El arquitecto de Dios

El Museu Diocesà transmuta en centro consagrado a la obra de Antoni Gaudí. El espacio combina sus valiosas piezas de arte sacro con obras del genial creador

Dos visitantes ataviados con gafas de realidad virtual, en la exposición dedicada a Antoni Gaudí en el Museu Diocesà.

Dos visitantes ataviados con gafas de realidad virtual, en la exposición dedicada a Antoni Gaudí en el Museu Diocesà.

NATÀLIA FARRÉ

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Gaudí es un valor seguro. Lo dice la estadística. Ahí están los más de tres millones de visitantes que anualmente recibe la Sagrada Família. Los dos millones del Park Güell o el millón de la Pedrera. Y los pingües beneficios que ello conlleva (48,5 millones de euros la suma del primero y el tercero). Cifras que son la envidia de cualquiera de los museos de la ciudad que -Barça, al margen- no llegan nunca a los siete dígitos. Para muestra, un botón: los dos museos supuestamente insignias de Barcelona, el Macba y el MNAC, alcanzaron el año pasado poco más de 300.000 visitantes el primero, y poco más de 700.000 el segundo. La estadística también afirma que por el Pla de la Seu, es decir, por el espacio que se abre delante de la catedral, pasan anualmente 12 millones de turistas.

Con todo ello sobre la mesa, no hay que ser un hacha para deducir que un centro dedicado a Gaudí al lado de la catedral es una apuesta segura. Y esta es la apuesta que ha hecho el Museu Diocesà, desde hace un mes transmutado en Museu Diocesà The Gaudí Exhibition Center. Los objetivos son claros: dar a conocer al genial arquitecto, pero también sumar visitantes y beneficios, que por algo es una institución privada con la necesidad de autofinanciarse. «Pretendemos dar conocimiento a la gente pero de forma atractiva», afirma Pere Jordi Figuerola, conservador del museo. «Y que el turismo que viene a Barcelona a ver a Gaudí pase también por aquí», apostilla Josep Maria Martí Bonet, director del centro además de responsable de patrimonio de la diócesis de Barcelona. De momento, la fórmula parece funcionar. El sábado sus salas estaban llenas y no se oía ni catalán ni castellano, que para el caso que nos ocupa es lo mismo. Y durante el mes de septiembre, abierto en fase de pruebas, pasaron por el espacio 10.000 visitantes, una cifra nada despreciable para un museo de arte sacro.

Un espacio que por su contenido celestial se antoja casi ideal para El arquitecto de Diosuno de los apelativos por los que era y es conocido Gaudí. Hombre de fe inquebrantable y artista de referencias religiosas innumerables al que siempre rodeó un halo de santidad. Tanto que la Congregación de las Causas de los Santos estudia su beatificación. Ahí es nada. Mientras, Martí Bonet bromea sobre «el primer milagro del arquitecto» que no sería otro que lo conseguido por el Museu Diocesà: la rehabilitación de un edificio casi ruinoso y la apertura de una exposición que explica a Gaudí con los avances tecnológicos más punteros.

Intersección divina al margen, el cambio ha sido posible gracias a la colaboración de The Gaudí Research Institute, que aporta los conocimientos -«Nos hemos aliado con los mejores estudiosos y expertos de Gaudí del mundo», apunta el conservador-y la empresa Samsung, autora de los sofisticados dispositivos de realidad virtual, hologramas, audiovisuales y demás tecnología puntera que acompañan a la muestra. De manera que si a uno no le apetece desplazarse hasta Santa Coloma de Cervelló, basta con calzarse unas gafas Gear VR para pasear por la cripta de la colonia Güellde la mano del mismísimo Gaudí. Y basta con mirar una pantalla para ver la recreación de la iglesia que debía coronarla y que nunca llegó a construirse pero sí a pensarse. El genial arquitecto la imaginó como el Santo Sepulcro de Jerusalén.

Tesoros medievales

En esta joint venture, el Museu Diocesà pone sus fondos y su edificio. Una colección que abarca desde la época romana hasta la actualidad y que alberga tesoros de arte medieval, además de piezas de Gaudí. Obras que ahora pone al servicio del genio modernista para explicarlo como el culmen de la tradición artística catalana. Y un edificio que bien vale una misa. Conserva restos romanos, góticos y renacentistas que durante años cobijaron a una institución caritativa, la Pia Almoina, hasta que en 1988 se reconvirtió en museo y pasó de alimentar estómagos a alimentar intelectos.