último pleno del año DEL AYUNTAMIENTO DE BARCELONA

Hereu tiende puentes hacia CiU a cuenta de más videovigilancia

Trias (izquierda), Carnes y Portabella discuten antes del pleno acerca de la conveniencia de aprobar una declaración institucional sobre el aeropuerto.

Trias (izquierda), Carnes y Portabella discuten antes del pleno acerca de la conveniencia de aprobar una declaración institucional sobre el aeropuerto.

XABIER BARRENA
BARCELONA

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El poeta alemán Friedrich Schiller dijo una vez que la casualidad no existe y lo que se presenta como tal surge en verdad de fuentes más profundas. El PSC votó ayer en favor de la propuesta de CiU de estudiar en qué emplazamientos sería óptimo colocar cámaras de videovigilancia. El cuándo, ayer, cuatro días después de que Jordi Hereu abriera la puerta a un pacto con CiU tras las municipales de mayo, y el qué, nada menos que una medida que dibuja un modelo de seguridad para la ciudad, obligan a tomarse en serio lo dicho por Schiller. Un aspecto, este, el de la seguridad, que se convirtió en diciembre del 2009 en la principal prioridad del alcalde para lo que quedaba de mandato. Es decir, materia más que sensible porque, según rezan los manuales políticos, es en la seguridad y en la confrontación de los diferentes derechos que a veces colisionan donde mejor se advierte la diferencia entre aquello que algunos llaman izquierda y aquello que siempre se ha entendido por derecha. Dicho de otro modo. Si pactan en esto, ¿qué puede separarles a nivel municipal?

No es la primera vez que CiU y PSC coinciden en su voto. El ejemplo más evidente fue el de la recalificación del Miniestadi. Aunque ahí sí estaba Esquerra. En otros dos puntos, menores, eso sí, el apoyo de CiU fue necesario para su aprobación, dada la abstención, en ambos casos, de los republicanos: una escuela y un asunto, en este caso estructural, en el que Esquerra, ayer, se quedó fuera. Como ICV. El PP votó a favor.

QUEJA REPUBLICANA / «Estamos frente a un cortejo sociovergente». Son palabras de Jordi Portabella, el líder del partido que, poco antes, había permitido, con sus votos, que el bipartito sacara adelante los últimos presupuestos del mandato. Como ha sucedido en los tres años anteriores. Con su intervención quería remarcar que la parte cortejante era el PSC, pues hace unos meses, y tras la aprobación de colocar 16 nuevas cámaras en distintos puntos de Ciutat Vella, el propio alcalde señaló que en Barcelona «no hacían falta más» equipos de videovigilancia.

El pasado lunes, en los desayunos de Primera Plan@ que organiza EL PERIÓDICO DE CATALUNYA, el alcalde vino a decir, cuando analizó el posible panorama poselectoral, que nunca más volvería a gobernar en minoría, y que en sus preferencias de pactos, la reedición del tripartito municipal, era la primera. Y si la aritmética no lo permitiera, abrió la puerta a «otros escenarios». Y la sociovergencia es la más probable, ni que sea por estar menos lejos, en lo ideológico, que el PP.

Y mientras, la parte cortejada, CiU, ¿qué hacía? Pues como en los bailes de la posguerra, retirar la mano del cortejador en cuanto esta se movía de la cintura. No en vano, los resultados del 28-N -el de ayer fue el primer pleno de la nueva era convergente en la Generalitat-, las encuestas y la propia actitud de los socialistas han aumentado en mucho la autoestima de la federación.

TRIAS MARCA LÍMITES / Xavier Trias trazó con un pie la línea que no iba a permitir cruzar a los socialistas. Y esta fue la de atar de manos o presionar a un Govern, el de CiU, que no solo no existe sino que por no tener, no tiene ni presidente investido. Así, por ejemplo, no quiso consensuar una declaración institucional sobre el aeropuerto, a cuenta del plan del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.

Y tampoco apoyó -se abstuvo- una proposición del bipartito en la que el ayuntamiento insta a la Generalitat a mantener y reforzar los consorcios públicos de la ciudad que gestionan ambas administraciones. Alberto Fernández Díaz, quizá viendo el movimiento táctico de los socialistas, también buscó la empatía con CiU y acusó al bipartito de haber pergeñado una «acción preventiva» y que no era justificable.

Trazada la línea en lo que podía afectar al Govern, la bancada convergente endureció el tono, sin hallar demasiada respuesta por parte socialista, en el resto del pleno. En los presupuestos, pero también con la polémica sobre la reconversión de las pajarerías de la Rambla. E incluso, en algún punto sin demasiado músculo, como el de la aprobación de una biblioteca en Les Corts.