La oferta musical DE La fiesta de Barcelona

Los hijos de Gato Pérez

El recital '20 X Gato' evocó al rumbero en la plaza de Sant Jaume con herederos como Sabor de Gràcia, Los Manolos, Miquel Gil, Manel Joseph y Joan Garriga

Joan Garriga, de La Troba Kung-Fú, grupo que cerrará el concurso de microconciertos en la Salamandra.

Joan Garriga, de La Troba Kung-Fú, grupo que cerrará el concurso de microconciertos en la Salamandra. / ELISENDA PONS

JORDI BIANCIOTTO
BARCELONA

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El renovador de la rumba catalana era argentino y murió de un infarto en 1990, pocos años antes de que su obra comenzara a inspirar a la generación barcelonesa que abanderó el mestizaje. Hoy, el nombre de Gato Pérez está en boca de grupos neorrumberos y trovadores con raíces. Algunos de ellos desfilaron el viernes por el espectáculo 20 X Gato, acuñado en homenaje al 20º aniversario de su desaparición, y que brindó dos horas de poesía urbana y ventilador en una plaza de Sant Jaume abarrotada.

Los miembros de Sabor de Gràcia, formación gitana encabezada por Sicus Carbonell, pusieron la red de seguridad y abrieron la fiesta con un manifiesto de intenciones: La rumba de Barcelona, con su enumeración de los barrios condales (incluidos los que ya no existen, como el Somorrostro). Abundaron los músicos que trabajaron con Gato en un momento u otro, como Estrelles de Gràcia, y Pep Lladó con su grupo, Ai Ai Ai, que rescató La curva del Morrot («la primera rumba metafísica», aseguró Lladó a este diario) y El ventilador, y lanzó mensajes de concordia gitano-paya. «¡Hey, que Sarkozy no está aquí!».

El más veterano de la noche fue Manel Joseph, de la Orquestra Plateria, compañero de correrías de los años layetanos, que cantó Todos los gatos y Quise ser tu amigo. Yumitus, el pianista de Sabor de Gràcia, se agenció Rumba cali, y el valenciano Miquel Gil imprimió carácter a Lo que me da la gana y Granito de sal. Gil también tuvo un contacto directo con el homenajeado, ya que su grupo en los años 70, Al Tall, grabó en Edigsa, discográfica en la que Gato trabajó. «Él me dio a conocer la Barcelona layetana, la de Zeleste y las bodegas de Ciutat Vella», recordaba el autor de Orgànic en su camerino, antes de salir a escena.

La obra de Gato Pérez, sumida en el letargo durante años, se ha visto reivindicada desde hace un tiempo por rumberos de nuevo cuño. Grupos que han acudido a esa parcela del relato layetano para alimentar un discurso receptivo a los géneros latinos. Esa generación estuvo representada por Joan Garriga, de La Troba Kung-Fú, y Xavi Ciurans, de Gertrudis, grupo actualmente estacionado. El primero atacó con Sabor de barrio (dedicada «a los vecinos perdidos») y Ja sóc aquí, «la primera canción que grabó Gato» (luego, Sabor de Gràcia abordó la última, Ahí se queda la canción). El segundo hizo suyo otro clásico popular, Se fuerza la máquina.

Conexión argentina

Los Manolos, un grupo puente, ahora representado por Rogeli y Joan Herrero y Xavi Calero, entraron en escena en la recta final y evocaron las raíces rioplatenses de Gato Pérez con una canción que adaptó en su día: La balsa, pieza totémica del pop argentino de Litto Nebbia, que fue integrante de un grupo seminal con coartada felina, Los Gatos. «Es casi un himno de Argentina», apuntó Rogeli Herrero entre bambalinas. Culminaron el pase con una adaptación muy extrovertida de Rumba dels 60s.

Sabor de Gràcia retomó el control de la noche con Ebrios de soledad, Gracias corazón y una dilatada Barca, cielo y ola. Tras dos horas de actuación, la familia rumbera completa subió a escena para entonar Gitanitos y morenos. Incluido Carles Flavià, que fue mánager y amigo de Gato Pérez y lanzó una petición lapidaria. «Una mica menys de sardana i més rumba catalana».