Urbanismo preventivo frente a los problemas de convivencia

Ciutat Vella blindará la plaza de George Orwell contra 'invasiones'

PATRICIA CASTÁN / Barcelona

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Borrón y cuenta nueva en uno de los puntos mas calientes de Ciutat Vella. La plaza de George Orwell, escenario casi permanente de conflictos durante años, se reinventará a partir del próximo enero para eliminar un diseño que, curiosamente, la ha hecho propicia para las invasiones incívicas. Tras infinidad de quejas vecinales en el barrio Gòtic, el ayuntamiento ha optado de nuevo por el urbanismo preventivo como solución más estable que los dispositivos policiales. Una fórmula que ya ha triunfado en los últimos meses cerrando pasajes y callejones que se utilizaban para consumir drogas, orinar, practicar la prostitución o comoresidenciade nómadas urbanos, así como renovando plazas y dotándolas de usos ciudadanos, fueran terrazas o actividades cívicas, como ya informó este diario.

En George Orwell se ha optado por una solución urbanística drástica: hay que eliminar el desnivel con escalones que ha sido una pesadilla para el vecindario, al ejercer de grada y punto de encuentro, no solo para excesos juveniles vinculados al botellón, sino también para que se instalaran grupos de nómadas que pasaban allí la noche. Las peleas, la droga y la suciedad han sido una constante en la zona, pese a su relativo buen estado. Y es que su actual morfología data de 1989, en forma de triángulo, con dos lados de escalinata y una escultura central de Leandre Cristòfol, que más de una vez ha ejercido de urinario, pese a que a solo unos metros se levantó un váter público que nunca ha servido para su misión original.

CONFLICTOS Y REIVINDICACIONES/ La concejala Assumpta Escarp confía en que el nuevo proyecto sirva para devolver un uso ciudadano a este pedazo de vía pública tan concurrido, situado entre las calles de Escudellers, N'Arai y las Arenes. La edil de Ciutat Vella tiene claro que repensar la plaza era la única solución a largo plazo, después de muchos conflictos y reivindicaciones vecinales. No obstante, ha decidido empezar las obras tras las fiestas navideñas con el fin de minimizar su impacto.

La inversión necesaria rondara los 245.000 euros, de los cuales 65.358 se destinarán a crear una moderna zona de juegos infantiles de 110 metros cuadrados en la parte más soleada, junto a la calle de las Arenes, que marque un cambio de uso radical de la plaza. Los principales cambios que experimentará este eje son la eliminación del triángulo elevado de granito rosa, la mejora de la accesibilidad eliminando barreras arquitectónicas con un plano único de pendiente inferior al 2%, la renovación del mobiliario urbano, la mejora de la red de alcantarillado y de la dimensión de los alcorques, para dar más superficie permeable a los árboles.

En total, se actuará sobre algo mas de 859 metros cuadrados, con un proyecto a cargo de Foment de Ciutat Vella que incluye la recolocación de la escultura, y una zona infantil a cargo de los servicios técnicos del distrito. La intervención implica reubicar también la zona de aparcamiento de bicicletas. Los pivotes que rodean la plaza se colocarán en una única línea en el frontal de Escudellers. Otro elemento llamado a la extinción será el mencionado váter público.

Dos elementos que suelen provocar inquietud entre los vecinos, arbolado e iluminación, también se mejorarán. En el caso de la vegetación, se mantendrá, aunque con mayores y más permeables alcorques, mientras que las luces se adecuarán a la nueva disposición de la plaza. El calendario de actuaciones se abrirá a mediados de enero con la fase de derribos, y si todo va bien se culminará a finales de marzo. Se cerrará así la mutación urbanística, aunque no será el capítulo final de la polémica plaza, ya que Escarp prevé incentivar la apertura de los locales que están cerrados, que en algunos casos comunican con otras calles y podrían hacer la plaza más permeable. Un reto bastante más complejo que elliftingque se avecina y que completa el bloque de medidas adoptadas en otras plazas de todo el distrito, en numerosos callejones del Raval y el Gòtic, e incluso en el mercado de la Boqueria, cuyos porches también se empiezan a blindar contra incívicos con una valla.