LOS PROGRESOS URBANOS DE LA FAUNA EXÓTICA

Siete especies de loros y cotorras se adaptan a la vida en Barcelona

Una cotorra de máscara roja, en la calle de Bailèn.

Una cotorra de máscara roja, en la calle de Bailèn.

ANTONIO MADRIDEJOS
BARCELONA

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Barcelona no tiene el clima de Kinshasa ni de Yakarta, ni siquiera el de Málaga, pero eso no ha sido impedimento para que siete especies de cotorras y loros se hayan aclimatado hasta criar con naturalidad. A las ubicuas cotorras argentinas (Myiopsitta monachus), observables desde hace dos décadas cerca de cualquier palmera, se han sumado en los últimos años otras cinco psitácidas, como se llaman técnicamente los miembros de esta vistosa familia de aves. La última ha sido la cotorra de Nanday (Nandayus nenday). «Hay al menos una pareja que crió en el 2010 en un plátano en la calle de Pujades, en Poblenou», relata el ornitólogo Ricardo Ramos. Si se sabe por dónde transitan, prosigue Ramos, es posible verlas formando bandos de 5 a 10 individuos. Son los dos adultos y el grupo familiar.

Aunque las cotorras se han convertido en vecinos habituales en Valencia, Palma y Málaga, entre otras muchas ciudades, no hay constancia de ninguna otra urbe europea con tanta variedad de especies.

Las seis nuevas psitácidas aún son escasas, pero todas ya están documentadas tanto por el Institut Català d'Ornitologia (ICO) como por la Sociedad Española de Ornitología (SEO-Birdlife). Además de la cotorra de Nanday, las especies con reproducción segura son la cotorra de Kramer -con presencia constante desde hace al menos tres décadas- y las más raras cotorra de cabeza azul (Aratinga acuticaudata), cotorra mitrada (Aratinga mitrata), cotorra de máscara roja (Aratinga erythrogenys) y lorito del Senegal (Poicepahlus senegalus). También hay constancia de ejemplares sueltos de diversos periquitos, cacatúas y loros agapornis, aunque sin reproducción. En cuanto a cotorras argentinas, y a falta de que concluya un inacabable censo, su población se estima en 2.000-3.000 individuos. Eso sí, con sus colores estridentes y su canto atronador, ninguna pasa inadvertida.

EL HALCÓN, EL ÚNICO DEPREDADOR / Loros y cotorras sobreviven con cierta facilidad porque han desarrollo unos hábitos alimentarios poco selectos. Comen sobre todo dátiles y frutos del almez, pero no hacen ascos a ganchitos, galletas, palomitas, corteza de eucalipto y hasta bayas del ciprés. En su éxito también destaca la ausencia de depredadores, limitados al escaso halcón peregrino.

Todas las psitácidas son ejemplares escapados de jaulas particulares o liberados inconscientemente, más sus descendientes. Al margen de su canto, las cotorras suelen ser considerados unos animales simpáticos hasta que se reproducen en exceso y se expanden hacia zonas agrarias. Entonces se convierten en una plaga y es necesario controlarlos. Eso es lo que empieza a suceder en algunos cultivos del Baix Llobregat.

Joan Carles Fernández Ordóñez, especialista en aves exóticas de SEO-Birdlife, recuerda que el fenómeno de Barcelona es común a otras grandes ciudades mediterráneas y considera que la gran diversidad puede obedecer simplemente a que hay más compradores caprichosos. No obstante, no descarta la influencia que puede tener la presencia de un puerto y un aeropuerto importantes, así como de parques urbanos con muchos árboles exóticos.