La evolución de un discutido servicio público

BCN planifica el Bicing 2.0

CARLOS MÁRQUEZ DANIEL
BARCELONA

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Economistas y opinadores rutinarios se llevan las manos a la cabeza cuando examinan el Bicing desde el punto de vista de la rentabilidad. Omiten que, como sucede con el autobús, el metro, la limpieza de la ciudad o el cuidado de los jardines, la bicicleta pública nació como un servicio ciudadano más, como un sistema que no depende tanto del negocio que genera -suelen ser un pozo sin fondo- como de las virtudes sociales que aporta. Tras un tempestuoso estreno, el Bicing se acerca a los cuatro años de vida con voluntad renacentista, con hábitos adquiridos que permiten pararse a respirar y plantear un modelo más avanzado, una versión 2.0 que incluya, por qué no, publicidad en la rueda trasera y limitar la cifra de abonados para evitar otra avalancha de socios.

Las mejoras en las estaciones y los elementos añadidos a la bici para convertirla en una máquina más hermética lograron el año pasado que los casos de vandalismo se redujeran un 72% y que el balance de pérdidas y robos cayera un 90%. Francesc Narváez, concejal de Movilidad, admite que en su origen el Bicing «no estaba preparado para enfrentarse a Barcelona» y reconoce que si la ciudad «no lograba resolver el tema del gamberrismo, difícilmente el sistema podría avanzar y mucho menos resolver el resto de posibles conflictos». Tras una ampliación del contrato que se firmó en junio del 2009 -hasta alcanzar los 16,7 millones de euros anuales, un 40% más que lo estipulado en el acuerdo inicial- la empresa concesionaria, la multinacional Clear Channel, empezó a sembrar soluciones cuyos frutos, en forma de indicadores de confianza, empiezan a recogerse ahora.

PRIMER APROBADO / La noticia que hizo saltar más lágrimas fue el aprobado que los abonados dieron al servicio por primera vez el año pasado. Aunque sea un 5,4, un suficiente raspadito, la encuesta denota que el socio, que como decía aquel, siempre tiene la razón, nota que el Bicing empieza a ser un servicio más consolidado. De ello se congratula el propio Narváez. Consciente de «todas las situaciones graves» que se han producido en estos cuatro años, el responsable de Movilidad asegura que el ayuntamiento «ya sabe dimensionar el alcance real del Bicing».

Con la instalación del nuevo sistema informático que el verano pasado no quiso arrancar aplazada hasta el siguiente mandato, el consistorio ha pasado a una etapa más de reflexión, de dejar de apagar fuegos y apuntalar el invento. En ese menester ideológico, Narváez apunta dos interesantes novedades que tienen que ver con la financiación y la estabilidad del producto.

RUEDAS CON MENSAJE / Por un lado, el consistorio estudiará «colocar publicidad en la rueda trasera de la bicicleta», lugar en el que ya se ha promocionado la campaña Bicivisme y el Tour de Francia y que en un futuro, «cuando el sector esté un poco mejor», podría ser un suculento espacio para que grandes marcas lo usen de escaparate. La segunda propuesta nace del aprendizaje, de cuando el Bicing tenía 197.000 socios y no había dios que controlara la situación. Ahora, con 118.000 usuarios y creciendo tímidamente, el ayuntamiento considera que el servicio puede soportar entre 125.000 y 135.000 abonados como máximo. «Alcanzada esa cifra, nos plantearemos cortar el acceso y crear una lista de espera», adelanta Narváez. Zaragoza, ciudad que también gestiona Clear Channel, limitó los socios a 29.000 y tiene a 18.000 personas esperando que alguien pida la baja.

A pesar de que el Bicing parece que va a mejor (ver gráfico), no sentó nada bien que el ayuntamiento decidiera incrementar la cuota del 2011 un 15% y convirtiera la bici pública de Barcelona en la más cara de España. El consistorio razona que el encarecimiento se debe a la intención de equilibrar un poco más la balanza entre lo que paga la administración (80% del servicio) y lo que aporta el socio (20%), que además de dinero, lleva cuatro años regalando comprensión.