La opinión de los residentes

Apatía en el Raval

Finca afectada 8 Uno de los edificios de la calle de Robador en el que el ayuntamiento actuará, ayer.

Finca afectada 8 Uno de los edificios de la calle de Robador en el que el ayuntamiento actuará, ayer.

ROSA MARI SANZ / HELENA LÓPEZ
BARCELONA

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El plan de choque del ayuntamiento para paliar los problemas de convivencia que sufren muchos ciudadanos del Raval que habitan fincas en las que es habitual el trajín constante de prostitutas y clientes o de inquilinos que malviven hacinados en pisos contiguos fue recibido ayer con cierta apatía entre los vecinos, aunque también hubo quien reconoció un respiro. Entre los primeros, los que ya han dejado de creer que se puede vivir sin conflictos en un barrio donde la delincuencia, el acoso inmobiliario y los problemas derivados de la prostitución y el pequeño tráfico de droga en las esquinas han hecho mucha mella, y ansían poder mudarse a otro lugar. Son, principalmente, aquellos que habitan en zonas con mayor presencia de mujeres y proxenetas, como las calles de Robador y de Sant Ramon, precisamente donde empezará el plan, al tratarse de una de las áreas donde el problema es más evidente.

Ayer, por ejemplo, poco antes del mediodía, en la calle de Robador ya se concentraban decenas de prostitutas -de múltiples edades y nacionalidades- ofreciendo sus servicios en plena calle, varias de las cuales entraban con sus clientes en la finca del número 25 sin disimulo, a pocos metros del punto fijo de polícia que la Guardia Urbana tiene en el conflictivo lugar.

Vecinos expulsados

Escena más que familiar que, junto a los problemas que originan a los vecinos de muchas viviendas en las que es habitual la presencia de más de una docena de personas conviviendo en minúsculos pisos, especialmente por la sensación de inseguridad y desconfianza que este hecho produce entre los inquilinos de siempre, que ha llevado a muchos propietarios a colgar el cartel de«se vende».Otra cosa es que, en la situación actual, alguien quiera comprarlos, claro.

Por eso, la respuesta ante la nueva medida municipal de una propietaria que busca nuevo dueño para el piso de la calle de Robador en el que lleva más de dos décadas viviendo no fue otra que«llega muy tarde». Porque esta mujer, que prefiere no identificarse -«tengo miedo de vivir en mi piso»- solo piensa en dejar el barrio, incluso la ciudad.«He llegado a tener pánico, en mi escalera hay dos pisos sobreocupados con más de 15 personas. Yo salgo cada día de casa con un espray porque siempre hay follones en la escalera», explica. Y añade:«Siempre estamos con sobresaltos. A cualquier hora, de noche o madrugada, te llaman a la puerta gente nueva que se equivoca de piso. Mi hijo decidió irse de casa porque ya no aguantaba más vivir en este barrio».

Jordi Matador vive en la calle de Robador, en la finca de protección oficial levantada hace pocos años para regenerar la zona. Evidentemente en su finca no hay camas calientes, pero sufre la problemática igual.«Desde mi balcón, frente al número 25, veo a diario de todo. El problema de estos pisos no es solo para los que viven en los edificios, lo sufrimos todos. Muchas veces no llegan a subir a las viviendas. Las felaciones a menudo se hacen en los portales»,apunta. Otros temen que el remedio sea peor que la enfermedad y que cerrar estos pisos no haga más que, por un lado, trasladar el problema a otras áreas y, por otro, fomentar más el sexo en plena calle -algo que ya sucede-, a falta de un espacio privado en el que ejercerlo.

En la contigua calle de Sant Ramon, el ambiente la mañana de ayer era similar al de Robador. Prostitutas, clientes y policía, conviviendo sin demasiados problemas. En menor proporción que en Robador, eso sí.

Solo un parche

A pocos metros, en la calle de Sant Rafael, otro vecino, Carlos Cotes, aplaude la medida, aunque lamenta que por ahora se centre solo en Robador y Sant Ramon, ya que denuncia que la problemática va mucho más allá. De hecho, cuenta que en su finca, la única cuya fachada todavía no se ha rehabilitado de esa vía y en la que ya se instaló su abuela en 1914, también haypisos patera, cuyos inquilinos les han ocasionado más de una molestia.«Nos han reventado la puerta en más de una ocasión, porque no siempre todos tienen llaves, incluso nos destrozaron el contador del agua», explica, y señala la primera planta del edificio del número 16, un piso de 55 metros cuadrados donde dice que en ocasiones duermen unas 15 personas de diferentes nacionalidades. También apunta a bloques del contiguo pasaje de Bernardí Martorell como viviendas habituales donde las prostitutas acuden con sus clientes.