía tiene algo de popular, de pobre, de ciudad sin marca.