BARCELONEANDO

24-M, la gran fiesta de la genética

Con las urnas a punto, el neurocientífico Adolf Tobeña va y nos revela por qué votamos

Helena González, bióloga de The Big Van Theory, lleva a cabo su monólogo entre los comensales del 7 Portes.

Helena González, bióloga de The Big Van Theory, lleva a cabo su monólogo entre los comensales del 7 Portes.

CARLES COLS

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Sucede en 'Todos dicen I love you', comedia de Woody Allen. Bob (Alan Alda en la película) está preocupado porque su hijo Scott ha abrazado la causa republicana. Durante el Día de Acción de Gracias, con el pavo a medio filetear, Scott se desmaya. Los médicos dan con el problema. Un pequeño coágulo obstruía el riego sanguíneo en el cerebro. Resuelto el problema, Scott se pasa a los demócratas.

Esa breve historia merecía ser recordada antes de contar lo que el pasado domingo sucedió en el restaurante 7 Portes de Barcelona, donde una vez al mes se organizan unos muy nutritivos desayunos con tertulia, pero en esta ocasión se celebraba el primero de una nueva variedad en la que el eje del debate es la ciencia. 'Neurociencia y política: cómo determinamos nuestro voto'. Ese era el título y el reto, ir más allá de lo que Allen fue en su película, indagar si en realidad no votan las personas sino su ADN, dar por buena la provocadora teoría de Richard Dawkins, que no somos más que la carcasa de unos genes egoístas en guerra unos contra otros por sobrevivir.

Claro, uno escucha ciencia y bosteza o, peor aún, pasa la página, pero, cuidado, que los organizadores del desayuno, muy pillos, decidieron que uno de los dos púgiles dialécticos fuera Adolf Tobeña, catedrático de Psiquiatría y Psicología Médica que presume en su currículo de que, cuando le llaman desde una tele o una radio para entrevistarle, la primera vez siempre suele ser la última. Es un hombre de naturaleza pejiguera. Tobeña asegura que la elección del candidato que más gusta no difiere demasiado de la sexual, que ser de derechas o de izquierdas, anarquista o jerárquico, corrupto o altruista, viene parcialmente escrito en los genes. También ser «parroquial», una forma muy graciosa la suya de definir esa tendencia humana a buscar cobijo bajo una religión, una bandera o un club de fútbol.

Mejor con lubricante

Por distender, el desayuno comenzó con un monólogo a cargo de Helena González, miembro del grupo de teatro The Big Van Theory, científicos a la par que actores que sospechan que las matemáticas, la física o la química entran mejor en la mente lubricadas con un poco de humor. La mejor anécdota en la historia de esta compañía es aquel día en que el dueño de una discoteca de Valencia les contrató porque pensó que eran un grupo musical. El chasco no impidió que cumplieran con su cometido, así que ahí estaban, de madrugada, radiografiando los rayos cósmicos o lo que fuera y el público con su vaso de tubo.

González introdujo el debate del 7 Portes con sobradas tablas. Es bióloga. «Entre Rita Barberá y Natalie Portman solo hay un 0,1% de diferencia genética». Risas. El monólogo, como piscolabis cultural, fue perfecto, pero, claro, luego era el turno de Tobeña, el aguafiesta del libre albedrío, a quien las objeciones de Spinoza y Schopenhauer sobre la libertad en la toma de decisiones le parecen almibaradas y que, ya puestos, hasta ha escrito un libro, 'Cerebro y poder', que plantea que no es mandar lo que corrompe, sino que hay una predisposición genética en determinadas personas a capitanear y que, desafortunadamente, tiene más que ver con la testosterona que con la abnegación.

El otro ponente invitado era Francesc Pallarés, catedrático de Ciencias Políticas, desde luego más ortodoxo que su rival, que puestos a interpretar cómo deciden los votantes su papeleta dijo algo que merece la pena ser recordado, que en este país, cuando llegó la democracia ya había televisión, que aquí no sucedió esa pérdida de la virginidad catódica que supuso en su momento en Estados Unidos el cara a cara entre Kennedy, como una Mary Poppins, prácticamente perfecto, y un sudoroso Nixon. En el fondo, Pallarés avalaba así otra de las tesis de Tobeña, que Suárez ganó también por guapetón. «Que el candidato esté bueno determina en un 20% la decisión del voto», afirmó, y como botón de muestra recordó que el voto femenino fue un 30% mayor que el masculino en las primeras elecciones de Barack Obama a la presidencia.

Tanta pólvora esparció Tobeña que el debate posterior fue pirotécnico. Entre los comensales estaba nada menos que Miquel Porta, epidemiólogo de traca, que chocó frontalmente con el neurocientífico. «Es falso, falso…», clamaba Porta. Y Tobeña se crecía y replicaba. Será que ese es su ADN.

El desayuno con tertulia, neurociencia y voto respondió con creces a las expectativas creadas. Así que ya saben. No sean perezosos el domingo y lleven a sus genes a votar. Ellos ya sabe qué papeleta elegir.